Glaxo y su apuesta ‘open source’ contra la malaria

«GlaxoSmithKline, la segunda empresa farmacéutica del mundo, ha puesto en marcha un proyecto que imita el llamado ‘open source’ que en Wall Street llaman ‘enfoque Linux’.  Consiste en abrir los diseños de trece mil quinientos compuestos químicos que podrían ser de utilidad contra la malaria. A partir de aquí, quien estuviera interesado en el tema podría colaborar con ellos para elaborar nuevos medicamentos útiles contra esta enfermedad. Como sucede con las aplicaciones de código abierto, otros pueden ver algo distinto en esos compuestos que ellos no han visto.

La noticia la proporcionó en Nueva York Andrew Witty, presidente ejecutivo de la compañía. El objetivo, señaló, es que otros científicos puedan probar y desarrollar estas sustancias como antipalúdicos. Por otra parte, “las farmacéuticas multinacionales tienen que equilibrar la responsabilidad social con la necesidad de obtener ganancias para sus accionistas”. Buscan con esta acción ganar confianza social y puede que otros imiten la idea.

En estos momentos la farmacéutica está buscando la aprobación de su vacuna experimental contra la malaria. La que se denomina Mosquirix, se encuentra en la última etapa de ensayos clínicos con 16.000 personas. Podría estar disponible en 2012.

Una búsqueda rápida y una hojeada a distintos blogs y foros que hablan sobre el tema, se recogen distintas opiniones. Algunos alaban la iniciativa independientemente de sus consideraciones sobre las grandes multinacionales del ramo. Otros se preguntan qué motivos se esconden detrás de esta acción. Otras muchas consideraciones se sitúan entre los dos extremos.

Imagen procedente de los Archivos Wellcome Images

Vía: BBC Mundo

Dos libros críticos sobre la alimentación

En esta ocasión quiero recomendar dos libros que hablan de la alimentación y ‘de lo que se esconde detrás’. Sin duda este va a ser uno de los temas centrales de la medicina en un futuro próximo. En éste que llamamos ‘primer mundo’, poco sabemos de lo que está sucediendo en los continentes más pobres y cómo las multinacionales de la alimentación les están empobreciendo más si cabe.

El primer libro lleva como título Lo que hay que tragar. Minienciclopedia de política y alimentación. Lo escribe Gustavo Duch, veterinario y activista comprometido con la tierra y la alimentación. Lo prologa Federico Mayor Zaragoza. Está publicado en Barcelona por Los libros del lince (2010).

El libro está repleto de datos de los que no teníamos noticia alguna, como lo que se cuenta en la contraportada: “Cada día 3.500 cerdos viajan desde otros países de Europa a España, y ese mismo día otros 3.000 cerdos hacen el viaje inverso’.¡Que absurdo! Algunos de esos datos dejan de ser anécdotas o curiosidades y se transforman en asuntos gravísimos que desconocemos porque los medios de comunicación apenas nos informan. Duch cuestiona de forma seria los monocultivos, la producción de agrocombustibles, la agricultura transgénica y todo un sin fin de atropellos a los pequeños campesinos y los pescadores de todos los países, especialmente de los más pobres. Denuncia con nombre a los oligopolios de los alimentos y sus tropelías: Calvo, Monsanto, Pescanova, Danone, Nestlé, entre otros como Benetton, el Banco de Santander, etc.

Los títulos de los capítulos son muy ilustrativos: “Dime cómo funciona”, “Dime de dónde viene”, “Dime, cuéntame”, “Dime qué es”, y “Dime quién es”. Algunas de las cosas que cuenta son obvias y no necesitan de grandes argumentaciones, lo que pasa es que tenemos puesta una venda en los ojos. El libro se lee rápido y con interés y poco a poco se descubren las atrocidades que suceden a nuestras espaldas.

Quién decide lo que comemos es de Felicity Lawrence, una periodista de investigación muy reconocida que lleva dos décadas escribiendo sobre el tema. Está publicado en Barcelona por Ediciones Urano (2009). Felicity es autora de otro libro que tuvo mucho éxito, Lo que la etiqueta no dice, en el que advertía de los peligros de muchos alimentos que consumimos cada día. En el nuevo libro se adentra en la industria de los alimentos, una de las más poderosas del mundo globalizado. Nos descubre cosas como las explicadas en el texto que hemos comentado de Duch: desaparición de ecosistemas, desastres ecológicos, explotación de los más pobres: ‘delincuentes’, ya es hora de llamar a las cosas por su nombre.

