1907: Homenaje de los estudiantes valencianos a Cajal

Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) recibió el premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1906, que compartió con Camilo Golgi (1843-1926). La prensa cotidiana y las instituciones tardaron en reaccionar. Más tarde, los homenajes al histólogo español, se sucedieron por todo el país.

El 28 de enero de 1907 los estudiantes valencianos de todas las edades organizaron una velada científico-literaria en el Teatro principal. La presidieron Pedro María López, Carmelo Aranda, Evaristo Crespo, Peregrín Casanova y César Santomás. En el estrado estuvieron Bartual, Zumalacárregui, Bernabé Herrero, los concejales Ortega, Mollá, Aguilar Blanch, así como los miembros de la comisión organizadora Sres. Uxó, Soto y Artal.

Con tal ocasión se habían convocado unos premios, que se entregaron ese día. Los ganadores fueron José Cantos, del premio «Burriana»; Eduardo Berenguer Enríquez, accésit del premio de poesís, tema «Iberia»; Juan Artal Ortells, premio de poesía, tema «Acróstico»; Evaristo Crespo Baixauli, premio «Trabajo científico»; Eusebio Escolano, premio «Histología y Anatomía patológica»; Pedro J. Gómez, premio «Nobleza obliga»; y Francisco Soto Bordés, tema «Docena de pensamientos».

Después Juan Bartual, discípulo y amigo de Cajal, leyó un discurso. Le siguió otro de Zumalacárregui, otro del organizador Sr. Uxó, y cerró el acto Pedro María López.

En el mes de mayo el homenaje se trasladó al Círculo Valenciano, de Madrid. El acto estuvo presidido por el ministro de Instrucción pública. A su lado estaban el diputado a Cortes, Eduardo Vilar, el presidete del Círculo, Sr. Cerveró, y el senador Francisco Peris Mencheta.

Primero habló el Sr. Cerveró, que enalteció la figura de Cajal. Después lo hizo el Sr.Uxó, presidente de la Comisión Escolar Valenciana, portador del álbum obsequio para Cajal. Se refirió a valencianos como Llorente, Blasco Ibáñez, Sorolla, y Benlliure, entre otros. Después hizo uso de la palabra el diputado Eduardo Vilar, en representación propia y de Amalio Gimeno, que no pudo asistir por encontrarse su madre muy enferma. Posteriormente el secretario del Círculo, Sr. Vidal, leyó el Acta concediendo al Dr. Cajal el título de socio honorario del Círculo Regional Valenciano.

Santiago Ramón y Cajal leyó unas cuartillas rindiendo gratitud a Valencia y «cuantos profesores le secundaron por amor a la ciencia para conquistar los laureles que hoy le tributaron». Se mostró satisfecho y agradecido con los estudiantes y con cuantos habían contribuido al álbum «suscrito desde las personalidades más sobresaliente hasta los más humildes hijos del pueblo». Cerró el acto el ministro de Instrucción pública que habló en nombre del Gobierno.

El Instituto Médico Valenciano en 1907

El año 1907 también puede considerarse como normal en la vida del Instituto Médico Valenciano. El tema de buscar un nuevo local continuó siendo habitual en las juntas. Mientras tanto se renovó el salón de sesiones con  nuevo mobiliario y decoración, así como la limpieza de las lámparas. Se pagó con los intereses que había generado la cuenta de la Caja de Ahorros. También se despejó el asunto de la herencia del Dr. Röel. No se menionan cantidades, pero ya se convocaron dos premios bastante cuantiosos con cargo a la misma. La sesión aniversario estuvo dedicada al Dr. García Röel. El discurso, consistente en un análisis de su vida y obra, corrió a cargo del Dr. D. Vicente Carsí. Hubo alguna conferencia y actividad que no quedó reflejada en las Actas y que se conocemos gracias a los anuncios y reseñas de Las Provincias. Desde el mes de noviembre se inició el debate de un tema presentado por el Dr. Brines, relacionado con la deontología. Al no haberse conservado las propuestas, se hace difícil su seguimiento a través de las Actas. No obstante, se publicó un resumen y una especie de cartilla en La Medicina Valenciana. Finalizó el año sin que se hubiera acabado su discusión. Otro aspecto destacable fue la felicitación a Jaime Ferrán al haberle sido concedido un Premio de la Academia de Ciencias de París.

9 de enero de 1907, Junta directiva
Presidencia accidental del Sr. Villanueva.
Se analizó el encargo que se hizo en sesiones anteriores al Dr. Antonio Casanova, consistente en buscar presupuestos para la renovación del mobiliario del Instituto.
Se agradeció la excelente labor llevada a cabo y se aplazó el tema para una junta posterior.
Se aprobaron diferentes pagos.
Se recordó a los presidentes de las secciones que organizaran alguna conferencia. El Sr. López Vicente se ofreció a dar una en breve.

9 de Enero de 1907, Junta general
Presidencia accidental del Sr. Villanueva.
Se votó y admitió a los siguientes socios: Vicente Pallarés Iranzo y José Iranzo Valls, ambos licenciados en medicina.
Se recordó el asunto de las conferencias y se anunció que el Sr. López Vicente iba a impartir una en breve.

31 de enero de 1907, Junta directiva
Presidencia accidental del Sr. Carsí
El Sr. Tesorero presentó el estado de Caja. El año 1906 se cerró con un superávit de 36,79 pesetas. Respecto a la cuenta de la Caja de Ahorros dijo que en 1895 se inresaron 1958, 68 pesetas y que en la actualidad la cifra era de 2.789,65 pesetas, con lo que los intereses generados ascendían a la cantidad de 830,98 pesteas.
Se aprobó el gasto de encuadernación de seis volúmenes de Medicina, Clínica y Terapéutica de W. Epstein, y del Tratado de Terapéutica de Penzolt.
D. Antonio Casanova presentó los presupuestos de renovación del mobiliario del salón de sesiones, que fueron rechazados en totalidad excepto el que importaba 698 pesetas, que se abonarían de los intereses devengados de la cuenta de la Caja de Ahorros.
Se autorizó al Sr. Casanova a que llevara a cabo las reformas.

31 de enero de 1907, Junta general
Reingresaron como socios residentes D. Juan Moliner Roca y D. Rafael Cañizares Domingo.
Se propuso como socio a D. Francisco Mora Caldés.
Quedó enterada la Junta del estado de la Caja, existiendo a primero de enero la cantidad de 550,78 pesetas, con 36, 79 de superávit.
Se ratificó el acuerdo tomado en Junta directiva sobre la reforma del salón de sesiones así como el pago correspondiente.

