Homenaje a Darwin de los estudiantes de medicina de Valencia (1909). Parte 34 y última

Con el cierre del año llegamos al final. El último es un artículo que apareción en Germinal. Por él nos enteramos de por qué la figura del entonces rector de la Universidad de Valencia, el médico Machí Burguete, no aparecía en ninguno de los actos que tuvieron lugar en el Homenaje a Darwin. De momento cerramos la sección. Esto no significa, sin embargo, que si encontramos más datos y opiniones de la época, las recojamos.

Unamuno en Valencia

Invitado por los jóvenes escolares de Medicina ha permanecido en Valencia durante breves días el ilustre rector de la Universidad de Salamanca D. Miguel de Unamuno.

Su prsencia la ha motivado el interés que los escolares valencianos -los únicos de España- demostraron por honrar la memoria del gran naturalista inglés Carlos Roberto Darwin, con ocasión de celebrarse estos días el centenario de su nacimiento.

Y en una velada que celebraron en el Paraninfo de la Universidad y en la que tomaron parte los doctores Boscá, Bartual y Casanova, pronunció un discurso bellísimo, superior a toda ponderación ya por la forma sugestiva y extrañamente amena sino por su fondo alentador, de alto consuelo y superior idealismo.

Retazos del discurso andan por ahí con las reseñas periodísticas; el discurso completo ya será conocido del público en general porque en ese trabajo se hallan en la actualidad los taquígrafos y los jóvenes escolares. Nosotros nos atenemos a recomendarlo eficazmente a nuestros lectores por las profundas verdades que en él se dicen y aún nos permitimos llamar la atención sobre la segunda mitad para que reflexionando sobre ella puedan producir su efecto aquellas palabras de un elevado sentido moral, de un gran consuelo ético.

Hubiera estado en nuestros medios y es seguro que a estas fechas anduvieran ya publicadas cuantas palabras vertió en sus tres conferencias -las dos conferencias posteriores no fueron sino continuación de la hermosa oración en honor de Darwin- y así hubiéramos honrado honrado el talento y prestado un gran servicio a la ciudad. Quizá sea Valencia la ciudad que más necesitada se halle de estos refrigerantes para encauzarse por los amplios senderos de un más puro espiritualismo.

Pero no siempre se hallan acordes el pensamiento y la realidad. Aquellos nuestros anhelos por hacer llegar hasta el último rincón la voz del apóstol que predica la nueva doctrina de la liberación y emancipación de España por la creación de una conciencia y la afirmación de la personalidad, tropezaron con no pocos inconvenientes y dieron al suelo todos nuestros amables planes.

Mas no nos quedaremos sin guardar este tesoro y sin saborearlo detenida y reflexivamente porque ya los trabajos están bastante adelantados, lo que celebramos de todas veras.

Tres conferencias dio D. Miguel de Unamuno en esta ciudad y fueron tres formidables arietes que conmovieron el quietismo de nuestros sabios oficiales. Sus engurruñidos cerebros, necesitaban un espolique para recobrar su estado normal y la palabra de Unamuno sirvió de modo elocuentísimo.

Los pobres señores que pasaron su tiempo entregados a la vulgar rutina sin perquirir siquiera el objeto para el que se les puso en una cátedra mostraron su indiferencia desdeñosa y continuaron rumiando sin molestarse ni aún para oír al compañero. Son los eternos caballos de noria -como dice el mismo Unamuno- que reciben el pienso y ruedan mecánicamente sin enterarse del objeto a que se les destina ni la utilidad o beneficio de su labor.

Y coronando a toda esta indiferencia grosera, como capitaneándola, está la actitud del rector señor Machí, modelo de incorrección, de fanatismo, de descortesía, de doblez espiritual y de hipocresía. No ha habido un solo periódico que censurase el proceder a sueldo de este rector estirado, con cara grave y severa como el compañero de Sancho Panza, que en esta ocasión mostró sus sentimientos fanáticos, su alma de radiante doblez y su espinazo asaz flexible con el alto que reparte mercedes o con la sotana que empuja y ayuda a subir cuando no se tienen méritos propios y se carece de personalidad científica y social.

Nos extraña que esta conducta observada por la primera autoridad académica para con un compañero de igual categoría oficial no haya encontrado censores acres entre el profesorado y la Prensa. Pasar en silencio esto equivale a aplaudir su conducta y esto dudamos que se haga ni consienta.

Por más que si el Sr. Unamuno hubiese reparado en el comportamiento desdeñoso del rector y en la indiferencia de nuestros togados de la Facultad de Derecho seguramente habría exclamado con su habitual franqueza – Hacen bien ¿para qué han de venir a oírme? No me entenderían y encima acreditarían de vulgares llamándome el hombre de las paradojas.

Y en tal respecto ha hecho bien el Sr. Machí al no comportarse debidamente y mejor aún los otros ‘sabios’ que capitanea el ‘genial’ Cepeda.

El Sr. Unamuno tuvo desde que llegó a esta capital a un grupo de profesores y catedráticos, a un puñado de jóvenes estudiantes y a un puñado de jóvenes estudiantes y a una gran masa de trabajadores y comerciantes de obreros y de industriales que siempre se hallarán dispuestos a escuchar su palabra y a recoger sus enseñanzas.

Puede, pues estar satisfecho y sentir hasta orgullo de que aquellos brillasen por su ausencia. Contó con los amantes del estudio y con el pueblo; su semilla cayó toda en buena tierra.

Los valencianos le pueden estar agradecidos.

Germinal, 28 de Febrero de 1909

Homenaje a Darwin de los estudiantes de medicina de Valencia (1909). Parte 33

Insertamos noticias breves en relación con el homenaje que los estudiantes de medicina de Valencia tributaron a Darwin en 1909. Proceden de El País, ABC y Madrid científico.

Crónica
España
El Centenario de Darwin en España
En la Universidad de Valencia celebrose el lunes 22 una sesión conmemorativa del Centenario de Darwin.

Los Doctores Bartual y Boscá pronunciaron elocuentes discursos enalteciendo la obra científica del famoso patrocinador y organizador de las ideas de ‘selección’ y transformismo en la naturaleza, y el siempre notables D. Miguel de Unamuno dijo unas cuantas cosas de las suyas, contribuyendo a que la sesión resultase amena y emocionante.

También hemos leído que en Lorca se realizó o proyectó realizar algún otro acto en honor a la memoria de Darwin, pero no tenemos noticia precisa de lo que en definitiva se haya hecho en este sentido.

Madrid Científico, Año XVI (1909), Núm. 623, p. 112

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Mañana por la noche se celebrará en el Paraninfo de la Universidad la velada organizada para conmemorar el centenario del natalicio de Darwin, por la Academia Médico-escolar.

Para tomar parte en dicha solemnidad, en el correo de esta mañana llegó el señor Unamuno, siendo recibido por los escolares y numeroso público.

El País, 23 de Febrero de 1909
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Homenaje a Darwin
(Por telégrafo)
Banquete a Unamuno
Valencia 22 (9’50 n.).- Los organizadores del homenaje a Darwin, han obsequiado hoy con un banquete al Sr. Unamuno.

Con este motivo el rector de la Universidad de Salamanca ha pronunciado un discurso en acción de gracia.

Le ofreció el banquete, en breves palabras, el rector de esta Universidad.

Velada en la Universidad
Valencia 22 (10’55 n.)- En el Paraninfo de la Universidad se ha celebrado una velada solemne en conmemoración del centenario de gran Darwin.

Al acto, que resultó brillantísimo, acudió todo el elemento intelectual de la población valentina, predominando entre la concurrencia gran número de señoras y una importantísima representación de la clase escolar que llenaba por completo el salón de actos.

Por las galerías había inusitada concurrencia, que no pudo lograr sitio.

La velada fue presidida por el decano de la Facultad de Medicina Sr. Casanova.

El catedrático D. Pascual [Eduardo] Boscá pronunció un notabilísimo discurso de tonos tan elevados y dicho tan magistralmente, que cautivó al auditorio por la concisión de ideas expresadas con verdadera valentía.

El público, que escuchó con religioso silencio la magnífica peroración, le tributó una formidable ovación, tan arrebatadora y espontánea como jamás se ha conocido en estos discursos doctrinales e históricos.

El presidente, Sr. Casanova, hizo el discurso resumen en uno muy elocuente y oportuno que arrancó otra nueva ovación.

El público salió verdaderamente entusiasmado del brillante resultado, que honra a sus organizadores y a la memoria del insigne Darwin.- Fdo. Manaut

El País, 23 de Febrero de 1909

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De Valencia
Conferencia de Unamuno
Valencia, 23 (11 n.)- Se ha celebrado en el Paraninfo de la Universidad la conferencia dada por el señor Unamuno.

Trató sobre la cultura e instrucción diciendo que en lugar de que avance el campo hacia la ciudad debe la ciudad avanzar hacia el campo.

Analizó después las teorías de Darwin, siendo muy aplaudido.

Le presentó el presidente del Ateneo científico, en breves e inspiradas frases.

Asistieron al acto los profesores de la Universidad y del Instituto y muchos más

El País, 24 de Febrero de 1909
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Valencia
Jueves 18, 9h.
Homenaje a Darwin

Se han circulado las invitaciones para el homenaje escolar a Darwin, que se celebrará el lunes próximo en el paraninfo de la Universidad.