Cuando se habla de obesidad se recurre casi siempre a argumentos de malos hábitos, sedentarismo, conductas alteradas, modas, pero casi nunca se hace referencia a los alimentos que compramos a diario en los supermercados, a los alimentos como la soja que sin saber por qué han irrumpido en nuestras dietas. Con ellos nos tragamos centenares de mentiras sobre lo que estamos ingiriendo y se ha llegado al extremo de que para el ciudadano es muy difícil saber qué es bueno y qué es malo para su salud e incluso que, cuando piensa que ha adquirido un producto saludable, sólo lo sea en la publicidad.

Dos libros para leer con pasión y para recomendar a los estudiantes de ciencias de la salud. Si además se les invita a que la próxima vez que vayan a un supermercado lean las etiquetas con detenimiento, mejor que mejor.

Mejorar la atención primaria en los Estados Unidos

En el artículo ‘Delivering Better Primary Care‘ publicado en el New York Times (13 de mayo de 2010), Pauline W. Chen dice que la atención primaria en los Estados Unidos camina a toda velocidad hacia un punto crítico. Entre los motivos señala la creciente burocracia, falta de coordinación en unos reembolsos inadecuados, y la disminución del número de profesionales.

La situación —dice— se agravará con cuarenta millones más de usuarios tras la reforma de Obama. Plantea a quién debe escucharse, si a los ‘expertos’, asesores presidenciales, políticos o grandes investigadores, o a los profesionales que proporcionan asistencia primaria. La autora hace referencia a dos artículos publicados por el Dr. Richard J. Baron, un internista general que dirige un equipo de cinco médicos de atención primaria en Filadelfia.

El primero se publicó en el New England Journal of Medicine. ‘What’s Keeping Us So Busy in Primary Care? A Snapshot from One Practice’ Se trata de una ‘Nota ocasional’ en la que, a grandes rasgos, analiza qué tareas hacen este tipo de profesionales fuera de lo que es el acto clínico: llamadas telefónicas, correo electrónico, prescripciones, solicitar y leer informes de laboratorio y de diagnóstico por la imagen, consultar informes de especialistas, etc. La base de la buena práctica reside, según señala, en la relación médico-enfermo y en la fluida comunicación entre ambos. En los últimos años a los profesionales se les están asignando nuevos roles y tareas, muchas relacionadas con las nuevas tecnologías.

El segundo artículo, que no he podido leer por no ser suscriptor ni tampoco las instituciones a las que pertenezco, está escrito en colaboracióin con Emily Desnouee (Health Affairs, 2010; 29(5): 953-955). Su título es ‘The Struggle To Support Patients’ Efforts To Change Their Unhealthy Behavior’. Cuentan su experiencia en la adopción de nuevos modelos asistenciales basados más en el paciente y en la prevención. Se trata de casos de diabetes, hipertensión y colesterol elevado. Los enfermos trabajan con auxiliares capacitados y crean un conjunto de objetivos a lograr en su autocuidado y que reflejan después en la historia clínica informatizada. Más tarde comparten su experiencia con los médicos en un sitio web interactivo así como con otros medios. La gestión de la propia salud es un proceso complejo y genera también problemas sobre el modelo de negocio que hay tras los cuidados. Por otro lado es necesario incentivar a los médicos y ayudarles a superar barreras tecnológicas. En definitiva, cada vez se hace más necesario un cambio de paradigma en la atención primaria.

El artículo del NYT incluye una pequeña entrevista al Dr. Baron que tiene interés y que omitimos aquí por razones lógicas. Se puede consultar su contenido en red. A pesar de la gran diferencia de planteamiento de la asistencia sanitaria en los Estados Unidos y en una buena parte de los paises europeos, algunos problemas son parecidos.

El ‘606’ en ‘La Ilustración española y americana’

La Ilustración Española y Americana llevaba como subtítulo “Periódico de ciencias, artes, literatura, industria y conocimientos útiles”. Fue fundada por Aberlardo de Carlos en 1869.  Siguió el modelo de publicaciones extranjeras como L’Ilustration, de Francia, o Illustrierte Zeitung, de Alemania. Se caracterizó por la enorme cantidad de ilustraciones ya que su objetivo era consignar de una manera gráfica y textual los acontecimientos de interés que sucedían en el mundo y hacer divulgación. Por desgracia, muchas de estas ilustraciones se venden por separado en anticuarios después de deshacer colecciones completas.