27 de febrero de 1907, Junta directiva
Se informó del tema de la reforma del salón de sesiones y se acordó que se intentarían limpiar las lámparas de gas.
Se aprobaron pagos. Entre estos, la cantidad de 341 pesetas al notario Sr. Roch, por sus derechos y gastos de la escritura de incautación de la herencia del Dr. García Röel, a cargo de la misma.
Se acordó aplazar la Sesión aniversario, que coincidía con las fiestas de Pascua para otra fecha.
Se acordó manifestar el sentimiento del Instituto por el fallecimiento de los hijos de D. Constantino Gómez Reig y D. Agustín Trigo, nombrando una comisión para dar el pésame.

27 de febrero de 1907, Junta general
Se votó y admitió como socio residente a D. Francisco Mora Caldés, médico militar.
Se informó de la recepción del título de Patrono de honor de la Colonia Sanatorio de Fontilles, de San Francisco de Borja, para leprosos.
Se acordó hacer las gestiones oportunas para imprimir los títulos de socio.
Se comisionó al Dr. Carsí para encargar una fotografía del Dr. García Röel y para gestionar la inscripción de una lápida conmemorativa.
Se nombró una comisión formada por los Dres. Carsí, Torrens y el Presidente para elaborar el programa de premios.
El Sr. Carsí propuso que en la Memoria aniversario figurara en primera página una fotografía del Dr. García Röel.

26 de marzo de 1907, Junta directiva
Se acordó el pago de la factura de limpieza de las lámparas de gas.
Se acordó que constara el sentimiento de la Corporación por el fallecimiento de la Sra. madre de D. Daniel Ruíz Granería.

26 de marzo de 1907, Junta general
El Sr. Carsí dio cuenta de sus gestiones sobre la fotografía del Dr. García Röel, cuyo coste era de 75 pesetas, más un marco adecuado para que resultara ‘una obra artística digna del homenajeado’.

4 de abril de 1907, Junta directiva
No hubo asuntos que tratar

4 de abril de 1907, Junta general
Se recordó a los asistentes la necesidad de presentar comunicaciones o de organizar conferencias para dar vida al Instituto.

1 de mayo de 1907, Junta directiva
Se aprobaron diversos gastos.

1 de mayo de 1907, Junta general
La Comisión de premios propuso que el programa y temas fueran los mismos que el año anterior. Respecto a los premios Röel, se concedería uno de 1.500 pesetas a la mejor monografía sobre Topografía médica de uno de los municipios de la provincia de Valencia, correspondiendo a este premio un accésit con diploma con el título de socio de mérito y medalla de plata de la Corporación. Otro de 1.500 pesetas a una memoria sobre un tema de libre elección acerca de ‘Cirugía contemporánea’ con carácter de originalidad, con un accésit en las mismas condiciones que el premio anterior.
El Sr. Carsí informó de sus gestiones sobre la lápida homenaje al Dr. García Röel.

24 de mayo de 1907, Sesión inaugural aniversario de la Fundación del Instituto
Se dio lectura a las actividades realizadas a lo largo del curso 1906-1907.
A continuación el Dr. Carsí dio lectura al discurso dedicado a la Fundación Röel. “Comenzó biografiando a este ilustre bienechor que nació el año 1821 en Ceceda (Oviedo) y falleció repentinamente en Madrid el 20 de diciembre de 1895, relatando los títulos, méritos y servicios del biografiado”
El Sr. Carsí hizo un llamamiento a la clase médica valenciana para que acudiera a los certámenes que se celebraran cada año en homenaje al Dr. Röel.
Para finalizar el Presidente pronunció un breve y elocuente discurso agradeciendo el que había impartido el Dr. Carsí y la asistencia del numeroso público que llenaba el salón.

5 de junio de 1907, Junta directiva
Se aprobaron diversos gastos.
El Presidente informó de una casa que dejaba el Círculo de Bellas Artes que podía servir para trasladar la sesde del Instituto e invitó a los socios a que la visitasen.
El Sr. Carsí apoyó la idea, dijo que la había visitado y que consideraba adecuada para la Corporación. El Sr. Torrero preguntó si el nuevo alquiler no ocasionaría déficit. Le contestaron los doctores Carsí y Bort.

5 de junio de 1907, Junta general
El Presidente manifestó la necesidad cada día más apremiante de buscar un nuevo domicilio social. Dijo que había encontrado uno adecuado a lo que podía gastar la Institución.
Se nombró una comisión para llevar a cabo las gestiones compuesta por los Sres. Albiol, Casanova, Dalfo y Calatayud. Se acordó que al finalizar la sesión se trasladarían a ver la casa a la que se había referido el Presidente.

3 de julio de 1907, Junta directiva
No hubo asuntos que tratar

5 de agosto de 1907, Junta directiva
Presidencia accidental del Sr. Villanueva.
No hubo asuntos que tratar.

4 de septiembre de 1907, Junta directiva
No hubo asuntos que tratar.

1 de octubre de 1907, Junta directiva
La Presidencia se interesó por el discurso apologético. Dado que no se había entregado, se acordó mandar al conserje a casa del Sr. Cebrián para que recogiera el original.

18 de noviembre de 1907, Junta directiva
El Presidente explicó los motivos por los que el Sr. Cebrián no había podido entregar el texto del discurso. Su esposa se encontraba gravemente enferma. A fin de no interrumpir la marcha de las sesiones, propuso que éstas continuaran y que el discurso apologético tuviese lugar cuando el Sr. Cebrián pudiera.
El Secretario informó del abandono del cargo del Contador y propuso que lo desempeñara interinamente el Vicecontador. Se aprobó.
Se informó de que el Sr. Conder había enviado varios ejemplares de la obra Etiología de la pelagra, de Faustino García Röel. Se aprobaron algunos gastos.

18 de noviembre de 1907, Junta general
La Presidencia informó de los problemas surgidos en torno a la sesión apologética.
Se informó de la recepción de la segunda edición de la Terapéutica del doctor Peset Cervera. La Junta acordó agradecer el envío.
El Presidente convocó a Junta general para el 21 de noviembre en la que el Dr. Brines expondría una comunicación.