Presidirá el decano de la Facultad de Medicina, Sr. Casanova, y hablarán los catedráticos Sres. Bartual, Bosacá y Unamuno, que llegará el domingo con este objeto.

ABC, Viernes 19 de Febrero de 1909

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Homenaje a Darwin
Valencia, 22, 4 t.
Un banquete
En Miramar se ha verificado el banquete obsequio del claustro universitario al Sr. Unamuno.

Ha asistido muchos catedráticos, el exministro D. Amalio Gimeno y el senador electo D. José Herrero.

No ha habido más brindis que el del rector, doctor Machí, ofreciendo el banquete, y el del Sr. Unamuno.

El acto
Bajo la presidencia del decano dela Facultad de Medicina, Sr. Casanova, se ha celebrado en el paraninfo de la Universidad el homenaje a Darwin, organizado por la Academia Médico-escolar.

La noticia de que hablaría el Sr. Unamuno había despertado tan grande expectación, que fue necesario desistir de que la entrada fuese pública, y repartir invitaciones.

Al presentarse el ilustre catedrático de la Universidad de Salamanca, el público, que llenaba por comleto el paraninfo, le tributó una ovación calurosísima.

Comenzó el acto con los discursos de los Sres. Casanova y Bartual; el alumno señor Lucas leyó un trabajo del Sr. Boscá, y el señor Unamuno hizo uso de la palabra.

Es tarea imposible dar por telégrafo una idea siquiera aproximada del magnífico trabajo del catedrático salmantino, que, con pretexto de reseñar la vida del sabio autor del ‘Origen de las especies’ y comentar sus doctrinas evolucionistas, ha desenvuelto una serie de ideas personalísimas y muy interesantes sobre la vida de los pueblos modernos, el progreso individual y colectivo de las naciones y la necesidad absoluta de una ética agresiva y afirmativa que substituya a la ética negativa que hasta ahora hemos padecido.

El discurso del sabio profesor, original y ameno siempre, a ratos instructivo y a veces paradójico, ha sido escuchado con gran curiosidad y aplaudido al final con entusiasmo.

ABC, Martes 23 de Febrero de 1909

Homenaje a Darwin de los estudiantes de medicina de Valencia (1909). Parte 32

Siguen dos artículos de distinto signo en torno al Homenaje que los estudiantes de medicina de la Universidad de Valencia dedicaron a Charles Darwin en 1909. Provienen de Cádiz, uno de El Correo de Cádiz y el otro de El Radical Gaditano. Desgraciadamente el segundo está cortado y no lo hemos podido completar. Ahí van:

Homenajerías

La Universidad valenciana se apresta a rendir homenaje a la memoria de Carlos Roberto Darwin, naturalista inglés fundador de la Escuela transformista, nacido en la soberbia Albión en el año de 1809.

Por si nuestros lectores no lo saben, que sí lo sabrán, bueno es decirles que Darwin fue aquel ‘sabio’ que ‘descubrió’ el origen de la especie humana, viniendo a deducir por sucesivas y lógicas transformaciones, que el hombre desciende del mono, quedándose después tan satisfecho y fresco, en espera de un homenaje cuando se cumplieran cien años de su natalicio.

A la Universidad valenciana cabe la satisfacción de esta ‘homenajería’, en la que, la autorizada palabra del Sr. Unamuno, Rector de la de Salamanca, ensalza la memoria de Darwin, dedicando de pasada, algunos elogios a sus antepasados los monos y tal vez relatándonos algunas monerías de la simpática familia de los cercopitecos, que aquel colocó en la escala zoológica como precursora de la humanidad.

Dios me libre de creer en tamaño absurdo y me perdone la idea que en estos mismos instantes se me viene a los puntos de la pluma, mareado por el fárrago de deducciones que Darwin hace en su escandalosa obra.

Pero a mí no hay quien me quite de la cabeza, que eso de las transformaciones tiene algo de racional, aunque en sentido inverso.

Es decir, que el hombre no desciende del mono, pero que hay hombres que van para monos, es indudable y ahí están los iniciadores de esa ‘homenajería’ que no me dejarán por mentiroso.

Aparte lo que esa obra significa religiosa y moralmente considerada, encierra algo, y aun mucho, de poco galante, pues no creo que les hará mucha gracia a las señoras y señoritas que asistan al homenaje, que les digan que descienden directamente de un orangután o de un gorila, y ya me calculo la carita de satisfacción que pondrán, ante un requiebro de tal naturaleza.
Philipo

El Correo de Cádiz, 20 de febrero de 1909

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Para ‘El Correo de Cádiz’
Homenaje a Darwin

Con el título de ‘Homenajerías’, trata el citado periódico en su número del sábado 20 del pasado Febrero del homenaje que la Universidad de Valencia, con asistencia del señor Unamuno hace a C.R. Darwin.

El tono altamente despectivo con que las ideas del ilustre naturalista inglés y partidarios suyos habla ‘El Correo de Cádiz’ así como el haber un acuerdo del Centro Escolar  que presido, por el cual se deseaba celebrar un homenaje a Darwin, acuerdo tomado sin conocimiento del de Valencia y que no se ha llevado a efecto por circunstancias que no son de este lugar tratar, son razones que me obligan a contestar algo a ‘El Correo de Cádiz’. en este asunto.

No vamos a discutir aquí con el autor del artículo citado las ideas transformistas, que sépalo dicho señor, cuentan con partidarios en España y fuera, de gran valer y prestigio; infinitas obras de ciencias naturales existen donde tales /…/ [Falta un renglón].

Empieza por llamar ‘homenajerías’, nombre despectivo, derivado de homenaje, al tributado a Darwin; es decir ‘homenaje no ganado, mal tributado o caricatura de homenaje’: los sabios de por ahí que creen a Darwin un hombre digno de tales homenajes se han equivocado: tiene razón pues ‘El Correo’. Pase lo de sabio con bastardilla que decía a Darwin y sigamos; dice ‘El Correo’ hablando de la doctrina transformista:

“Dios me libre de creer en tamaño absurdo y me perdone la idea que en estos mismos instantes se me viene a los puntos de la pluma, mareado por el fárrago de deducciones que Darwin hace en su escandalosa obra”.

¿Se puede saber señor articulista por qué afirma usted con plena conciencia que tales ideas son absurdas? ¿Creéis que el espíritu de la ciencia moderna es el de las afirmaciones rotundas, categóricas, el de cristalizar en una idea y cerrar el cerebro a toda innovación? Porque ese espíritu es el de nuestra España vieja; ese espíritu es el que ha cerrado aquí las puertas al progreso que de fuera viene y el culpable de que llevemos algunos años, muchos, de atraso en el camino de la civilización; ese es el espíritu de intransigencia, de intolerancia; el espíritu reaccionario en una palabra.

Y decir ¡por qué son escandalosas tales ideas? ¿Es quizá porque se quita la venda de la ignorancia al pueblo y se ve claro que los poderes que se asentaban sobre ciertos errores, han caído? ¿Es porque la visión de la verdad destruye viejas comerciales tradiciones?

Y sigue el articulista, supremo y único poseedor de la verdad afirmando de modo categórico: “Pero a mí no hay quien me quite de la cabeza, que eso de las transformaciones tiene algo de racional, aunque en sentido inverso.”

Es decir que el hombre no desciende del mono, pero hay hombres que van para monos es indudable y ahí están /…/ [se corta].

El Radical Gaditano, 3 de marzo de 1909

Homenaje a Darwin de los estudiantes de medicina de Valencia (1909). Parte 31

Ya estamos llegando al final. En unos días se cerrará el Año Darwin.

Insertamos hoy unos breves publicados en varios diarios donde se da noticia de la vuelta a Salamanca de Unamuno y del resumen de actividades que tuvieron lugar en Valencia con motivo del homenaje a Darwin:

Crónica local
Anoche visitó nuestra Redacción el rector de la Universidad de Salamanca, D. Miguel de Unamuno, acompañado de la comisión escolar.

Con gran satisfacción recibimos la visita del sabio eminente a quien admiramos por su talento y su independencia.

El Sr. Unamuno se trasladó al ‘Ideal Room’, donde se se encontraba D. Rodrigo Soriano, con el objeto de saludar a nuestro diputado.

Los Sres. Unamuno y Soriano conversaron durante un rato sobre cosas generales.

El Dr. Unamuno saldrá hoy para Salamanca, llevándose grata impresión de su estancia en Valencia.

Los valencianos, que tanto han aplaudido sus valiosos discursos, quedan con deseos de volver a oirle.

Le deseamos feliz viaje.

El Radical, 29 de febrero de 1909

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En el tren correo de ayer salió para Madrid y Salamanca el doctor Unamuno, que ha sido nuestro huesped durante breves días y que ha contribuido en primer término al acto realizado por los estudiantes de Medicina, que rompiendo con antiguallas y supersticiones han rendido homenaje de admiración al gran apóstol del transformismo biológico Carlos Darwin.

Despidieron al Sr. Unamuno en la estación gran número de catedráticos y la inmensa mayoría de los estudiantes de la Facultad de Medicina.

El Sr. Unamuno se va muy satisfecho de Valencia y ha prometido volver.