Respecto al Salvarsán o ‘606’ recojo dos artículos que se publicaron en 1910. Uno de ellos está firmado por el médico José de Eleizegui

Crónica general
No sé si se habrán ustedes enterado, aunque presumo que sí, de un descubrimiento científico que ha producido gran sensación en la clase médica y que merece, por ende, ser conocido de la clase enferma. Me refiero al novísimo medicamento del Dr. Ehrlich, que lleva el extraño nombre de 606, por corresponderle este número de orden en las sucesivas preparaciones que ha venido haciendo el sabio profesor alemán hasta dar con ésta. ¡Para que digan luego que a la tercera va la vencida! En esta clase de medicinas la vencida no se obtiene hasta la sexcentésima sexta.

¿Que cuáles son las enfermedades que está llamado a curar el 606? Pues, en primer lugar, una terrible, cuyo nombre no se atreve a consignar el cronista, porque hay enfermedades que si se publican dejan de ser secretas. Pero, además, cura otras varias, porque, según parece, el 606 es un poderosísimo matador de microbios, y, por lo tanto, cura una porción de dolencias infecciosas.

Los efectos hasta ahora obtenidos con la administración del flamante medicamento son considerables, tanto en calidad como en cantidad, pero, aunque de las estadísticas resulta una inmensa mayoría de curaciones, no han faltado casos en que el paciente se ha muerto, lo cual ha hecho exclamar a un ironista burlón: «¡Oh medicamento portentoso! ¡Hasta los que fallecen se mueren… completamente curados!»

Bromas aparte, el cronista cree cumplir un deber al llamar la atención de los enfermos (porque con los médicos no se atreve) sobre lo expuesto que es manejar este producto, el que no le conozca bien, porque hay quien se entusiasma prematuramente con las novedades y está deseando probarla. Según carta del propio autor, publicada en la Prensa extranjera, ‘son precisas una prudencia y una precaución extraordinarias para aplicar de una manera racional el 606’. Y cuando los enfermos tengan otras enfermedades, como afecciones cerebrales, arteiosclerosis y enfermedades del corazón, el 606 está ‘absolutamente contraindicado’. El profesor recomienda además para las inyecciones una ‘asepsia absoluta’.

Recuerden los lectores estas advertencias y apúntenlas los flacos de memoria, y cuando un doctor vivo de genio les vaya a aplicar el 606, sin conocer a fondo el medicamento y sobre todo el enfermo, ruéguenle encarecidamente que se lo aplique primero 606 veces al moro Muza.

La Ilustración Española y Americana, nº 35, 22 de septiembre de 1910, p. 162.

La verdad del 606
Los grandes descubrimientos científicos semejan las olas que estrella en la orilla un viento huracanado; grandes montañas de agua que rugiendo amenazan arrastrarlo todo, hasta que en las rocas de la playa se convierten en apacible capa líquida que baña la arena. Llega la noticia de un hallazgo científico con la impetuosidad y bramido de la ola encrespada; y la realidad, luego detiene sus arrestos volviéndola a la calma; sedimenta después, la purifica el tiempo, y deja en el crisol de la crítica razonada las escorias de sus exageraciones y engaños; es el agua rugiente reducida a la corriente mansa y tranquila.

El 606 llegó al mundo con todo el empuje de la montaña de agua. Era el talismán que extinguía toda avariosis que se pusiera al alcance de su acción; ya el castigado del placer sentía sus carnes remozadas, y limpia su sangre del virus destructor; ya el atáxico arrojado por el mal á la inutilidad de un incurable reposo vislumbraba el término de su torturante quietud; la familia del vesánico concibió la esperanza de que su deudo recobraría la lucidez intelectual que la  infección había extinguido; el afónico se prometía para próxima fecha emitir su voz clara y límpia como en sus tiempos de salud, y el ciego se alborozaba ante la idea de que el remedio volvería la transparencia a su fondo de ojo, opaco por el mal.

La reflexión y la calma no fueron permitidas por los vocingleros y comparsas, y hubo necesidad de dejar pasar la ola de exageración y falsedad para exponer serenamente la verdad de los hechos y puntualizar hasta dónde alcanza y en qué punto se detiene la eficacia del preparado de Ehrlich.