21 de noviembre de 1907, Junta general
Se propuso como socio residente a Julio Perales García, doctor en medicina; y como socio corresponsal a José M. Segura Martí, licenciado en medicina y residente en Bélgica.
A continuación el Dr. Brines expuso el tema Algunas bases para contribuir a la Deontología médica. Habló de dos grupos de relaciones: la de los médicos con sus clientes y las de los médicos entre sí. Invitó después a que los asistentes presentaran otro tipo de relaciones ya que entendía que todo lo que fuera suavizar asperezas, redundaría en beneficio del enfermo.
El Dr. Oliete señaló que había encontrado ‘pestificada’ la presentación del tema, ya que el mal era grave y difícil ponerle remedio. Dijo que le parecía mejor encaminar la discusión hacia el análisis de las causas que motivaban la falta de compañerismo y otras irregularidades en el ejercicio de la profesión, para descender después a las bases que deberían ser discutidas. Señaló que una de éstas era la falta de cultura en la clase médica, ya que la mayor parte de los compañeros desconocían sus deberes.
El Sr. Brines agradeció la intervención del Dr. Oliete y señaló que, efectivamente, faltaba una reglamentación en el ejercicio de la profesión.
El Sr. Pérez Fuster defendió la oportunidad del tema y apuntó la necesidad de que los profesionales dispusieran de pautas de conducta a las que amoldarse. Entró en el tema concreto de si los familiares debían estar durante la consulta de un enfermo con el médico. Él opinaba que sí o, en todo caso, preguntár si deseaban estar presentes.
El Sr. Brines manifestó su opinión a favor de lo dicho por Pérez Fuster. Hizo notar que en la base 9 sobre la forma de celebrar las consultas, se señalaba que ‘se procurará’ realizarlas estando solo médico y enfermo, pero no lo imponía.
El Sr. Chabás propuso que se dejaran las bases a disposición de los socios para que las pudieran estudiar con detenimiento. Declaró que encontraba muy difícil la solución del problema, ya que la principal dificultad estribaba en la ignorancia y olvido de la educación de algunos compañeros.
El Sr. Pérez Fuster señaló que no habría que hablar de ignorancia, sino de inmoralidad.
El Sr. Perales, al que se le concedió la palabra a pesar de no haber sido todavía admitido como socio, indicó que ya existía un buen código de moral médica, el código polonés, que había sido aceptado en la provincia de Castellón. Llevaba ocho años en vigor y había dado buenos resultados. Habló también de si podía existir una ‘moral sin sanción’, siguiendo en esto las doctrinas de Spencer (la moral sin sanción es inmoral). En Castellón, se aislaba al compañero incorrecto y se daba ocasión para abonar cantidades que se destinaban al Montepío.
El Dr. Oliete propuso que para la próxima sesión se discutieran las bases sin perjuicio de ocuparse más adelante de las causas que daban lugar al mal comportamiento de algunos médicos.
El Sr. Chabás dijo que Pérez Fuster no había interpretado bien lo que él había dicho. Lo resumió: ‘Se puede ser muy ilustrado y muy mal educado’.
El Sr. Pérez Fuster advirtió al Dr. Perales que el Instituto era una Institución científica y no podía imponer sanciones. Eso lo debía hacer el Colegio de Médicos.
El Sr. Chabás insistió en el hecho de que proceder de modo incorrecto no era precisamente por ignorancia ni por falta de educación, sino por exceso de mala fe.
El Presidente propuso que se discutiera la totalidad del tema antes que los detalles y en una próxima sesión. Así se acordó.

29 de noviembre de 1907, Junta general
Quedó enterado el Instituto de la invitación del Ateneo a la Sesión inaugural
Quedaron admitidos por unanimidad los socios residente y corresponsal D. Julio Perales y D. José M. Segura, propuestos en sesión anterior.
Continuó el debate iniciado en la sesión anterior. El Dr. Oliete señaló que debía empezarse por las relaciones entre los profesionales.
El Sr. Brines dijo que redactó las bases ateniendo a que primero era solicitado el médico que era cuando entraba en funciones y, además, algunas bases del segundo grupo estaban tan íntimamente relacionadas con las del primero, que al leerlas no se comprendían si no se estudiaban con anterioridad.
Oliete dijo que el médico debía estar ya preparado para saber a qué atenerse y poder obrar con mejor conocimiento de causa, “y como al rectificar el Sr. Brines dijo que éste no tenía inconveniente en principiar el debate según lo propuesto por el Sr. Oliete”. Así se acordó.
El Sr. Chabás dijo que la frase ‘debe intentar’ le parecía poco expresiva y la base debería redactarse de modo que se obligara al médico segundo a conferenciar con el compañero, averiguando la situación en que quedaba éste y únicamente dejar de realizar la consulta cuando se le presentaran obstáculos insuperables.
Oliete se opuso porque el médico al obrar de buena fe, realizaría la conferencia y en caso negativo no sería por culpa suya.
Perales señaló que la base debía ser concreta, debiendo los demás médicos negarse rotundamente a visitar sin la aquiescencia del de cabecera.
Brines invitó a los que impugnaron las bases, a que las redactasen de nuevo para encauzar mejor el debate.
Blanco, fundándose en que los enfermos ‘no nos pertenecían’ y el cliente podía prescindir de los servicios del médico o visitar los dos, propuso la redacción de la base del siguiente modo: ‘Cuando el primer médico haya de cesar, debe intentar la consulta el segundo sin obligarse, siendo aquélla preceptiva cuando han de visitar los dos’.
Perales rectificó diciendo que la consulta debía ser preceptiva o por lo menos autorización del de cabecera, por si el compañero no había quedado en buen lugar.
Oliete rectificó diciendo que el médico se debía al enfermo antes que al compañero y no debíane garse a asistir a un enfermo aun cuando hubiera quedado la familia mal con el compañero, por lo que defendió la base tal como estaba redactada.
Brines dijo que tal como estaba redactada, se entendía que visitaran los dos y defendió la frase ‘hacer todo lo posible’ en sustitución de la ‘debe intentar’, con lo que quedó aprobada la base con la adición por parte de la Presidencia con carácter provisional, lo mismo que las restantes para el caso que se halle en pugna con alguna otra y poder rectificarse relacionándolas.
Cumplido el tiempo reglamentario se dio por finalizada la sesión.