Al partir el tren resonó en los andenes una salva de aplausos.

El Mercantil Valenciano, 25 de febrero de 1909

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Darwin

Pocos días ha cumpliose el aniversario del nacimiento de Carlos R. Darwin, el gran naturalista que supo tallar nuevas facetas al brillante de la Creación y ostrarnos su inmensa grandeza, unificando en la armónica ley de evolcuión el perfeccionamiento de las razas.

En tal sentido fue Darwin el hombre que más ha contribuido a la gloria de Dios.

La pasión sectaria, que todo lo envenena, enfoca sobre su excelsa personalidad la luz de los réprobos, restando admiradores al espíritu más enamorado de las bellezas del universo.

Fue un sabio, que ensanchó el caudal de los conocimientos científicos en tales términos, que del aumento en el caudal regáronse primero, y fructificaron después, innumerables teorías, derivaciones del transformismo en el orden natural, económico, político, etc.

Al cumplirse los cien años de la fecha en que vino al mundo quien tanta gloria ha dado a la Humanidad, tan solo unos ilustrados y simpáticos jóvenes de Lorca [Aquí hay un error, ya que debe referirse a Valencia] se ha acordado de rendir público homenaje al eminente sabio.

Pero éste, en cambio, ha sido brillante.

En bien editado folleto han conseguido reunir varios artículos de las mejores firmas, que al divulgar la doctrina de Darwin serán su mejor oblación.

El Heraldo de Madrid, 17 de marzo de 1909

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Del homenaje a Darwin
En Valencia también

Nuestro querido colega el ‘Heraldo de Madrid’, en su número del miércoles último, y al hablar del homenaje tributado en España al sabio Darwin con motivo del centenario de su natalicio, incurre en una omisión que debemos, no rectificar, pero sí aclarar , en bien del nombre de Valencia y de la clase escolar médica valenciana.

No ha sido solamente en Lorca donde se ha glorificado la memoria del gran revolucionario inglés. Valencia también ha sabido honrar el nombre de Darwin, y por cierto digna y espléndidamente como cumplía a su cultura y amor a la Ciencia: El Pueblo dedicó varios trabajos a elogiar la vasta, grandiosa obra científica del del sabio naturalista biólogo y se asoció al homenaje a Darwin, organizado en la Universidad por los estudiantes de Medicina la noche del 22 de Febrero último, en cuido acto pronunciaron elocuentes discursos, catedráticos de tan justo renombre como Eduardo Boscá, Juan Bartual y Peregrín Casanova, y el ilustre Miguel de Unamuno, que ex profeso vino de Salamanca para asociarse a la fiesta.

Además, para perpetuar la fecha del centenario de Darwin, a expensas de los escolares de Medicina se colocó en la Facultad del mismo nombre una lápida, que fue inaugurada con gran solemnidad.

El mismo ‘Heraldo’ dio cuenta de estos actos en su sección telegráfica.

Y «Un madrileño», en crónica a los centenarios dedicada, escribió ha pocos días en nuestro estimado colega madrileño «El País», a propósito del centenario de Darwin, las siguientes líneas:

«El de Darwin se ha celebrado peor en Londres que en nuestra gran Valencia.

Lorca y Valencia se han acordado del centenario del gran revolucionario, del sabio que más ha influido en la filosofía y en las ciencias naturales en el pasado siglo. Valencia echó la Universidad por la ventana, puso una lápida, llevó a Unamuno, y demostró ser más digna de Luis Vives que de Machi y de Cepeda».

Consignamos estos hechos, no por prurito de rectificar al ‘Heraldo’ —de ningún modo: el popular diario ha demostrado repetidas veces sus simpatías por Valencia — sino para evidenciar que Valencia y la clase médica han honrado también al ilustre autor de «El origen de las especies».

El Pueblo, 20 de marzo de 1909

Placa inaugurada hace pocos días que rotula la plaza del actual Rectorado de la Universitat de València como ‘Plaza Charles Darwin’

Homenaje a Darwin de los estudiantes de medicina de Valencia (1909). Parte 30

Segumios insertando los artículos que aparecieron en la prensa de la época sobre el Homenaje que se tributó a Darwin en Valencia en 1909. Hoy, un artículo que hace referencia a Unamuno y la «descatolización». Después de cien años, creemos que muchas cosas de las que se dicen siguen vigentes. Fue publicado en El Pueblo, el 3 de marzo de 1909.

“… Voila l’ennemi”

Las conferencias de Unamuno

Importancia extraordinaria han revestido los discursos pronunciados por el sabio humanista, dignísimo rector de la Universidad de Salamanca, D. Miguel de Unamuno, en el paraninfo de nuestro primer centro docente y en la rotonda de nuestro primer centro político, con motivo de la apoteosis científica, que ha coincidido con el centenario del gran Darwin.

El eximio orientalista ha tenido la fortuna de encender en las inteligencias el fuego de la filosofía, que se manifiesta en las múltiples discusiones, por los varios efectos que los discursos del orador han producido en los ánimos de los oyentes; mágico y misterioso efecto de la palabra, de siglos designado con el calificativo de “don de lenguas”, cuya inexplicable grandeza se refirió a la inspiración divina, descendida de lo alto en forma de lenguas de fuego.

La tesis general del Dr. Unamuno, lo mismo en el terreno de los hechos que en de las ideas, de la historia que de la filosofía, está condensada en el principio fundamental de la descatolización ética y científica.

El principio de la sabiduría no es el temor de Dios; la religión no es suficiente garantía de la moral y de las buenas costumbres.

Se impone un cambio radical de orientación de los entendimientos que investigan las causas primeras para que las ciencias corran libres de todo obstáculo, de todo prejuicio, por despejadas sendas, y una nueva moral, congruente con el verdadero concepto de humanidad, dulcifique el trato y suavice las costumbres de los hombres, uniéndoles con los lazos del amor en una sola y gran familia.

El doctor Unamuno supone, con tanta razón como acierto, que para llegar a aquella solución general hay un obstáculo histórico —entre nosotros el principal y acaso el único:— el catolicismo; de aquí su empeño, que no es solo el suyo, de descatolizarnos.

El insigne rector de la universidad de Salamanca cree, como muchos creemos, que el catolicismo no puede resistir a la crítica científica y desearía que todos fuéramos teólogos para poder emprender con acierto la disección de los dogmas hasta llegar con el escalpelo a la misma unidad de esencia y trinidad de personas y convencernos de que esta clase de dioses los hizo el hombre a su fantástica imagen y semejanza.

La idea de Dios, tal como la sorprendemos en la historia, ha sido impuesta, efectivamente, por los teólogos. Los primeros códigos de los pueblos más antiguos son de carácter esencialmente religioso.

Los Vedas, el Avesta, la Iliada y el Pentatéuco son obra de fundadores de nacionalidades que se hicieron pasar por familiares de la divinidad: Moisés, Manou, Buda, Confucio, Menés, Minos, Numa, Orfeo, Hermes y Zoroastro, son teólogos y sagrados legisladores, inventores de dioses que encajan en el ambiente de sus épocas, de los que son copias o trasuntos el Baiame, el Nambajandi y el Wuruagura de los australianos.

Los polinesios adoran a Raitubu y a Taaroa; los isleños de Borneo, a Tenabi; los Pieles Rojas a Michabu; los iroqueses a Tarouhiwagou.

Las razas autónomas de la América Septentrional adoran: los guaranís a Tamoi, los araucanos a Pillan, los incas a Viracocha y los mejicanos a Tezcalipoca.

Es decir, que el ignorado origen del mundo y de la humanidad lo ha fingido el hombre y lo ha personificado, según el periodo histórico de su existencia, y con arreglo a sus grados de civilización y cultura. esto es, a su imagen y semejanza; constituyendo un fenómeno psicológico y un hecho histórico el instinto reconstituyente del proceso de la existencia, en el que la fantasía, el interés o la necesidad han sido los únicos datos del problema.

El hombre se encontró agrupado en la superficie del planeta, y queriendo, con natural ansiedad, conocer su origen, se ha visto, con la imaginación, mecido en su cuna por manos divinas, allá en las vetustas regiones del misterio.

El Júpiter de los griegos, Zeus Pitar de los helenos, el Jehová de los israelitas, el Deus de los romanos o el Alah de los africanos, como el Siwa de los chinos, no son más que creaciones menos groseras de los teólogos de Oriente y Occidente.

El catolicismo, en su afán de acreditar el adjetivo, ha reunido en sus teogonías con el auxilio de la escolástica, todas las aberraciones, todos los horrores de todos los dioses personales; y del Panteón romano y del Olimpo griego, se ha construido un cielo para perpetuo alojamiento de sus innumerables deidades, mayores y menores, masculinas y femeninas.

Naturalmente que si todos conocieran a fondo la teología católica, desaparecería el catolicismo, y más pronto si conocieran su moral y si tuvieran noticia de su historia.

Todos los grandes impugnadores del catolicismo fueron teólogos como Focio, Miguel Cerulario, Basilides y Marcial, Juan Hus, Jerónimo de Praga, Lutero, Calvino, Mahoma, Zuinglio, Wiclef, Carlostadio, Jordán Bruno, Savonarola, Teyerand, Matamoros, Voltaire y los enciclopedistas; y entre nosotros, basta con leer la historia de los heterodoxos españoles, de Menéndez Pelayo, para convencerse de que no vamos a la zaga de la universal protesta.