La historia del 606, es la historia del trabajo y constancia de un experimentador. No es la casualidad que hace brotar en el tubo de ensayo una nueva substancia que no se buscaba; no es la reacción desconocida que por azar se presenta, sino que es la resultante de veinticinco años de tanteo, de escudriño, de insistir en las complicadas fórmulas y en las meticulosas prácticas de la Química, para llegar á tener agrupaciones de moléculas que muestren en su desarrollo nuevas carácterísticas terapéuticas. Desde fecha remota el sabio alemán venía trabajando en la formación y propiedades de los compuestos arsenicales, y en sus seiscientas seis tentativas alcanzó en la última algo que respondía a la idea inicial de su investigación, logrando, una substancia de gran toxicidad para el parásito, y con el mínimum de afinidad para el organismo. Sus ayudantes Hata y Bertheim siguieron la etapa comprobatoria del preparado, que se bautizó con el nombre de ‘halol’, y a la que los químicos le asignaron uno de esos complicados términos de su nomenclatura, que traducido a romance significa que se trata de un compuesto de arsénico y benzol, bajo la forma de un polvo amarillento que requiere una preparación especial antes de ser inyectado, con minuciosidades de técnica y escrupulosidades de asepsia, engendrando diferentes métodos, basados en pequeñas modificaciones de una u otra clase.

E1 nombre de Ehrlich, sabio director del Instituto de terapéutica experimental de Francfort, pesa tanto en el mundo científico, que al patrocinar el medicamento impuso ya en todas las clínicas del mundo su tarea de comprobación práctica. Podría dudarse de la rapidez del resultado, de la persistencia en la acción curativa, de la superioridad de la misma, pero desde luego al ponderarlo Ehrlich se excluía todo temor de charlatanismo ni de engaño. Así se concibe el hecho de que ha sido el 606 la substancia más prontamente experimentada, y de la que la clínica en poco tiempo pudo dar una noticia más documentada. La clínica había ya, si bien con las reservas naturales, aceptando lo que la realidad muestra, pero no perdiendo un momento de vista lo que la patología enseña.

La clínica fija hechos y aventura juicios. Los hechos son que «el medicanento inyectado produce una reacción local con tumefacción de los tejidos, que llega a su máximo entre el segundo y cuarto día, y que luego disminuye progresivamente, desapareciendo por completo del ocho al diez. El estado general se altera del mismo modo, sí bien estas alteraciones dependen mucho del sujeto. La temperatura asciende a treinta y ocho o treinta y nueve grados, pero es pasajera y desaparece con rapidez, no habiéndose observado hasta la fecha fenómenos secundarios sobre los órganos importantes de la economía».

Los efectos terapéuticos son beneficiosos y rápidos. Es innegable. Sólo con una inyección se ve al poco tiempo, en algunos casos antes de las veinticuatro horas, desaparecer manifestaciones serias de la piel y de las mucosas, y como las lesiones de la avariosis son tangibles y manifiestas, es hasta casi maravilloso el verlas rápidamente secar y agostarse al mágico influjo de unas gotas de líquido inyectadas bajo la piel de la espalda. Pero ella, en el recto juicio de sus interpretaciones, evidenció la impotencia del remedio en aquellos enfermos de lesiones nerviosas ó viscerales, y el gran número de paralíticos, maniáticos y ciegos que deben su dolencia á la infección específica, seguirán arrastrando sus invalideces, sin que a ellos llegue la benéfica acción del preparado de Ehrlich.

Y el hecho se comprende, y por eso antes decíamos que no pueden olvidarse las enseñanzas de la patología. En estos enfermos de sistema nervioso, el mal destruyó la integridad de su aparato, mató la célula, pervirtiendo la función, y como allí no cabe reintegración ni producción nueva de elementos, la ciencia se estrella, y la terapéutica fracasa. Pero aun hay más. Es la avariosis enfermedad de ciclo lento, y que presenta grandes etapas, en que el sujeto disfruta de aparente salud. Sucédense años y años entre unas manifesta- ciones y otras, y en ese lapso el enfermo se cree completamente curado, hasta que un brote, un nuevo latigazo del mal, le demuestra que éste sigue latente en la intimidad de sus tejidos. ¿No puede suceder lo mismo con los pretendidamente curados por el 606? Una erupción que desaparece, un flemón que se resuelve, los tumores consumidos, ¿dan la garantía de que en un mañana más o menos lejano, según las resistencias individuales y la intensidad de la infección, no reverdezca el árbol maldito, quizá con más vigor en su savia y más raíces, que aprisionen y esquilmen el terreno? La lógica científica no puede excluir estas posibilidades, ni aceptar como curados a sujetos que sólo presentan una declinación, y aun sí se quiere una desaparición momentánea en la exteriorización del mal.