5 de diciembre de 1907, Junta general extraordinaria
Continuó el debate sobre Algunas bases para contribuir a la Deontología médica.
Leída la base segunda fue aprobada, después de manifestar el Dr. Brines que la redactó teniendo en cuenta la costumbre establecida. Torrero añadió que se debía aceptar la base desde el momento que se había aceptado que el cliente podía cambiar de médico.
Leída la base tercera, el Sr. Perales manifestó su opinión de añadir que el médico segundo debía dejar a su compañero en el lugar que le correspondía, sin fiscalizar sus actos.
Brines dijo hallarse conforme con lo expuesto por el Dr. Perales y que la base estaba redactada de tal forma que no se notara disparidad entre los dos compañeros. En otras bases se hacía constar que no podían censurarse los actos del compañero.
Chabás preguntó si este proyecto estaba redactado para médicos encanecidos en la profesión o para médicos nóveles con el objeto de que los guiara en todos sus actos. Si era el primer caso, debería sintetizarse y si era el segundo, ampliarse descendiendo a los detalles más pequeños.
Brines dijo que sus aspiraciones eran cambiar impresiones y crear opinión, sirviendo de pauta para los médicos más jóvenes. La Presidencia añadió que la Corporación debía legislar para todos los médicos, lo que no impedía que la redacción fuera detallada.
Se aprobaron las bases cuarta y quinta.
Se leyó la sexta. Brines reconoció la dificultad de demarcación del límite para censurar al compañero.
Perales dijo que en esta base se establecían las relaciones de los médicos a la cabecera del enfermo y no decía nada del perito ante los tribunales de justicia, pues en este caso la verdad debía ser escueta. Añadió que el perito médico debía criticar, no censurar las actas del otro perito en todos los sentidos.
A Brines le pareció oportuna la indicación hecha por el Dr. Perales y que podía incluirse en la base siguiente o formar una nueva.
Chabás dijo que no debía nunca censurarse al compañero sin estar éste presente ya que no podía defenderse.
Brines rectificó que Chabás había ido más lejos que él, revelando una nobleza considerable, pero con ello no se resolvían todos los casos, como por ejemplo el compañero ausente que explotaba la profesión.
Se acordó que Chabás, Perales y Brines redactasen de nuevo la base para discutirla.
Chabás se lamentó de la falta de concurrencia de socios a las sesiones a pesar de la importancia del tema.
Se acordó enviar un telegrama de felicitación en nombre del Instituto al Dr. Ferrán por el premio de la Academia de Medicina de París. La redacción fue confiada a los Sres. Chabás, Perales y Brines.

7 de diciembre de 1907, Junta directiva
Se acordaron diversos pagos.

7 de diciembre defenderse 1907, Junta general extraordinaria
Se propuso como socio residente a  D. Francisco Gimeno Marqués.
Se suspendió momentáneamente la sesión para la elección de cargos para renovar.
Los elegidos fueron:
-Vicepresidente: Vicente Carsí
-Secretario general: Manuel Olmos
Contador: Joaquín Iborra
Bibliotecario: Antonio Torrero
Presidente de la sección de Cirugía: Antonio Casanova
Presidente de la sección de Epidemiología: José Chabás
Vicesecretario de actas: Lorenzo Arroyo
Vicetesorero: Joaqu´incluirse Aguilar Jordán
-Como vicecontador, que resultó vacante, se designó a José Baldov´i.

12 de diciembre de 1907, Junta general ordinaria
Se acordó admitir como socio a Francisco Gimeno Marqués. Reingresaron como residentes Ramiro Ruíz García y Luis Riezo Mallach.
Se propusieron como socios residentes a Ramón Morant Giralt y Abel de los Ríos Fabregat.
Se dio lectura a los presupuestos para el siguiente ejercicio y se designó una comisión formada por Campos Igual, Ruíz y Perales para que los estudiaran y emitieran dictamen.
Se informó de haber recibido memorias que optaban a los premios. Una cuyo tema era ‘La tendonesis escapulo-humeral’ y la otra sobre la ‘Topografía médica de Manises’. Se designó a Colomer, Gómez Ferrer y López Rocicén para valorar la primera, y a Aveñó, Guillén Marco y Cubells para la segunda.
Se acordó entregar a los socios por orden de antigüedad las memorias disponibles sobre la pelagra, redactada por el Dr. Röel.
Chabás leyó el texto del telegrama de felicitación a Ferrán. Campos Igual solicitó que se leyeran escritos de dos periódicos de Barcelona en los que se regateaba el premio concedido a Ferrán.
Chabás señaló que se había acordado felicitar a Ferrán en términos positivos.
El Dr. Aveñó recordó los trabajos realizados por Ferrán durante la epidemia colérica.
Brines señaló que no debían discutir la personalidad científica de Ferrán sino felicitarle por el premio concedido por la Academia de París.
Ruíz afirmó que no debía darse crédito a las opiniones de periódicos políticos.
Finalmente se aprobó el texto que había redactado Chabás.
Siguió después la discusión sobre el tema deontológico. Brines se excusó de no haber llevado la base sexta, que quedaba para la próxima sesión.
Leída la base séptima, el Sr. Chabás señaló que la denuncia debía hacerse siempre ante el Tribunal competente judicial o médico. Brines señaló que debía ser potestativo y no preceptivo.
Perales manifestó que la base no excluía la denuncia y que lo que proponía el Sr. Chabás quedara para el final del proyecto.
Aveñó dijo que cuando se obraba de mala fe, debía perseguirse y hacerse la denuncia ante los tribunales.
Carsí afirmó que, por mimetismo de la ley, todo ciudadano tenía el deber de denunciar a los tribunales los hechos punibles, pero además de esto quedaba poder censurar al compañero, con cuyas aclaraciones quedó aprobada la base.
Leídas la octava y novena, fueron aprobadas.
A la décima adujo el Sr. Carsí que la familia tenía derecho a saber de qué enfermedad se trataba y hacer presente la discrepancia, aclarando el Sr. Brines que como estaba redactada la base no excluía el que dijera el diagnóstico al preguntarlo a la familia; lo mismo que el pronóstico, pues podía ocurrir que no viera el caso más grave que el otro (médico) y no convenía decirlo o no indicarlo la familia, pues ‘si decíamos que no estábamos de acuerdo, los interesados se asustarían sin beneficio para el enfermo’.
El Sr. Aveño dio su opinión de que como obligación moral el médico debía manifestar el pronóstico.
El Sr. Carsí propuso que se suprimieran las palabras diagnóstico y pronóstico haciendo constar la unanimidad de parecer en las indicaciones terapéuticas y si hubiera disentimientos, la familia tenía derecho a conocerlos.
A propuesta de la Presidencia se acordó que la familia tuviera derecho a saber lo fundamental, dejándose de nimiedades y, en caso de desacuerdo, que se le dieran las explicaciones basadas en esto.
Leída la undécima base, fue aprobada.
Transcurridas las horas reglamentarias se suspendió la sesión.