Ahora; que la lucha del presente contra el catolicismo, entiendo que no tiene carácter teológico, que no es religiosa, porque nadie piensa en sustituir el catolicismo por otra religión cualquiera; para eso haría falta, como primera materia, la fe, y la fe se ha perdido completamente.

Nuestro intento de descatolizar no debe ser teológico, sino político, social y ético. Las creencias ajenas y sus naturales manifestaciones, son dignas de todo respeto cuando son tranquilas, cuando no molestan a los demás. El catolicismo es de suyo batallador, rebelde, agresivo, dominante, absorbente y explotador; y no es que le ataquemos, es que nos colocamos prudentemente a la defensiva de sus ataques.

Nosotros no queremos descatolizar los sentimientos, sino la política y las costumbres.

No pensamos descatolizar por los medios que empleó el catolicismo contra los paganos, los judíos, contra los mahometanos, contra los protestantes, a quienes quemó vivos, arrojó de sus dominios y robó sus haciendas.

Ni siquiera emplearemos contra los católicos la difamación ni el boicotaje, tan corrientes en sus menguados procederes. Unicamente les apartaremos de nuestro camino como un estorbo, sin concederles otros derechos que los comunes y ordinarios que corresponden a las instituciones humanas en los Estados libres. La humanidad ya no tolera legisladores en íntimo contacto con los dioses, ni cifra sus esperanzas en halagadoras promesas de eternas bienaventuranzas ni le inquietan los temores del Tártaro.
Y porque el catolicismo ha conturbado la paz de los espíritus, de los hogares y de la nación, hemos de someterle a duros reglamentos y a extrema vigilancia; por lo menos hasta que se considere fracasado y vencido. Y ¡ay de nosotros si no consiguiéramos lo uno y lo otro!

Todo esto no lo ha dicho Unamuno en Valencia, sin duda por delicada cortesía, por figurarse, atenido a las apariencias, que este pueblo es devoto, lleno de atávicos prejuicios; cuendo es todo lo contrario: un pueblo cultisimo, eminentemente progresivo y racionalista. Si en alguna parte se desea con ansiedad la secularización del estado y de todos los servicios públicos es en Valencia; si la descatolización de las costumbres ha de comenzar, comenzará por Valencia.

Yo jamás me he propuesto ganar el ánimo de los católicos burocráticos, de los que viven y prosperan a la sombra de sus iniquidades, porque de ellas están bien convencidos; y no me llama la atención que muchos liberales disimulen que saben que no es posible ser a la vez católicos y liberales, que el liberalismo no sólo es pecado, sino una verdadera herejía, muchísimas veces condenada con excomuniones de todo género, en Bulas, Encíclicas, Rescriptos y Motus propios de los Papas, pastorales de obispos y toda clase de documentos oficiales eclesiásticos.

Nuestras leyes fundamentales, nuestros códigos, nuestra magistratura, nuestro Gobierno, nuestras instituciones, por ser liberales, están fuera del gremio de la Iglesia católica; sin embargo, nadie quiere declararlo; y porque van a misa y se acercan de vez en cuando al confesionario de un jesuita mañero o cura agradecido (de los que están en el secreto) o se tratan con el señor obispo, se dan por engañados, suponiendo que engañan a los demás.

Este sistema, que no me atrevo a calificar de hipócrita por temor a ofender a las tres cuartas partes de los españoles, es la última fase del catolicismo burocrático, explotada por el clericalismo, con abuso manifiesto de los irritantes privilegios que disfruta.

El comerciante, el industrial y hasta el obrero, han de fingirse católicos al uso, muchas veces, para salvar el pan de sus familias, ante otros que lo fingen también para acrecentar sus honores y sus rentas. Concluir con esta situación, harto violenta, es verdaderamente descatolizar las costumbres y a ello vamos con entusiasmo y con decisión, seguros de prestar a la patria y a la humanidad, a la ciencia y a la libertad un gran servicio.

Descatolicemos el Estado, a título de legítima defensa, de injustas agresiones y de continuos peligros; que cuando obispos… [se corta aquí].

El Pueblo, 3 de marzo de 1909

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Homenaje a Darwin de los estudiantes de medicina de Valencia (1909). Parte 27

Insertamos tres notas y artículos de prensa más relacionados con el Homenaje que se tributó en la Universidad de Valencia a Darwin. En esta ocasión hacen referencia al acto en el que se descubrió la lápida conmemorativa.

«Los socios de la Academia Médico-Escolar obsequiaron ayer en el Hotel París al Sr. Unamuno con un espléndido banquete.

Los escolares manifestaron al sabio rector de la Universidad de Salamanca que le quedan altamente agradecidos, y que será en su vida grato recuerdo el de esta visita, que tanto les honra.

El Sr. Unamuno estuvo expresivo, elocuente y cariñoso con los escolares; les felicitó, porque al celebrar la fiesta en honor a Darwin habían realizado un acto de valor, despreciando hipócritas convencionalismos; además este acto enlatece a los universitarios de Valencia, porque es un acto serio, que se aparta de las fiestas y fiestecitas insustanciales.

Dijo que se pueden profesar todas las creencias y opiniones sin temor alguno, y que hasta es posible ejercer puestos oficiales sin necesidad de rendir culto a preocupaciones, ni hacer alarde de determinadas creencias.

Las palabras del Sr. Unamuno fueron acogidas con grandes aplausos».

El Mercantil Valenciano, 24 de febrero de 1909

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Homenaje a Darwin
«Esta tarde, a las tres, tendrá lugar en la facultad de Medicina el acto solemne de inauguración de la lápida que los escolares dedican a Darwin en el primer centenario de su nacimiento.

Al acto asistirán los catedráticos de dicha escuel y D. Miguel de Unamuno».

El Radical, 24 de febrero de 1909

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Homenaje a Darwin
«Ayer a la hora anunciada se verificó en la Facultad de Medicina el solemne acto de descubrir la lápida que los escolares dedican a Dawin.

Asistieron el señor cónsul de Inglaterra, el doctor Unamuno, gran número de profesores de dicha Facultad, algunos señores médicos y numerosa concurrencia de escolares.

La lápida, cubierta por las banderas inglesa y española, fue descubierta por el decano de la Facultad, Sr. Casanova, y en aquel momento sonó un nutrido aplauso.

Acto seguido leyó el doctor Bartrina las siguientes sentidas líneas, que fueron acogidas con entusiásticos aplausos, ciertamente merecidos, porque en menos palabras no es posible expresar tantas ideas buenas:

“Señores:

Esa lápida que acabáis de inaugurar representa la efigie venerable de uno de los mayores hombres de su siglo, centuria que, a su vez, fue de las más gloriosas de la historia.

Nacido en la tierra de las libertades, fue esclavo del trabajo, sumiso a la virtud, siervo de la ciencia y amante rendido de la humanidad.

Dio la vuelta al mundo, sabiéndolo mirar como ninguno, y a poco su nombre volvía a darla, venciendo por todas partes, con sus luces, las tinieblas de una noche secular.

Jamás inteligencia alguna fundó, sobre más amplia base de paciente observación, pirámide sintética de altura más portentosa; la torre de Babel no llegó al cielo; la síntesis de Darwin lo atravesó; y desde la cúspide pudimos descubrir la trama de aquella teleología misteriosa, que vista desde abajo semejaba Providencia. ¡Hermoso panorama! Lo que ya parecía perfecto, resultaba ser sólamente augurio de crecientes prodigios en sucesión ilimitada.

Al conjuro de Darwin, la infantil leyenda del origen milagroso de cada especie, confesión de insuficiencia de las leyes naturales, se disipó como un sueño, y la teoría transformista, única científica y más reverente con la Divinidad, si existe, explicó el proceso universal en sus múltiples actividades por la sola eficacia del primer impulso.

Tal revolución se debe a tal hombre. Fue, sin embargo, novador prudente, sereno y respetuoso. Construyó sin antes derribar; los viejos edificios se hundieron por sí solos a la sombra del suyo. Las supersticiones seculares intentaron luego amoldarse al darwinismo; Darwin no se preocupó nunca de adaptarse a ellas, y se hizo digno de la hoguera, aunque, felizmente, no alcanzó tal honor por impedírselo, más que el espíritu de los tiempos, el ambiente de los lugares.

Así, ese mármol, a la vez que homenaje al recuerdo de un gigante, es la lápida mortuoria del pasado carcomido, de la rutina de la patraña y de la intolerancia. Es también testimonio del valor con que los estudiantes de esta escuela se asocian a toda idea progresiva. ¡Ojalá cunda vuestro ejemplo! Recibid mi enhorabuena.  ¡Honor a Darwin! ¡Honor a vosotros!”

Una salva de aplausos premió la meritísima labor del doctor Bartrina.

Pronunció después un erudito y elocuente discurso el doctor Peset, condenando prejuicios y ensalzando las modernas doctrinas de la evolución. Extrañábase el doctor Peset que quienes pretenden poner en caricatura a Darwin acepten tranquilos y gozosos que la mujer venga de una costilla de … Adán.