La ciencia puede afirmar positivamente que el remedio es de una eficacia innegable en las manifestaciones del momento, en el episodio morboso que exige la intervención técnica; pero muestra sus reservas en aceptar el fallo de curación completa que el grupo de entusiastas proclama, perjudicando así notoriamente al mismo objeto que ellos quieren elevar al pináculo de una fama universal.

La verdad del 606 es lo que apuntado queda. Un triunfo científico para Ehrlich; un remedio poderosísimo en el tratamiento de ciertas manifestaciones en algunos avariados. No puede hacerse por hoy una afirmación más. El tiempo, gran maestro de las cosas, dará su sentencia definitiva, y hasta entonces recordemos siempre que no llega más lejos aquel que más aprisa camina.

Por el Dr. José de Eleizegui. La Ilustración Española y Americana, nº 38, 15 octubre de 1910, p. 232

[Proyecto HAR2008-04023]

De cómo nos venden la moto

En los últimos meses me he interesado en la manipulación que se ejerce a través del lenguaje. Desde hace dos décadas estamos asistiendo al crecimiento desmesurado de los discursos vacíos, repletos de medias verdades o de mentiras, de nuevas palabras que hacen referencia a viejos conceptos, por no hablar de la entrada impetuosa de centenares de palabras del inglés sin ninguna justificación. Las locuciones del viejo NODO nos hacen reír, pero no más que las cosas que uno escucha en cualquier reunión, acto académico, anuncio publicitario, discurso político, programa de radio o televisión, o libro de moda.

Lo peor es que, igual que el NODO, tratan de vendernos la moto, de manipularnos, de engañarnos. Incluso está desapareciendo el disimulo; es decir, queda bien claro que te están estafando en lo intangible y en lo material, desde la venta de una tarifa de teléfono a un plan estratégico de cualquier centro oficial.

Cuando esto se repite un día tras otro te ves obligado a comprobar si se trata de una percepción personal o que afecta a otras personas, sobre todo cuando otras muchas a tu alrededor se dejan seducir o engañar con pasmosa facilidad.

Sin rebuscar mucho —también en estos últimos meses— he encontrado tres libros que han dado respuesta a muchas de mis preguntas relacionadas con el tema de mi preocupación. Todos ellos proceden de las llamadas “mesas de novedades” de librerías, por lo que deduzco que han gozado de cierto éxito.

El primero de ellos es La seducción de las palabras, de Álex Grijelmo. No es un libro nuevo, es del año 2000 con nueve ediciones a sus espaldas. La que tengo es del año 2005 (Madrid, Taurus). “Este libro analiza con innumerables ejemplos cómo se manipulan hoy en día los vocablos para alterar la percepción que tenemos de la realidad, cómo se emplean su fuerza o su finura para engatusar a los demás. Algunas de esas trampas estaban presentes, por ejemplo, en el lenguaje de los nazis, y todavía sobreviven en los discursos que escuchamos ahora”. Consta de diez capítulos y una bibliografía, que suman doscientas ochenta y siete páginas. La abundancia de ejemplos cercanos analizados con rigor, hace su lectura muy entretenida.

El segundo lleva el inequívoco título Vender la moto. Trucos de la manipulación del lenguaje. Su autor es Matteo Rampin. En la contraportada se lee “En este sencillo y profiláctico libro, Rampin proporciona a todo aquel que quiera enterarse un compendio ágil, útil y lleno de humor de los numerosos trucos más o menos sutiles, más o menos sucios, a los que la caterva de charlatanes y encantadores de serpientes que pulula a nuestro alrededor y que nos quiere vender la moto nos somete cotidianamente”. ¿Habrá habido en la historia una época con tanto vendedor de humo como en la actual? Lo dudo. El libro, de 2005, es de Alianza y está publicado en la colección bolsillo. Como sus capítulos son cortos, es ideal para leer en el metro o durante algún viaje o alguna espera.