19 de diciembre de 1907, Junta general ordinaria
Se votaron y admitieron los siguientes socios: Ramón Morant Giralt y Abel de los Ríos Fabregat.
Se leyó el dictamen sobre los presupuestos y se aprobaron.
Ocupó la presidencia el Dr. Casanova.
Continuó el debate en torno a la Deontología.
Torrero señaló que el médico de cabecera no debía retirarse, habiendo conformidad.
Villanueva dijo que muchas veces la consulta era demandada por la familia por atender las habladurías de parientes y amigos a pesar de tener confianza en el de cabecera. En este caso debía hacerse tal ofrecimiento.
Campos Igual dijo que en el caso aislado de que se sientiera molestado el médico de cabecera, era cuando debía ofrecer el puesto.
Brines contestó que podía haber acuerdo sin implicar que llevara la razón, el de cabecera, pues el acuerdo se refería a lo que había que hacer en lo sucesivo; que casi siempre la familia pedía la consulta porque había desconfianza, y si el de cabecera no ofrecía el retirarse, debía la familia pagar los dos, pudiendo haber suficiente con uno. Pero si la familia decía que contiuaran, no habría caso, por cuyo motivo debía ofrecerse antes que la familia le retirara.
Villanueva se reiteraba en lo dicho y que si el médico de cabecera se retiraba, parecía que confesaba haberlo hecho mal y perdía la confianza de la familia. Sólo en el caso de que comprendiera que existía desconfianza, debía ofrecerse, y al retirarse, debía manifestar los motivos.
Brines señaló que el espíritu de la base se refería a que la familia le dijera al de cabecera que siguiera. Aceptada la enmienda de Villanueva, quedaba la base redactada así: ‘Tras la consulta, habiendo acuerdo, si éste ha sido solicitado por la familia y el médico de cabecera cree que ha sido motivada por desconfianza, ofrecerá retirarse, dejando para que continúe la asistencia el médico consultor, advirtiendo a los interesados la causa de ello’.
Leída la base catorce y tras varias intervenciones, se propuso aplazar su análisis a la espera de discutir las siguientes, con las que estaba directamente relacionadas.
Transcurrido el tiempo reglamentario, se cerró la sesión.

El Instituto Médico Valenciano en el Diario Las Provincias, en 1907

Éstas fueron las referencias que aparecieron en el diario Las Provincias sobre el Instituto. Una vez más, nos permiten conocer actividades que no quedaron reflejadas en las Actas.

-Sociedades. Instituto Médico Valenciano [Junta general]
Las Provincias, 9 de enero de 1907, p. 2

-Sociedades. Instituto Médico Valenciano [Junta ordinaria]
Las Provincias, 27 de febrero de 1907, p. 2

-Sociedades. Instituto Médico Valenciano. [Conferencia de E. López Sancho: ‘Una nueva operación para corregir los prolapsos genitales’
Las Provincias, 6 de marzo de 1907, p. 2

-Sociedades. Instituto Médico Valenciano [Vicente Carsi hablara de ‘Un caso práctico de abceso de la lengua’]
Las Provincias, 23 de marzo de 1907, p. 2

-Sociedades. Instituto Médico Valenciano [Aniversario de su fundación. Vicente Carsí hablara sobre el Dr. Röel]
Las Provincias, 24 de mayo de 1907, p. 2

-Instituto Médico Valenciano
Las Provincias, 25 de mayo de 1907, p. 2

-Sociedades. Instituto Médico Valenciano [Conferencia de Vicente Brines sobre ‘Deontología médica]
Las Provincias, 17 de noviembre de 1907, p. 2

-Sociedades. Instituto Médico Valenciano [Continúa la sesión sobre deontología]
Las Provincias, 28 de noviembre de 1907, p. 2

-Sociedades. Instituto Médico Valenciano [Nueva Junta]
Las Provincias, 9 de diciembre de 1907, p. 2

-Sociedades. Instituto Médico Valenciano [Un mensaje a Ferrán. Sigue la discusión del tema de deontología]
Las Provincias, 12 de diciembre de 1907, p. 1

-Sociedades. Instituto Médico Valenciano [Junta. Sigue el tema de la deontología]
Las Provincias, 19 de diciembre de 1907, p. 2

[Estas anotaciones se han podido realizar gracias al Proyecto de Investigación del Ministerio de Educación, HAR2008-04023].

Los estudiantes contra Simarro (1851-1921)

A lo largo de la revisión de la prensa diaria que estamos realizado entre los años 1898 y 1930, hemos podido comprobar que los estudiantes universitarios protestaron, igual que sucede en la actualidad. Aunque este asunto no ha sido objeto directo de nuestro estudio, sí nos hemos detenido en los casos relativos a los estudiantes de Medicina en asuntos de la enseñanza. Unas veces se trata de protestas por reivindicaciones más que justificadas; otras, por cuestiones mucho menos importantes, como alargar los periodos de vacaciones.

En esta ocasión quiero traer un ejemplo muy llamativo. Se trata de las protestas de los estudiantes de doctorado de Medicina por la asignatura del doctor Simarro, ‘Psicología experimental’. Llegaron a ser tan intensas que trascendió a la prensa. Veamos cómo otro médico que más tarde adquirió gran relieve, José Verdés Montenegro, colaborador asíduo de El Imparcial, opinaba sobre el tema en portada en junio de 1907.

Simarro
Todos los años, llegada la época de los exámenes, un cierto número de alumnos de doctorado de Medicina reniega de Simarro, y pide la supresión de la asignatura que, para honor de la cultura española, explica el eminente profesor. Si pudiesen darse cuenta los que proceden de esa suerte de la aflicción que en la conciencia nacional produce la protesta, seguidamente se arrepentirían de formularla. Hay que advertírselo, por lo mismo, sin acritud, sin aspereza, como paternal amonestación, si se quiere; pero es preciso hacerles saber que para la intelectualidad española será siempre un motivo de tristeza el que la juventud se aparte de Simarro, que por su inteligencia, por su cultura, por sus maravillosas facultades docentes, es una gloria del profesorado del país.