Recordó antiguas glorias de nuestra Facultad, siempre progresiva mirando hacia adelante, y ensalzó el acto que se celebraba, porque demostraba que el espíritu progresivo subsistía y acrecentaba por la iniciativa de los alumnos y el impulso del profesorado (Grandes aplausos9.

Habló luego el digno decano doctor Casanova, congratulándose del acto que en aquellos momentos congregaba a maestros y discípulos, exhortando a estos, para que no miren con indiferencia la lápida colocada ni se olviden de que con ellos está, sino que la tengan como un estímulo para proseguir en el orden intelectual la actividad ahora demostrada. “Esa lápida —dijo— es a manera de escritura que habéis firmado comprometiéndoos a continuar la obra y seguir su ejemplo.” (Aplausos ruidosos).

A continuación hizo uso de la palabra el Sr. Unamuno, que aplaudió la actitud e los escolares valencianos más digna de loa, puesto que son los únicos en España que con tal esplendor festejan a Darwin, marcando desde jóvenes su personalidad, que es lo necesario para crear ciudadanos.

Recomendó el estudio de la persona de Darwin, porque si bien su doctrina ejerce verdadero influjo en todas las ciencias, el hombre es ejemplo digno de imitar por su tolerancia, altruismo y amor al trabajo (Aplausos).

El señor cónsul de Inglaterra se mostró satisfecho y agradecido, y dijo que daría cuenta oficial a su gobierno del acto con tanto esplendor realizado en Valencia, honrando a un sabio inglés.

Las palabras del ilustre representante del Reino Unido fueron acogidas con aplausos de satisfacción.

El decano de la Facultad pronunció breves palabras para dar las gracias a cuantos habían honrado el acto, y para agradecer especialmente al señor cónsul de Inglaterra su fina atención».

El Mercantil Valenciano, 25 de febrero de 1909.

Placa homenaje a Darwin (Valencia, 1909)

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Homenaje a Darwin de los estudiantes de medicina de Valencia (1909). Parte 26

Viene de aquí: Parte 25

Continuamos insertando nuevos artículos sobre la repercusión del Homenaje de los estudiantes de medicina de Valencia a Darwin. Este fue publicado en El Radical el día 25 de febrero de 1909:

Filosofías para todo

El Sr. Unamuno, que tan bien ganada tiene su justa fama de gran filósofo, aquí donde tanto escasean los que se toman la molestia de pensar, ha pronunciado dos conferencias y un solo discurso, pues que, según dijo él y todos oímos, la segunda fue continuación de la primera.

En el mejor extracto que nos fue posible publicamos su discurso, que ha tenido la virtud, rico valor, de preocupar a muchos.

Cosas formidables ha dicho Unamuno que bien merecen la atención de los que aún no se han dejado absorber por la superficialidad de moda.

Algo muy grave ocurre en la vida española, que Unamuno expresa con estas palabras: ‘Crisis del liberalismo’. De esto se viene ocupando el célebre pensador en distintas conferencias de algún tiempo a esta parte. Dentro de algún tiempo será triste, como él ha dicho, el espectáculo que ofrecerá España con la muerte del liberalismo. Podríamos decir que el espectáculo de tristeza se ofrece ya, porque ese enfermo que se resigna a morir en su pobreza de sangre hace meses que no ve el sol, oculto en triste alcoba que naie visita. Es como esos enfermos que duran mucho y de quienes pregunta la gente: ¿Pero aún no se ha muerto?

Sin embargo, lo que aquí muere no es el verdadero liberalismo, que significa, en fin de cuentas, al instinto de la vida propia, la lucha por esa misma vida, ampliándola y exaltándola. Lo que muere sin remedio, lo que está sentenciado sin apelación, es el viejo, falso y ruin concepto que en España se ha tenido del liberalismo desde largos años.

El liberalismo en nuestro país ha sido siempre una paradoja lamentable, más tradicional que la tradición misma, más conservador que los rabiosos conservadores de una hora equivocadamente egoístas; que también el egoísmo es vehículo de grandeza cuando se pone en él pasión de almas fuertes, desligadas unas de otras, individualistas en el camino y armónicas al fin, que la armonía es perfecta cuando es infinita la variedad. Y el liberalismo del país español ha sido todo lo contrario. Estático como una roca, no ha podido resistir las mareas del tiempo. Fue charca en vez de manantial, y sus aguas se pudrieron a tiempo.

Unamuno, sin decir que es un remedio, predica el remedio: la exaltación de la individualidad. De ahí la guerra que cree necesaria del hombre consigo mismo, con los demás y hasta con Dios mismo; principalmente consigo mismo, por ser más difícil vencerse que vencer.

Es el remedio único, pero Unamuno no lo presenta como a tal porque sabe cuán enormes son las dificultades que la multitud opone al hombre en los pueblos meridionales, y en el nuestro más que en todos.

¡País personalista el nuestro! El filósofo de las transcendentales contradicciones lo ha expresado con claridad. En el país más personalista en apariencia es precisamente donde menos respecto hay para las personas. Y es que en realidad no hay aquí tal personalismo. La multitud pide que el hombre le diga lo que ella quiere, no lo que el hombre siente y piensa. No dar gusto a la colectividad es condenarse al aislamiento. Se glorifica a la personalidad mientras ésta se limita a reflejar el medio ambiente., amoldándose al pensamiento común. Cuando esa personalidad quiere poner en su vida el sello de su espíritu, pone en la opinión general un gesto de contrariedad.

Aquí se cultiva a la maña y se olvida al individuo. Unamuno quiere hacer hombres, hombres enteros que tengan el mismo valor solos que agrupados: noble tarea digna de un coloso, pero dolorosa por lo poco que fructifica. Es la educación de la voluntad lo que pide el filósofo con la valentía de altísimo pensamiento. Quisiera él encontrar en cada hombre un gran caudal de terquedad, una gran fuerza propia, una voluntad, en fin, capaz de sostenerse siempre frente a todas las imprecisiones, con brío suficiente para imponer su idea, sea como sea.

Y la semilla que arroja Unamuno cae en tierra de indiferentismo. La filosofía de la picardía y la de la tontería, que tan oportunamente ha citado, son las primeras que aquí se aprenden; podríamos decir las únicas. Los filósofos de la tontería están sobre todo; se han forjado una serie de razonamientos, con sus consiguientes consecuencias, para justificar la indiferencia, la manía de no tener manías, la idea de no tener ideas, la moda de no apasionarse por nadie ni por nada: ni por ellos mismos.

Claro que frente a esta filosofía de tontos o de imbéciles, se alzan aún los temperamentos enérgicos o flexibles, pero indomables, personalistas y luchadores. Son pocos, pero exiten. Benavente en el teatro, Baroja en las novelas, Soriano en la política, el propio Unamuno en la filosofía son buenos ejemplos de que hay personalidades en España, hombres inconfundibles que tuvieron constancia suficiente para ir varios de toda ‘la vieja tabla de los valores morales’, sufriendo a veces la angustia de verse atacados por los que se arrastran; pero compensado todo por la íntima satisfacción con que regala al hombre la convicción de su propio valer.

Aquí se han construido filosofías para todo. Sin embargo, ahora, como siempre, los espíritus rectilíneos siguen triunfando, y la multitud se entrega, al fin, aun contra su voluntad.

La labor de Unamuno no es siembra para todos. Los intermitentes espirituales no dejarán de serlo. Pero no faltará quien aprenda que la continuidad vence a las intermitencias , y labora más y mejor un pigmeo con constancia que un gigante con momentáneo esfuerzo.

Conferencias como éstas, de tan rico contenido, no pueden ser estériles.

Bernardo Merino
El Radical, 25 de febrero de 1909

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Homenaje a Darwin de los estudiantes de medicina de Valencia (1909). Parte 25

Viene de aquí, Parte 24

Insertamos, a continuación, la última parte de la segunda conferencia que pronunció Unamuno en Valencia. Lo hizo para el Ateneo Científico, pero el acto se celebró en el Paraninfo de la Universidad.

Civilización viene de ‘cives’, ciudad, y lo contrario de civilización es ruralización. Hay que acabar con el espíritu rural, y en vez de que se metan los campos en las ciudades, es el espíritu de las ciudades el que hay que llevar a los campos. Para acabar el fermento de discordia, la barbarie y el procedimiento instintivo, hay que extender el espíritu de las ciudades a los campos. Esta mañana, viendo desde lo alto de la torre esta ciudad como una especie de rebaño esparcida, me hacían notar, y es cierto, que así como en otra parte, en Castilla por ejemplo, donde termina la ciudad empieza bruscamente el campo, desde que un núcleo de casas interrumpe, luego viene la campiña, aquí se va difuminando, se va poco a poco, y no se sabe dónde termina el campo y dónde empieza la ciudad, y entonces yo pensaba: ahora lo que hace falta es saber una cosa que yo no sé, y si esto también se repite en el orden espiritual, si esto significa que es es la ciudad la que va hacia el campo o es el campo el que va viniendo y se mete en la ciudad. Si esto es lo segundo, no hay movimiento de cultura posible, y siento tener que herir acaso sentimientos de campesinos. Ea es la verdad.