Por último otro libro que reúne dos largos trabajos bajo el título Cómo nos venden la moto. Información, poder y concentración de medios. Fue publicado por Icaria en 1995 y desde entonces ha alcanzado ya veinticinco ediciones (2008). Sigue estando de actualidad, quizás más que nunca. El primer artículo es de Noam Chomsky y en él nos muestra “tomando casos concretos, qué son las técnicas de persuasión, cómo y quién las aplica, con qué intenciones y cómo actúan sobre nosotros”. El segundo es de Ignacio Ramonet que advierte que la aparición de nuevas herramienta ha traído consigo la multiplicación de los medios de control y vigilancia. Habla del pensamiento único, que entiende como la traducción a términos ideológicos de pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en especial, las del capital internacional. Éste se difunde por las “Biblias” de los inversores y especuladores de bolsa: The Wall Street Journal, The Financial Times, The Economist, Far Eastern Economic Review, etc. ¿Les suena? Creo que mucho, sobre todo desde hace unas semanas.

Hay que armarse con libros como estos para saber qué es lo que sucede a nuestro alrededor.

Basiotribo de Tarnier

He añadido a la exposición virtual Colección Historicomédica de la Universitat de València, información sobre qué es y para qué servía el Basiotribo de Tarnier.

El basiotribo es un instrumento que sirve (servía) para practicar la basiotripsia, es decir, el aplastamiento quirúrgico de la cabeza del feto muerto para reducir su diámetro y facilitar la extracción.

El basiotribo sustituyó en su momento al cefalotribo, que era una especie de fórceps potente, con pequeña curvatura cefálica. Constaba de dos ramas que se articulaban entre sí y podían aproximarse la una a la otra mediante un tallo que unía los extremos de estos mangos. Hubo dos modelos que fueron más populares, el de Baudelocque y el de Tarnier.

El 11 de diciembre de 1883 Tarnier presentaba a la Academia de medicina de París el basiotribo que lleva su nombre en los siguientes términos:

«Este instrumento que he hecho fabricar a Collin, se compone de tres brazos de longitud desigual, escalonados y con un tornillo de aplastamiento. Su longitud total es de 41 centímetros. Cuando se articula y se cierra, de un lado a otro mide 4 centímetros; si se mide desde el frente hacia atrás se obtienen 4, 5 centímetros en la parte más ancha, cerca del extremo de las cucharas. Su peso es de 1.200 gramos.

La rama media, la más corta, está provista de un perforador cuadrangular (actualmente sólo tiene dos lados) que se obliga a penetrar en el cráneo mediante un movimiento de rotación. Actúa como una barrena y produce una abertura redondeada en el mismo. Tan pronto como el extremo olivar de este perforador penetra en la cavidad craneal, se interrumpe el movimiento de rotación y se empuja de forma suave hasta que su punta quede detenida por la resistencia de la base del cráneo, con la que debe permanecer en contacto hasta el final de la operación.

El brazo izquierdo, idéntico al de un fórceps, se aplica en seguida de la misma forma que si se tratara de este instrumento y se articula con el brazo medio. Ambos brazos (izquierdo y medio) se aproximan por medio del tornillo de aplastamiento y aplastan la mitad de la cabeza. Un pequeño gancho mantiene estos dos brazos próximos, mientras se retira el tornillo de aplastamiento.

El brazo derecho, el más largo de todos, se aplica y se articula como el brazo derecho de un fórceps, y el tornillo de aplastamiento, colocado de nuevo en su lugar y puesto en acción, aproxima esta rama o brazo a los dos anteriores. De este modo, la cabeza se aplasta por mitades en dos aplastamientos sucesivos. Se procede después a su extracción.

El manejo de este instrumento es desde luego análogo al del cefalotribo y al del craneoclasto de Brown, pero le es superior y tiene, comparativamente, grandes ventajas a juzgar por los experimentos que he practicado en el cadáver».

Toda la información sobre el Basiotribo de Tarnier en pdf

Más información sobre Stéphane Tarnier.

Sigue el 606

Cerramos las noticias sobre el 606 que aparecieron en la revista Nuevo Mundo. Éste es el artículo que apareció en enero de 1911 que habla ya de los buenos resultados obtenidos con su administración.

La Fórmula 606
Felicísimos resultados de su aplicación en España

La aplicación de la famosa fórmula del Dr. Ehrlich para la curación de la avariosis no había sido en España un completo fracaso; pero es lo cierto que tampoco se obtuvieron de la aplicación de las inyecciones esos maravillosos y rapidísimos resultados que en el extranjero se habían conseguido y de que nos dieron asombrosa cuenta, no sólamente las revistas profesionales con la autoridad que les presta la condición técnica de sus redactores y colaboradores, sino también la prensa toda de información.