Como en otras muchas cosas sucede, cuando ya no podemos soportar más tiempo la vergüenza de que no hubiese en España cátedra alguna de Psicología fisiológica, habiéndolas en el extranjero a centenares, se creó la enseñanza oficial de esa asignatura en nuestra patria. Los que piden su supresión ignoran indudablemente esta historia, y no han pensado en lo que nos afrentaría en la opinión mundial el que se accediese a lo que solicitan.

No he de ocuparme en rebatir la pueril suposición de que la Psicología fisiológica carece de vínculos que la unan con los demás estudios médicos. Voy más allá: cualquiera que fuese la asignatura, a condición de que la explicase Simarro, merecería que los alumnos se dedicasen a ella con fervor. El contacto con los espíritus superiores eleva las almas, abriéndolas horizontes inesperados, despierta emulaciones, tonifica y ennoblece; y sólamente con haber puesto a la juventud en comunicación con Simarro, ha hecho el Estado una obra de cultura. Más quizás que su ciencia, ha querido el Estado que la juventud se asimile al espíritu del maestro, de una serenidad y de una flexibilidad portentosas, que revelan su aristocratismo intelectual, y que se contagien de su amor al estudio y de su fe en el trabajo, para ser orgullo de su país.

No es posible que la juventud reniegue de Simarro sabiendo quién es; seguramente los que tal hacen desconocen su figura, ignoran la alta representación que tiene en el mundo intelectual. Díganles quién es Simarro sus hermanos en vigor espiritual, sus compañeros en la lucha por la cultura. Giner, Azcárate, Cajal, Echegaray, Galdós, todos aquellos por quienes el nombre de España es pronunciado en el mundo científico, eviten con su autoridad que se repita ese periódico espectáculo de la protesta contra Simarro, que apena profundamente a cuantos se interesan por el progreso de su país.

El Sr. Martínez Sierra, pidiendo que se haga algo en honor de Simarro, ha tenido una iniciativa laudable. Nada mejor que hacer sentir a esos jóvenes mal inspirados la «presión social» que cohibe toda clase de manifestaciones infundadas, corrige errores y vuelve a su cauce los ríos desbordados.

Yo me hubiera dirigido exclusivamente a los médicos; pero Simarro es una gloria de la cultura general española, no de la clase médica en particular. A nosotros nos apena doblemente el hecho lamentable, no porque sea médico Simarro, sino porque son alumnos de Medicina los que piden que les crucifiquen a Jesús… y les suelten a Barrabás.

José Verdés Montenegro

Hoy la tecnología permite conocer opiniones sinceras de los estudiantes de Medicina en las redes sociales, sobre todo en épocas de exámenes. No es que sean las disciplinas más cercanas a las ciencias sociales o humanas el objetivo de su desagrado, la fisiología del aparato renal o del corazón, el parto o temas de salud pública les resultan ‘insoportables’ y ‘muy aburridos’. Independientemente de cómo se haya explicado la materia o del planteamiento de una disciplina concreta, resulta curioso este tipo de opiniones. Se puede pensar que esto se relaciona con las formas tradicionales de evaluación; es verdad, pero no siempre.

Simarro al microscopio. Óleo de Joaquín Sorolla. Legado Simarro. Fundación General. Universidad Complutense.

Cuando Lister cumplió los ochenta años, en ‘Las Provincias’

Resulta interesante que un diario como Las Provincias se hiciera eco de la celebración del cumpleaños de Joseph Lister en su primera página. Nació el 5 de abril de 1827, por lo que en 1907 cumplió los ochenta. Murió cinco años más tarde, el 10 de febrero de 1912.

Las Provincias, de Valencia, dedica un artículo para dar noticia de esa celebración y aprovecha para contar sus principales contribuciones en el campo de la medicina, especialmente la antisepsia. No lleva firma. A continuación lo transcribo.

El inventor de los antisépticos

Con motivo de su aniversario, Lord Lister se ve honrado en todas partes, principalmente Berlín y Copenhague, y lo merece el inventor de la aplicación de antisépticos para el tratamiento de las heridas y la realización de las operaciones quirúrgicas.

Lord Lister es uno de los grandes bienhechores modernos del género humano. A su vez, no puede quejarse de la ingratitud ajena. El Mensaje que le han dirigido los médicos y estudiantes del King’s College Hospital aparece encabezado en los siguientes términos:

“Al Right Honourable lord Lister, O.M., F.R.S., M.D., D.C.L., Ll.D., F.R., C.S., etcétera, cirujano mayor de S.M. el rey, cirujano consultor del King’s College Hospital, etc.”

Cada uno de ese grupo de letras representa un honor o una dignidad, y en la enumeración no aparecem todas las letras a cuya “apendicitis” tiene derecho el famoso cirujano, a quién, por añadidura, se le ha dado el codiciado título de lord. Además, todo el mundo médico de Londres está desfilando estos días por Park Crescent, en Portland Place, calle que va desde Regent’s Street a Regent’s Park, y en la que viven casi todos los médicos afamados de Londres. Eso aparte de los numerosos telegramas de felicitación que todas las ciudades y pueblos de Inglaterra, Escocia e Irlanda, de todas las regiones del Imperio Británico y de todos los países civilizados llueven sobre la casa de Park Crescent para coronar de gloria la cabeza de este anciano. Pero todo se lo merece el inventor de los antisépticos.

Lord Lister debe gran parte de su invento a los trabajos que emprendió Pasteur allá por el año 1860, en que se aplicaba ya universalmente el cloroformo, con lo que el público perdió el miedo a las operaciones. Antes del cloroformo la gente prefería dejarse morir a aguantar los dolores de las operaciones.

Pero con la aplicación del cloroformo, los hospitales ingleses se llenaron de gentes deseosas de que las operaran sin hacerles daño, y como los enfermos se amontonaban y se desconocían los antisépticos, y herramientas y sábanas y atmósfera estaban emponzoñadas, el resultado era que se morían casi todos y que los médicos atribuían la muerte a la “fiebre de hospital” o a la “gangrena de hospital”.

De las investigaciones de Pasteur sacó lord Lister dos ideas provechosas: que la descomposición en tejidos orgánicos se debe a la intrusión de gérmenes vivos de formas bajas de vida vegetal, y que esos gérmenes nacen siempre de primogenitores semejantes, pues no pueden brotar espontáneamente en el cuerpo animal.