La ciudad es en todas partes el núcleo de la región, y si aquí ha de haber región, lo que primero hace falta es que haya ciudad con propia conciencia colectiva y con ciudadanía. La ciudad ha sido el origen de la civilización en todas partes y aquí como en todas partes tiene que serlo.

Afortunadamente, parece que va poco a poco haciéndose, no lo bastante; aquí no sólo tenéis una ciudad, sino tenéis también una ciudad universitaria; yo no lo sé, no hago más que dirigiros una pregunta, y cada uno se la contestará.— Esta institución, esto que llamamos universidad, y que debe ser más que una fábrica de licenciados en Derecho, en Medicina, o lo que quiera, porque mientras que no sea más que fábrica de esto, seguirá sujeta al régimen de las fábricas, ésta, ¿tiene alguna influencia en la ciudad? ¿Llega de alguna manera al pueblo? ¿Es una cosa popular? ¿Hace o contribuye hacer conciencia?

Si no contribuye a hacer conciencia está perdido esto, no vive, vegeta la vida más triste y es una oficina como puede serlo la Delegación de Hacienda, en la que uno tiene el ‘negociado’ de Historia, otro tiene el negociado de Patología, otro tiene el negociado de Derecho Mercantil, y cada uno tiene su negociado, despacha, y andando. Eso no es Universidad.

Siempre que he llegado a una ciudad universitaria, y os lo dice un universitario, que se jacta y se gloria de serlo, siempre que he llegado a una ciudad universitaria, he procurado hacer una visita a las librerías y saber si se venden muchos o pocos libros y qué clase de libros se venden. Claro que excluyo los libros de texto, esos no son libros generalmente. (Ovación). Siempre me he dicho: “Si esta institución no ha conseguido que se desarrolle aquí el culto al libro que se compren, que se lean, ¿qué es lo que ha conseguido? Porque hora es ya de entrar en un terreno absolutamente práctico. Una de las cosas que más hacen falta en España es instituir un poco el culto al libro. Que no haya el horror tan grande que hay al libro. Y cuando se ha hecho algo en este sentido no han sido estas instituciones, no hemos sido nosotros siquiera, los universitarios, ha sido algún modesto editor que ha tenido un poco de acierto y capital, y un poco de arrojo, el que ha hecho esta obra.

El culto al libro es una de las cosas que más hay que desarrollar. El saber leer y escribir importa poco, si la gente no sabe lo que lee y lo que escribe, o lee y escribe cosas que lo mismo da que no las leyera ni las escribiera.

Y hay un horror tal al libro, tan grande, que yo conozco a una persona que estando en Madrid va al teatro todas, todas absolutamente todas las noches. Una vez se encontró acatarrado, no pudo salir de casa, pero su catarro no le impedía leer; en fin, estaba hasta levantado. Cualquiera diría que un señor que se gastaba dos, tres y cuatro pesetas cada noche en el teatro, ya que no podía salir, que se comprara un libro que le costara tres pesetas y tenía distracción para tres noches. No, señor, no lo compraba y se pasaba el tiempo echado encima de la cama. Le dije: “Hombre, ¿por qué no compra usted un libro?”. Y me dio la contestación más peregrina: “Y luego de leerlo, ¿qué hago yo con él?”.

Al hombre le dolía hacer el gasto, y luego ¿dónde colocaba el libro?

Es lo mismo, le dije, que si cuando me llama usted  a comer y me trae una chuleta le digo: “No, no como, porque luego de haberla comido ¿qué hago de ella?” Por una parte el cultivo del libro y por otra —y en esto me dirijo a los jóvenes— una especie de amor, a lo que en el sentido no abstracto de la palabra, se puede llamar lo clásico, a la lectura y conocimiento de quellas obras fundamentales del espíritu humano, de aquellas cosas que no son como los hitos de la historia. Tengo observado en la mayor parte de los muchachos, lo he visto constantemente, que se pasan el tiempo leyendo el último libro del último muchacho que ha salido de Madrid, y leen las cosas de aquellos que conocen por el retrato que llevan en la portada del libro, y saben lo que ha publicado Juan Pérez, José Fernández, el muchacho de allá y el de más allá, y llegan a cierta edad, por ejemplo, tienen afición a la literatura, o dicen tenerla, y no han leído a Homero ni a Virgilio ni al Dante, ni a Shakespeare, ¿qué se yo? una porción de las cosas que no se pueden ignorar y con el horror a las lecturas de ese género, se pasan el tiempo en la comparación que a mí se me ocurre hacer.

Se pasan el tiempo comiendo aceitunas y toda clase de aperitivos, se estropean el estómago y luego no comen nada, porque pretenden vivir de aperitivos. Y esta falta de vida en nuestras ciudades que es una cosa que realmente da pena, porque casi todas las ciudades de provincias de España, y creo que esta no es excepción, lo demás sería una cosa exagerada, en el orden intelectual, en el orden del espíritu, están si no muertas, moribundas, no tienen apenas vida intelectual ninguna y una de las desgracias más grandes de España esta especie de centralización de la cultura, yo que en otras cosas soy muy centralista, cada vez más, en ésta lo lamento.

La poca cultura que hay aquí, poca o mucha hay que decir la verdad está concentrada en Madrid. Y esta es una desventaja muy grande y una grande dificultad. Los intelectuales de provincias casi todos emigran a Madrid y se olvidan de su provincia con el tiempo y se da el caso de quien ha nacido campesino, se va a Madrid, se mete a escritor y a los cinco años de estar en Madrid escribiendo, no sabe distinguir el trigo de la cebada.

Una de las cosas que indudablemente da hoy más fisonomía, más vida de cultura, más intensidad al movimiento intelectual italiano, es la descentralización de su cultura. En una porción de ciudades, no ya grandes, no ya en Florencia, Turín, Nápoles, en ciudades pequeñas, se encuentran siempre algunos hombres que trabajan, hay un núcleo de hombres, ya en literatura ya en ciencias, que tienen una pequeña revista, revista que vive, que se sostiene y en todas partes dicen: “en tal parte está Zutano y en tal otra Mengano, en otra está el de más allá”. Aquí si hay alguien muere en medio de la soledad y de la tristeza, aislado, sin espíritu de solidaridad, sin ambiente de ninguna clase. No puedo creer que no haya aquí, por ejemplo, dos, cuatro, seis, siete personas, ocho, veinte, acaso de buena voluntad, de inteligencia y de un cierto entusiasmo inicial para el estudio de la ciencia, el cultivo de las artes.

Observad, porque eso lo observamos todos, que en cuanto estos hombres han pasado de la cuarentena ya están vencidos, ya están viejos de espíritu, no hacen nada, están completamente tristes, no han sabido unirse, no han sabido tener solidaridad, no se han juntado para hacer una obra común, y, sobre todo, no han encontrado ambiente.

Conviene que os dediquéis a este estudio, debéis crear una especie de ambiente a eso, y si aquí hay una institución de enseñanza o de cultura, y ella por su parte, por una u otra razón, por un peso mortal de tradición, por una inercia de los individuos, no va a vosotros, id vosotros a ella y obligadla a salir de aquí y desamortizar la ciencia oficial. Yo creo que una de las cosas más necesarias es que un día las gentes irrumpan y se metan en las cátedras, hay quien no le gusta, hay quien no tiene un verdadero horror a los oyentes, le vienen a perturbar; pero ¡ojalá que la gente entre en las cátedras, que una porción de gente cambie completamente el curso de lo que se estaba diciendo?

Aquí tenéis una ciudad; esta ciudad es, en mayor o menor grado, una ciudad universitaria, y esa labor de hacer una conciencia colectiva, si a alguien obliga, es precisamente a un centro como este en que estoy hablando; y si el elemento que aquí enseña no tiene ninguna simpatía por el pueblo, acaso por temor, por vergonzosidad y miedo, creo que se le debe obligar a salir de esta especie de torre de marfil en que vive encerrado. Sólo de esta manera, haciendo una obra de cultura, tratando de hacer una conciencia en la ciudad y de hacer cada uno de vosotros una conciencia y darse cuenta de cada cosa, podréis no matar, que eso no conviene nunca, sino encauzar, dar vida a todos esos instintos, a todas esas pasiones, a esa especie de concepción emocional, estética y artística que os habrá llevado alguna vez, acaso, a excesos que han hecho esa especie de noción de la Valencia de los de fuera que como dicen, acaso no es la de vosotros, ni acaso tampoco es la verdadera.

Si con estas cosas puramente descosidas, sin orden, un poco así al desbaste, he conseguido, en uno siquiera de los que me oyen, encender un poco o avivarle un sentimiento que ya tenía, moverle a esta obra, me daré por satisfecho. Si yo volviera a esta ciudad — y ojalá pudiera ser ello —y al volver me encontrara con que había una cierta vida, de otro modo, con que se había desamortizado esta especie de ciencia oficial, que mientras es oficial no es ciencia, creo que diría: “Si en algo, si en las más pequeña partícula pude contribuir en un momento, no a la obra, a excitar a los que estaban dispuestos a emprenderla, me doy por muy bien venido, y por muy satisfecho de haberlos conocido.

(Grande ovación. Los señores que ocupan el estrado felicitan al orador).

El Pueblo, 24 de febrero de 1909.

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Homenaje a Darwin de los estudiantes de medicina de Valencia (1909). Parte 24

Viene de aquí (parte 23).