Los que juzgando por el escaso fruto que de estas primeras experiencias habían logrado apresuráronse a fallar en contra, asegurando que el Dr. Ehrlich había exagerado la bondad de su invento, no tendrán más remedio que reconocer que eran ellos los que padecían lamementable error al ver los maravillosos resultados que actualmente se obtienen de la aplicación de la fórmula.

El Ayuntamiento de Madrid, mostrando un plausible interés en este asunto de tan decisiva trascendencia para la salud pública, tuvo el buen acuerdo de comisionar al Dr. D. Antonio Navarro Fernández, notable especialista cuyo crédito científico corre parejas con la solidez de sus conocimientos, para que como delegado especial hiciese un detenido estudio de la fórmula y de su aplicación en aquellos países en que más positivos y admirables resultados habíanse obtenido de ella.

A su regreso de Francia y Alemania, donde el Dr. Navarro permaneció algún tiempo estudiando concienzudamente tan importante materia en los hospitales en que con más eficaces resultados se aplica el descubrimiento de Ehrlich, el ilustre doctor estableció en su clínica de la calle de Fernando VI un servicio de aplicación de la fórmula, con resultados tan absolutamente satisfactorios que hasta en enfermos que habían resistido los más radicales tratamientos sin que por su virtud se consiguiera vencer el mal, se ha logrado en plazo brevísimo, no ya una mejoría indudable, sino la franca convalecencia que promete una cura tan rápida como completa.

Es indudable que el secreto del prodigioso descubrimiento del sabio alemán estaba para nosotros en la manera de su aplicación, y que conocida ésta minuciosamente y en todos sus detalles mediante el detenido estudio efectuado por el eminente especialista español, el éxito de la fórmula es tan seguro como prodigioso, pues se da el caso verdaderamente estupendo de obtener la cura radical con una o dos inyecciones, aún en enfermos sometidos a otros tratamientos y en los que los más extremos recursos de la ciencia habían sido ineficaces para atajar los funestos progresos de la dolencia.

Para rendir el homenaje de admiración y de gratitud a que el Dr. Navarro se ha hecho acreedor por los felicísimos resultados obtenidos en cuantos enfermos han acudido a su clínica mediante la sabia y prudente aplicación del 606, en armonía con las circunstancia que cada caso requiere, numerosos compañeros profesionales, admiradores y amigos obsequiáronle con un banquete. De esta agradable fiesta íntima en que se rendía tributo a la ciencia y a la perseverancia ofrecimos a nuestros lectores una instantánea en nuestro número anterior, y completando el deber que nos impone la actualidad y la importancia que el hecho tiene, añadimos hoy estas líneas como justo homenaje a los méritos del Dr. Navarro y sus brillantes éxitos científicos.

Nuevo Mundo, enero de 1911 (Año XVIII, Núm. 889)

Stéphane Tarnier (1828-1897)

En la sección Biografías de historiadelamedicina.org, hemos incluido la de Stéphane Tarnier (1828-1897).

El nombre del francés Stéphane Tarnier se asocia con la obstetrica científica moderna. Todos sus temas de interés estuvieron relacionados con esta especialidad. Fue el representante más genuino en su país de la aplicación de la antisepsia en el parto. El tema de su tesis fue sobre la fiebre puerperal. Logró reducir la mortalidad por esta enfermedad en la Maternidad de París, al uno por cien.

También es conocido por haber ideado varios instrumentos. Los más populares son el Fórceps, que incorporó un mecanismo de tracción, y el Basiotribo, que era un perforador, un cefalotribo y un craneoclasto. Asimismo ideó un separador de tres ramas, un dilatador para adelantar los partos, así como una incubadora.

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Sigue hablándose del 606

A las pocas semanas de publicado el anterior artículo, apareció este otro en la misma revista en la que se refiere a que el interés inicial del público en este nuevo medicamento estaba desapareciendo. No obstante, si se lee con atención, lo que encontramos es la explicación de cómo funciona la sustancia. En este caso un médico, el Dr. San Pedro Anchochury, trata de hacer divulgación científica. La cambiante situación política de la época queda reflejada en la analogía que utiliza al final en su explicación, poco afortunada a nuestro juicio:

El “606”

Poco a poco se va desvaneciendo el entusiasmo que desde un principio despertó el descubrimiento de Ehrlich; el público ya no se interesa; el 606 va pasando de moda, y sólo de él se ocupan los médicos, especialistas y alguno que otro enfermo de verdad, pues hay muchos  pseudo-avariosicus que todavía persiguen el remedio con la febril excitación, siempre ilógica, de los sujetos que padecen fobias.