Con estas dos ideas se dedicó a estudiar sistemáticamente las inflamaciones que entonces aparecían comunmente allá donde se aplicaba el bisturí, y llegó a la conclusión de que la formación de pus en las heridas se debía a la descomposición de la sangre expuesta al aire.

Los trabajos de Pasteur le sugirieron la idea de que la completa exclusión de los gérmenes impediría la putrefacción de las heridas y evitaría consecuentemente la formación del pus. Y entonces se le ocurrió aplicar cautelosamente el ácido carbólico en aquellas fracturas en que los huesos quedaban al aire libre.

El éxito de esta aplicación fue inmediato y completo. Como el ácido carbólico, por ser demasiado irritante, no podía aplicarse a las heridas quirúrgicas, tuvo que dedicarse a estudiar otros desinfectantes. Al cabo de varios años de trabajo logró dar con ellos, y actualmente nadie discute que las inflamaciones en las heridas se deben a gérmenes exteriores, sino que los médicos se preguntan cómo han entrado.

Hoy la antisepsia se practica por todos los médicos del mundo. A ella se debe que haya disminuido tanto la mortalidad en las guerras. A ella deben también la vida la mayoría de los toreros españoles que han recibido heridas. Y gracias a la antisepsia se pueden actualmente realizar operaciones en todas o casi todas las cavidades del cuerpo humano. En otro tiempo el bisturí no se aventuraba nunca por los pulmones, el estómago o los intestinos. Ahora va a todas partes, y cuando no se llama demasiado tarde, los resultados son satisfactorios.

Lord Lister es un gran bienhechor del género humano.
Las Provincias, 18 de abril de 1907, p. 1.

La imagen muestra al catedrático de clínica quirúrgica de la Universidad de Valencia, Enrique Ferrer Viñerta (1830-1891) realizando un intervención quirúrgica con la aplicación del método de Lister. El grabado fue incluido en el libro de Juan Aguilar y Lara, La nueva cirugía antiséptica, Valencia, Librería de Pascual Aguilar, 1882.

[Proyecto HAR2008-04023]

Publicidad: ‘Pilules orientales’ y utilidad de los Rayos X (1907)

Inserto dos anuncios que eran habituales en la prensa de 1907. Las Pilules Orientales prometían modelar los senos.

El otro anuncio se refiere al poder diagnóstico y curativo de los Rayos X. Por lo que se puede leer, casi pueden considerarse como una panacea. Se trata de publicidad del Instituto Terapéutico Calatayud, de Valencia, que gozó de fama en su tiempo.

Transcribo el texto:

«La mejor instalación instrumental de España. Reconocimiento por medio de los RAYOS X, de cálculos del riñón y de la vejiga, cuerpo extraños, lesiones óseas y articulares. Enfermedades del corazón y pulmonares.

Tratamiento por medio de los Rayos X de los tumores malignos, enfermedades de la piel (pelos, tiñas, acné, pelada, cáncer, lupus, etc.) y afecciones de la sangre (leucemia, paludismo crónico).

Instituto Calatayud de Terapéutica Física. Colón, 88 (frente a la Fábrica de Tabacos).»

[Anuncios insertados en Las Provincias, 1907] [Proyecto HAR2008-04023]

Amalio Gimeno y la Facultad de Letras de Valencia (1907)

Reproduzco a continuación la noticia del pequeño homenaje y regalo que la Facultad de Filosofía y Letras, de Valencia, dedicó en 1907 a Amalio Gimeno.

La Facultad de Letras al Dr. Gimeno
El claustro de profesores de Filosofía y Letras ha entregado al docto senador por esta Universidad, Excmo. Sr. D. Amalio Gimeno, una artística plancha de bronce colocada sobre rico ‘passe-partuout’, de tercipelo rojo, como homenaje de afectísimo reconocimiento.

En dicho bronce se ve el escudo del primero de nuestros centros, primorosamente grabado por el inteligente artífice Sr. Allado, y la dedicatoria que en él se consigna no puede ser más expresiva y cariñosa. Dice así:

‘AMPLISSIMO. VIRO. AMALIO. GIMENO. SVMMO. IVENTAE. MODERATORI. VALENTINAE. ACADEMIAE. IMPRIMIS. EIVSDEM. PHILOSOPHIE. DISCIPLINARVM. STRENVISSIMO. CVRATORI. NVPERRIME. PVBLICAE. HISPANIAE. INSTRVCTIONIS. BONARVM. QUE. ARTIVM. SVPREMO. PERILLVSTRI. RECTORI. HOCCE. PVSILLVM. GRATITVDINIS. TESTIMONIVM. MAIORA. MERENTI. LVBENTISSIME. DICANT. I. VILLO. P. LOPEZ. I. VENTVRA. C. RIBA. L. GONZALVO. I. DELEITO. I. PVIG. F. AMAT. KAL. FEBR. AN. MCMVII’

(Al varón ilustre Amalio Gimeno, maestro consumado, esforzado campeón de la Universidad valentina, y, por modo especial, de la Facultad de Filosofía y Letras, recientemente ministro excelentísimo de Instrucción Pública y Bellas Artes, (le) dedican muy reconocidos este modesto homenaje a quien es merecedor de más grande obsequio, José Villó, Pedro López, José Ventura, Carlos Riba, Luis Gonzalvo, José Deleito, José Puig, Francisco Amat.- 1º de febrero de 1907).

Merecido tiene este delicado obsequio tan ilustre valenciano, quien, desde que desempeña la senaduría por esta Universidad, ha conseguido establecer en Valencia las Facultades de Filosofía y Letras y Ciencias, y consejero de la Corona, refrendó la real orden para que la de Medicina cuente pronto con un suntuoso e higiénico edificio en consonancia con las necesidades de la ciencia y de la vida actual.

Las Provincias, 8 de mayo de 1907.

Aportaciones de Amalio Gimeno como ministro de Instrucción pública

A continuación voy a reproducir un texto que se publicó en La Crónica Médica y en Las Provincias de 25 de febrero de 1907 en el que se hace balance de la primera etapa de Amalio Gimeno como ministro de Instrucción pública. Después, entre el 3 de abril de 1911 y el 12 de marzo de 1912, volvió a ocupar la cartera. En los mismos se recogen importantes aportaciones relativas al país y a Valencia que a menudo se olvidan. Quizás haya llegado el momento de recuperar este tipo de informaciones.

