Han pasado a engrosar la colección cuatro caricaturas de conocidos médicos de la primera mitad del siglo XX: Enrique Álvarez Sainz de Aja (1884-1965), dermatólogo del Hospital San Juan de Dios; del cirujano José Goyanes Capdevila (1876-1964); del dermatólogo Jaime Peyri Rocamora (1877-1959); y del clínico José Codina Castellví (1867-1934).
En cuanto objetos se han incluido un equipo quirúrgico de campaña procedente de la Segunda guerra mundial; una caja de instrumental para la intervención de cataratas y un equipo para la detección de glucosa, acetona y albúmina en la orina (Metrorin, de Laboratorios Barry). A esto hay que sumar un curioso aparato que tuvo mucho éxito especialmente en Gran Bretaña: el Rejuvenecedor de Overbeck. Por supuesto se trata de un aparato que los ingleses incluirían en el grupo de «quackmedicine» o de «charlatanes» o pseudociencia.
Equipo quirúrgico de campaña
Rejuvenecedor de Overbeck
Por último, en el terreno de la farmacología se han incluido la famosa vacuna anti-alfa que preparaba Jaime Ferrán en su Laboratorio y uno de los primeros quimioterápicos (sustancias obtenidas por procedimientos químicos), el salicilato de antipirina. La vacuna anti-alfa se basaba en la idea de que la tuberculosis se originaba en la bacteria alfa que, más tarde, se convertía en gamma. Si se vacunaba a los individuos con estas bacterias no virulentas, quedarían inmunizados. Cultivando el bacilo de Koch observó diferentes mutaciones del germen. La probó por vez primera en Alzira en 1919 a petición del tisiólogo valenciano Josep Chabàs. Más tarde sería desplazada por la conocida BCG. El sulfato de antipirina pertenece al grupo de los antipiréticos, analgésicos y antiinflamatorios no esteroideos y a los subgrupos de los derivados de los salicilatos (como la aspirina o la salicilamida) y pirazolonas (como el piramidón o aminofenazona, o la butazolidina).