Pero, aun a pesar de ello, conviene poner en conocimiento del gran público todo cuanto se relaciona con el célebre descubrimiento, aunque no sea nada más que con el fin de demostrar el amor que a la humanidad sienten determinados hombres (muy pocos por cierto) y los trabajos y desvelos que ocasiona ese cariño; la Naturaleza, sin duda alguna, deposita en ellos, con verdadera prodigalidad, mayor visión de las cosas, mayor transparencia mental que en los demás, pues aunque el hombre, en general, siempre tiende hacia el progreso y el bien, como dice Balmes, parece, sin embargo, y aun sin parecer, que en el entendimiento de ciertos seres privilegiados cristaliza la suma de conocimientos que los demás mortales efectuamos, y que en ellos se mantiene esa suma como una fuerza en tensión que espera ponerse en actividad en cualquier momento, a la sola acción de un pequeño excitante.

Admiremos, pues, a esos gigantes de entendimiento, porque ellos representan con sus actos verdaderamente convulsivos el valor que posee la figura que ocupa el primer puesto en la escala de la animalidad.

Veinticinco años le han sido necesarios a Ehrlich para “aprender a apuntar al blanco de su visión”, según frase del mismo sabio, sin efectuar la impacción, pues dice: “lo que no ha conseguido el 606, seguramente lo alcanzará el 706”; va para largo el éxito, como se ve, pero cualquiera que sea el resultado, Ehrlich ha dado a conocer un procedimiento, mejor dicho, una teoría que ha de producir una gran revolución en la terapéutica del porvenir.

Los fundamentos teóricos (que exponemos con un fin puramente especulativo) que le han servido a Ehrlich como punto de partida para llegar a su descubrimiento, son los siguientes: una substancia introducida en el organismo no se reparte por igual en todo él, sino que elige o es elegida por determinados órganos o cuerpos extraños (parásitos, por ejemplo), en los que se deposita para producir al poco tiempo efectos beneficiosos o perjudiciales, según los casos; cuando la substancia introducida es atraída por los órganos, recibe el nombre de organótropa y parasitótropa si se encariña con los parásitos. Pero este maridaje de órganos y parásitos con substancias medicamentosas no se realiza porque sí, sino que precisa la existencia de ciertos productos celulares llamados quimioceptores, y a la práctica de esta terapéutica se la denomina Quimioterapia. De lo expuesto se deduce que, cuando el terapeuta consiga obtener un compuesto que sólo destruya los parásitos (substancias parasitótropas) sin ocasionar trastornos al organismo, «ha dado en el blanco» y convierte el ideal en hecho, y este ideal parece que lo ha realizado Ehrlích o le falta muy poco para puntualizarlo.

La teoría expuesta quizá no haya sido comprendida, porque en todas ocasiones tienden a confundir los inevitables vocablos técnicos, y para obviar este inconveniente nos valdremos de Fray Ejemplo, que siempre fue y será el mejor predicador.

Supongamos estar presenciando una sesión de cualquier organismo social, y nos servirá como paradigma un ayuntamiento. Observaremos: primero, que los concejales (cuerpos extraños o substancias medicamentosas), al entrar en el salón se dirigen a sus asientos, formando agrupaciones por razones políticas (quimioceptores); segundo, los concejales comienzan a discutir (acción perjudicial… o beneficiosa); si la discusión y aprobación recae sobre materias que está de ellas necesitado el pueblo, como abaratamiento de subsistencias, saneamiento de las poblaciones, reglamentación del trabajo, etc., etc., así como de la destrucción de otras causas parásitas que corroen al proletariado y clase media, los concejales en este caso no envenenan, curan (acción parasitótropa); pero supongamos que la discusión se entabla sobre la supresión de de los consumos, y un concejal presenta un proyecto malo: inmediatamente en el salón se oye un quejido y ciertas imprecaciones. La sesión se hace tumultuaria, y en este caso, los intereses del pueblo (que es el organismo social que representan los concejales) peligran, se envenenan, la medicación fracasa, mata, no obra como parasitótropa, sino como organótropa, y “los concejales no dan en el blanco”.

Dr. San Pedro Anchochury
Nuevo Mundo, 27 octubre de 1910 (Año XVII, Núm. 877)