«El Dr. D. A. Gimeno y su balance en Instrucción pública
Ya vuelve a estar con nosotros. Ya casi podemos tutearle. Nuestro querido amigo y compañero ha dejado de ser ministro de Instrucción pública, y se ha reintegrado a sus patrios lares, en donde será de nuevo el regocijo de su familia, la satisfacción de sus amigos, el consuelo de sus clientes y la alegría de su biblioteca, en donde las horas de estudio, y el oejeo de sus libros, y la nota y el apunte para sus trabajos científicos sucederán a la vida agitada, a la preocupación de la ‘res publica’, a las citas cronométricas, a las recepciones oficiales, a las responsabilidades parlamentarias, y sobre todas estas ‘minucias’, a aquella avalancha incalculable de recomendaciones de todas clases que amargan a cada momento las dulzuras de la vida ministerial.

Cuando el Dr. Gimeno fue llamado a los Consejos, ocupando el departamento de Instrucción pública para el que fue solicitado por sus amigos políticos y por la opinión del país, la España intelectual en masa aclamó como el escogido entre los mejores, y nosotros saludamos su advenimiento como una esperanza legítima para la patria. ¡Pero cuán fugaces son las glorias humanas en la vida ministerial de este país!

Desde el 10 de julio al 24 de enero, distribuido en dos etapas ministeriales, siquiera el interregno fuera de breves horas, y siempre combatida la labor ministerial por los descontentos e impacientes de la política, siempre los adversarios minando el terreno que pisan los ministros, siempre la fatídica palabra ‘crisis’ siendo como el ‘Mane Thecel Phanes’ del banquete Babilónico… ¡Qué plan ni qué pensamiento educativo de un país puede desarrollarse en estas circunstancias, siquiera el que hubiera de ponerlo en acción tuviera los arrestos intelectuales del amigo Gimeno?

Y sin embargo, hay que rendirnos a la evidencia; la gestión ministerial de nuestro compañero ha superado a toda previsión o esperanza.

Percatado nuestro ministro de que el problema pedagógico en España debía comenzarse a resolver por la primera enseñanza, inició sus reformas en las Normales de maestros y fundó de un solo golpe 222 escuelas, pagadas directamente por el Estado, con una nueva preparación para los maestros; ha aumentado a 555.000 pesetas la raquítica suma de 120.000 que había antes consignada para la construcción de edificios escolares, dejando así en los presupuestos una semilla fecunda de progreso escolar por nadie igualada desde Claudio Moyano hasta nuestros días.

Él hizo votar 30.000 pesetas para pensiones en el extranjero, organizando este servicio como no lo ha estado nunca, y por primera vez ha llevado al articulado de la ley de Presupuestos el aumento de sueldo de catedráticos, mediante la transformación de los derechos de exámenes, mejora que por la oposición de los conservadores, y especialmente del actual ministro Rodríguez Sampedro, no pudo ya sacar adelante en los últimos y ya angustiosos momentos de su discusión en el Senado.

La creación por real decreto de una Junta para el fomento de la educación nacional y otra no menos interesante para ampliación de investigaciones y estudios científicos, cuyo personal idóneo y competentísimo ha de ser la mejor garantía de su éxito, y la institución de la Caja para investigaciones científicas, que ha merecido el elogio de propios y de extraños, ¿no son datos elocuentísimos de una intensa labor del ministro sazonada con el jugo cerebral, producto de madurísimos estudios, que han abierto nuevos derroteros a la Instrucción pública en España?

Y no se diga de la predilección con que el eximio senador por esta Universidad ha correspondido a la confianza que este claustro tiene en él depositada.

No hace muchos años, el claustro de esta Universidad estaba exclusivamente reducido a las Facultades de Derecho y Medicina. Obra suya fue, por su mediación con su íntimo amigo el entonces ministro de Hacienda, el Sr. Canalejas, la creación de una Facultad de Ciencias de nueva planta, en su sección de Ciencias físico-químicas hasta la licenciatura inclusive, y poderosamente influyó también en la creación de la Escuela de Comercio cerca del ministro del ramo, Sr. Romanones, y durante su gestión ministerial él ha llevado a los presupuestos del Estado el mantenimiento de la Facultad de Letras, y de una sola plumada ha incluido en los mismos presupuestos toda una Escuela Superior de Industrias que no existía.

Las subvenciones con créditos del departamento de Instrucción pública a la ‘Enseñanza de la mujer’ en esta capital, a la Escuela de Sordomudos, a las Escuelas de Artesanos y a las de Cullera, ¿no son testimonios inequívocos de su amor por las cosas de Valencia? ¿Y su denodado esfuerzo y su decidido empeño, escasamente secundado por cierto, excepción hecha del entonces alcalde de esta ciudad, Dr. Sanchís Bergón, por conseguir terrenos en esta ciudad para construir un soberbio palacio que costara cuatro millones de pesetas al Estado, con destino a las Facultades de Medicina y de Ciencias, llevando a la ‘Gaceta’ el real decreto del concurso de planos arquitectónicos que dentro de poco terminará, no son datos irrecusables de patriotismo regional?

¿Hubo alguien que hiciera más o mejor en pro de los intereses generales del país en el ramo de enseñanza y de los locales de Valencia, siendo acusado por esta predilección por un diputado que intentó argüirle diciendo que como ministro no se había acordado más que de que era valenciano y médico…?

¡Lástima grande que la inestabilidad de los gobiernos de este país, no hayan permitido al doctor Gimeno desarrollar sus vastos planes de enseñanza y su bien meditado estudio de educación nacional!

Ello no obstante, esté tranquilo nuestro buen amigo, que partidarios y adversarios suyos han de reconocerle siempre el mérito de su labor ministerial; y cuando allá en el fondo de su alma quiera hacer apelaciones a sus recuerdos de seis meses al frente de la Instrucción pública en España, por encima de los contratiempos y luchas sostenidas en tan ardua empresa, flotará siempre la satisfacción del deber cumplido, que es el mejor galardón de los grandes espíritus y de las conciencias honradas».

M.C.
[Crónica Médica] y Las Provincias 25 de febrero de 1907, p. 1.

Proyecto de investigación HAR2008-04023 (La Medicina a través de la prensa diaria: El Imparcial y Las Provincias, 1898-1930)