Lo primero que hace falta es traer un respeto al individuo, un interés por el individuo, imbuir a todas las gentes una cierta curiosidad por conocer al hombre, y no simplemente por abrir los ojos y ver lo que es meramente externo. Y no es ciertamente esto de ir queriendo inquietar a las gentes, irritarlas, tal vez, buscarles el fondo en que el hombre vive eternamente, no es una tarea grata, como no es tarea grata ninguna en que se toma un cierto tono que sin saber lo que dicen llaman ciertas gentes, despectivamente, místico. Y siempre que se toca esto o siempre que en ello pienso, me acuerdo de un hombre de extraordinarias condiciones, de una de las figuras más ricas, más nobles, más sabias que se dio en el pasado siglo, de José Mazzini. Fue un hombre que elevó el sentimiento de la patria a una religión y sintió la patria con una intensidad verdaderamente mística, y hasta última hora continuó permanente y firme al deber, mal entendido por la mayor parte, porque en medio de aquella manera maquinal y grosera de entender las cosas, resultaba que aquel pensamiento que se elevaba de una manera más que alta, no se elevaba, profundizaba.

Hay un pasaje en los escritos de José Mazzini —cuando habla de la tempestad de la duda, de los tormentos que le asaltaron en un momento al pensar si era lícito que por defender una idea,  su idea, acaso la mía propia, hubiera tanta gente que fuera a la muerte y al destierro— que es una página más llena de contenido ideal, de fuerza, de vigor que yo he leído, y de positiva y honda religiosidad. Cuenta aquel hombre los tormentos. Siento no tener aquí el texto, todo él es una de las páginas de más honda emoción que he leído, y después de hablar de aquellos tormentos que al hombre le atenazaban, llegó a una especie de serenidad; pero ¡ah!, qué serenidad más dolorosa. Decía:
(Aquí leyó el orador unos párrafos de Mazzini)

Hay que ver toda la fuerza que tiene esa “Pace violenta y disperata (esa Paz violenta y desesperada) que acaso es la única fecunda.

Si andamos algunos en guerra con todo el mundo tratando de inquietar a las gentes, como en el lenguaje vulgar, de aguar la fiesta, y no ponerse nunca al lado de nadie, de ir siempre al contrapelo, es porque andamos buscando una guerra con nosotros mismos. Algo anoche os indicaba. La paz es una de las cosas más terrible y más estériles. Yo por mí mismo no la quiero. El día que llegue la paz, que no estoy en guerra con los demás o conmigo mismo, oigo el rumor de unas aguas que andan por debajo, muy por debajo, que me dicen al espíritu cosas que realmente me ponen pavor, y para no oír eso es para lo que anda uno constantemente en guerra, en guerra consigo mismo, en guerra con los demás y en guerra también con Dios.

Y no os escandalice esto, en guerra con Dios, esta es una cosa de que se habla en la misma Biblia, en los mismos sagrados libros, en los cuales hay un pasaje en que se nos habla de la lucha de Jacob con Dios, y como estuvo peleando desde la puesta del sol hasta el rayo del alba, buscando siempre el misterio, buscando la revelación del secreto y no la consigue. Esto es propiamente la religión de la lucha, de la lucha acaso por la lucha misma que es lo que hace al hombre, hombre. Lessing decíalo así: Si Dios me pusiera en una mano la verdad absoluta, pero condenándome una vez que la adquiriese a descansar en ella, y en la otra el anhelo de alcanzarla, pero sin haberla nunca de conseguir, le diría: “Señor, dadme este anhelo de buscar la verdad. La verdad absoluta es para ti solo”. Yo creo que haría lo mismo que Lessing.

¿Qué vas haciendo? le dicen una vez a uno. Qué sé yo. Sembrando, diciendo ahí al azar del camino, las cosas que al azar del camino se le van a uno ocurriendo. Sembrando para ver si un día puede recogerse.

¿Que no me entienden? ¿Y qué más da? Con tal que yo me entienda y además demuestre o trate de demostrar que se puede vivir y vivir en sociedad, y vivir en nuestra sociedad española, teniendo una cierta estimación pública, no encontrando grandes dificultades, y aún más en un caso concreto, teniendo una cierta posición social de carácter público y decir uno todo lo que se le ocurre, hablar limpiamente y con el corazón en la mano, sin que le toquen a uno para nada y haciéndose respetar.

Demostrar que se puede en este país ocupar tranquilamente ciertos cargos sin ser hipócrita, porque hay quien cree que una de las condiciones para la conservación de las preeminencias, de los honores y de los cargos, es la hipocresía. (Grandes aplausos).

Y aunque  no fuese más que esto, no el valor de lo que uno dice, sino esta simple acción de presencia, esta lección continua, y ahora voy a decir más —porque en este país se está calumniando siempre al Estado, — de que si hay hoy algo que sea un poco tolerante en España, en ese tan calumniado Estado, que es mucho más tolerante que la sociedad misma, cree que la lección es bastante y no hace falta más.

Acaso hace quince años, hace veinte —en eso apelo a todos los que son mayores que yo y que han podido conocer aquella época mejor que yo— creyeron que no era posible tener aquí ciertas posiciones que dependen, después de todo, del arbitrio público no haciendo una especie de profesión de ortodoxia. Eso puede hacerse hoy tranquilamente, y no hay cuidado ninguno. Basta tratar de buscar siempre dos cosas, pero la una en la otra. Tratar de buscar la verdad y la vida. La verdad en la vida y la vida en la verdad.

Yo no sé si se llega a alcanzar, eso ¡no importa!, la cuestión es buscarlo, y cuando haya hombres, hombres que hayan hecho una personalidad, que hayan conseguido una especie de filosofía, una concepción unitaria de la vida, que se hayan preguntado de dónde vienen y adónde van, aunque no hayan encontrado la respuesta, yo por mi parte no la he encontrado, y se lo estén constantemente preguntando, entonces podrá haber patria y entonces podrá haber pueblo y entonces podrá haber ciudad. Y esto de la ciudad tiene una gran importancia. Hace poco, como una de las cosas más simpáticas del movimiento catalán es la exaltación continua de la ciudad y hasta la escriben con letra mayúscula, y me parece muy bien, alguien me decía un día: “Pero si todo ese catalanismo no es más que barcelonismo”. Y le contesté: “Es natural. Así es y así tiene que ser”.

Sucede exactamente lo mismo que ocurre en mi país. Casi todo eso del bizcaitarrismo que habéis leído no es más que bilbainismo. Eso nació en Bilbao, se ha extendido de Bilbao a los pueblos y en Bilbao es donde tiene su núcleo.

Es, naturalmente. la conciencia de una región. Es la ciudad. Y donde no hay ciudad y ciudad que sea ciudad, que tenga conciencia de ciudad, no existe región. El aldeano no es regionalista en ninguna parte; tendrá un traje, tendrá una lengua, o un dialecto, o una manera de hablar; pero no siente esas cosas. La conciencia de un país es una ciudad, y lo que hay que hacer es extender el espíritu de la ciudad a los campos y no el de los campos a la ciudad. El campo está muy bien para las descripciones literarias, que generalmente las hacen los que no son campesinos, porque el que siente el campo y el paisaje no es el que vive en el seno de él, sino que es el señorito que va desde la ciudad al campo. El campo está muy bien para esas exaltaciones más o menos líricas, pero en otro sentido.

(Continuará) El Pueblo, 24 de febrero de 1909.

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Homenaje a Darwin de los estudiantes de medicina de Valencia (1909). Parte 23

Insertamos, a continuación, la tercera parte de la segunda conferencia que pronunció Unamuno en Valencia. Lo hizo para el Ateneo Científico, pero el acto se celebró en el Paraninfo de la Universidad.

Si a esta gente que adquiere un poco de ciencia, a trompicones, a retazos, en traducciones, no muy buenas, de cosas que no entiende, sin disciplina, hubiera un modo de encarrilarles, de hacer que tomaran un poco de disciplina, que se orientaran, que aprendieran las cosas por el principio, creo que toda la vía, todos estos sentimientos bravíos, todas estas pasiones, todos estos instintos, podrían encarrilarse para fines muy útiles; pero resulta, desgraciadamente, que se les abandona; que tengan, por ejemplo, esa pasión por el hombre, eso está muy bien, El hombrees un hombre idea, como una idea cuando tiene valor es una idea hombre, es decir, es una idea viva y no puede separarse el pensamiento de la acción.

El principio del cuarto Evangelio según Juan, o según el evangelista Juan, tiene una especie de  introducción muy interesante que ha dado lugar a una porción de controversias, en la cual se dice que en el principio era el verbo, esto es, la palabra.

Goethe corrigiendo esto en el “Fausto”, decía: “En el principio era la acción”. Y leyendo yo a Goethe, y repasando el Evangelio de Juan, decía: “Bueno, ¡qué diferencia hay de la palabra a la acción?” Porque yo oigo hablar de la palabra y la acción y todavía no he visto qué diferencia hay entre eso. Lo más curioso es que los que hablan más execrando la palabra y diciendo que no basta hablar sino obrar, son los políticos, cuyo modo de obrar es hablar y llaman un acto a un discurso. Y en cambio, cuando habla otro no es acto. Yo todavía no me lo he explicado: ha hecho un acto y lo que ha hecho es un discurso. No sé qué diferencia hay.

La idea no es, después de todo, más que un acto comprimido, y a la vez un germen de un acto, puede ser que esté equivocado, de una manera estrictamente psicológica. Una idea no es más que una acción abortada, que antes de llegar a terminación queda encerrada dentro.

Yo no ´se, pero supongo que acaso la idea de que voy a mover el brazo es empezar a moverlo, y antes de llegar al movimiento hay una dificultad y queda abortada. Es una de las maneras como me explico que cuando se hipnotiza a uno y se le deja en una especie de estado vacío de conciencia y se le echa una idea, ésta se traduce, hasta llegar el acto, porque no tiene el obstáculo de la conciencia o raciocinio.

La historia nos enseña por otra parte que los espíritus que han pasado por más contemplativos han sido los más activos. Cuando las órdenes religiosas han necesitado para sus negocios temporales un hábil diplomático, uno que les lleve adelante los asuntos, es muy frecuente que lo hayan buscado entre los más contemplativos, entre las gentes que parecía que se estaban cerniendo por las nubes; y la historia enseña también que cuando esos que han pasado por espíritus místicos, por gentes que andan en las nubes, perdidos en éxtasis y en contemplaciones extramundanas, han venido al terreno de la acción, han resultado los hombres más astutos, los más activos y los que sabían mejor a dónde iban. Ahora, que hay otros que no andan en las nubes, que no andan en ninguna parte.

Y después de todo, el pensamiento mismo, ¿qué es para nosotros, sino una manera de justificar nuestros actos? La mayor parte de las filosofías que oigáis exponer a los hombres, son filosofías a posteriori para explicarse a sí mismo su propia conducta. Y así, lo que yo suelo exponer, es una manera de explicarme lo que yo hago. Todo el mundo tiene la necesidad de ser lógico, de hacer las cosas por alguna razón, por algún fundamento, y cuando no saben lo que hacen por qué lo hacen, inventan. Para cohonestar grandes picardías han inventado las gentes la ‘filosofía de la picardía’ y hasta para cohonestar sus tonterías, inventan los tontos una especie de filosofía de la tontería, lo cual demuestra, que no son tan tontos como parecen (Risas).

Una vez, y lo recordaba hace poco, me decía uno: “Si yo no creyera en el infierno, haría cosas horrendas, sería un gran criminal”; le dije: ¡Bah! si usted no creyera en el infierno, seguiría haciendo las mismas cosas que hace y no haría usted otras. Lo que hay es que entonces y para explicarnos por qué no hace usted cierta cosas, inventaría otra teoría cualquiera. No es el miedo al infierno lo que le haría a usted no hacer eso. Es el haber inventado el miedo al infierno. “Pues entonces, ¡por qué no lo hago?” “¡qué se yo!” Porque han educado a usted así, porque sus padres y abuelos le han hecho así, porque en último término está la guardia civil ahí detrás (Risas y muchos aplausos).

Y es que la idea no es nunca un concepto rígido, no es una cosa estética, no es una cosa de programa, es algo que se pliega, es algo que vive, lo mismo que un organismo, es algo que tiene flexibilidad. Y la filosofía que hace falta aquí, es una filosofía que guíe nuestros actos, pero una filosofía que que explique también los actos nuestros.

Viniendo al caso concreto de todas estas divagaciones un poco descosidas y algo incoherentes, yo tengo una cierta acción, llevo unos cuantos años escribiendo y acaso hablando más de lo debido. Hay una razón para eso, y hay también, y sentiría entrar en un terreno muy lírico (voy a contenerme lo que pueda), algo que aquiete y sofoque preocupaciones, inquietudes y tormentos interiores, y para eso expliqué mi idea; una especie de filosofía, una filosofía personalísima lo más absoluta, y aún prediqué el deber de cada uno a imponer el sello de su personalidad a los demás, y una ética agresiva e impositiva.

Y es aquí en este país, en España quiero decir, donde tanto se habla de personalismo, donde el ‘fulanismo’ tiene tanta fuerza, es uno de los países en que menos se respeta la personalidad ajena: molesta la personalidad. Aquí se tolera a un hombre que piense de tal o cuál manera, pero a uno que tiene o quiere tener una fisonomía, ese es “un tío que carga” y como yo sé que cargo a mucha gente acentúo mi personalidad.

He conseguido, y se consigue y consigue todo el mundo, cierta tolerancia y cierto respeto a las ideas. Lo que es difícil conseguir, es la tolerancia al modo de exponerlas, es a la manera de ser, es a las costumbres, es a las cosas externas.

Hasta me he encontrado alguna vez con quien me ha dicho “Bueno. Usted piense como quiera y ande con todas las paradojas, pero póngase usted corbata”. (Risas). Pues por eso no me la pongo precisamente (Más risas). Y que no se respeta la personalidad, ni interesa la personalidad, hay un dato que lo demuestra, más que ninguna otra cosa. Cualquier literatura europea es más rica que la española en biografías, en autobiografías, en memorias, en cartas de hombres que han tenido una cierta acción pública.

En la literatura inglesa, sobre todo, una de las cosas que más encantos puede producir al lector, es la gran cantidad de libros biográficos, autobiografías y colecciones de cartas.

No bien acababa de morir Gladstone, se publicó una biografía magistral de Gladstone.

Ayer hacíamos aquí un homenaje a Darwin, y se puede leer en libros, muy encantadores por cierto, alguno de ellos de su hijo, cosas de quién era Darwin.

Desde que yo tengo uso de razón, he visto desaparecer de la escena pública en España una porción de hombres que han tenido una gran influencia, muchos de ellos un gran valor, ya en la política, ya en las letras, ya en las ciencias.

Todos nosotros, la mayor parte, hemos vivido en tiempos en que ha muerto Cánovas, en que ha muerto Sagasta, en que ha muerto Romero Robledo, Campoamor, Nuñez de Arce, artistas; ¿qué biografías veis por ahí de ninguno de estos hombres que merezca la pena de leerse? Ni una, que yo conozca. ¿Y de cuál de ellos se ha publicado notas íntimas, recuerdos, cosas personales, colecciones de cartas? De ninguno. Para el hombre queda su nombre en la historia, porque ha hecho una u otra obra, más la nota personal, la íntima, de esa no sabemos nada, porque en rigor, la personalidad no interesa nada.

Los más adictos a uno de estos hombres, cuando han tenido la eficacia de una fuerza política, cuando han podido repartir favores, cuando han sido fuerza de la cual emanaban poder e influencia; alguno de los hombres que más les han rodeado, apenas han muerto se acordarán de ellos, pero parece como si no se acordaran.

El culto al hombre por el hombre mismo, no al ministro que daba credenciales, sino al poeta o al escritor que ocasionaba un buen rato con su conversación o con sus libros, esto no se encuentra entre nosotros, y es que con tanto personalismo, con tanto fulanismo, no hay respeto ninguno a la personalidad. Yo no sé si la masa tiene una especie de individualismo atómico y cada cual se cree tanto como cualquier otro, y por consiguiente, ¿por qué le ha de interesar el prójimo? o es porque no hay verdadera personalidad.

Hay mucha gente que tiene hasta una atención relativamente pública, yo dudo que tenga una lírica, que le pasa algo por dentro. El hombre, el hombre es lo único más interesante que puede haber en una sociedad. Y aquí si acaso no hay pueblo, no hay una sociedad con conciencia, es porque tampoco hay individuos que la tengan, hay muy pocas personas que lo sean realmente. Hay sí un individualismo, pero un individualismo sin personalidad, y si esto parece un poco paradójico, voy a ver si con una especie de rodeo y con un procedimiento metafórico puedo explicároslo. Cabe que haya una serie de vasijas muy firmes, muy duras y recias, con unas paredes verdaderamente resistentes, todas iguales, y que estén llenas de un líquido exactamente igual en todas ellas y el más homogéneo, el más igual, o que no estén llenas de nada, o que estén vacías.

Estas son unas vasijas que tienen una gran individualidad; se diferencian de las demás si acaso, pero personalidad no tienen ninguna, no tienen contenido. Y cabe, por el contrario, que haya una serie de células con una membrana delgadísima a través de la cual se verifique una ‘exmosis’ y ‘endoxmosis’ muy fácil, y que estén llenas de líquido, diferentes unos de otros, muy heterogéneos. Puede un hombre tener una gran personalidad, un gran contenido interior, una gran riqueza espiritual, y sin embargo no tener esas paredes rígidas; y por el contrario, pueden estar metidos dentro de una concha, o de ese caparazón, y estar vacío. Y a mí me hace el efecto, de que éste mi país, de que ésta mi patria, es un pueblo  de cangrejos, de hombres que tienen un caparazón muy duro, muy recio, lleno de pinchas, y todos tienen por dentro la misma carne, o no tienen ninguna. No tienen más que individualidad, la personalidad en absoluto se borra. Mientras no haya hombres con una riqueza interior adquirida, no sólo con el estudio, sino tal vez cultivando inquietudes y preocupaciones que la mayoría trata de apartar, no creo que haya verdaderamente una sociedad….

(Continuará) El Pueblo, 24 de febrero de 1909

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