Salvarsán. La bala mágica

Insertamos el guión del vídeo Salvarsán. La bala mágica que subimos al canal de Youtube «Medicina, historia y sociedad».

 

Intro

Durante el siglo XIX la medicina asistió a la conversión de la materia médica en farmacología experimental, es decir, del uso de productos procedentes de la naturaleza para curar, a la extracción de sus principios activos y a la síntesis de otros nuevos. Asimismo se avanzó mucho en el estudio de sus acciones y efectos.

A finales de siglo XIX ya se disponía de un buen número de productos útiles que actuaban sobre síntomas: antipiréticos, narcóticos, anestésicos, analgésicos… pero pocos que actuaran sobre la causa de las enfermedades.

El médico alemán Paul Ehrlich se empeñó en buscar lo que llamó “la bala mágica”, es decir, una sustancia que actuara sobre la causa de una enfermedad creando los mínimos efectos secundarios o tóxicos al enfermo que la padeciera. Y lo logró.

En 1910 se probó con extraordinario éxito el conocido como 606 o salvarsán (arsénico que salva) contra la sífilis.

¿Cuándo y cómo ese medicamento llegó a España?

Rótulo

Se trata de un tema largo y complejo pero que merece nuestra atención a pesar de que nos veamos obligados a exponerlo en dos vídeos.

Aun así, no podemos abarcarlo todo y sólo hablaremos de grandes hitos, así que a ellos nos ceñiremos.

El salvarsán fue diseñado para matar al Treponema pallidum, bacteria causante de la sífilis. La humanidad llevaba luchando contra esa enfermedad desde el siglo XVI –conocida entonces entre nosotros como Morbo Gálico, mal francés, o mal de Nápoles– sin haber logrado ningún avance significativo. Su tratamiento era a base de mercurio, elemento de uso peligroso, tóxico, pero que de alguna manera detenía la enfermedad o la alargaba en el tiempo. En ocasiones se administraba junto con otros medicamentos. Se empleaba ya en el Renacimiento.

La sífilis era una enfermedad venérea, una enfermedad infecciosa que estaba bastante extendida. Se la relacionaba entonces con la degradación de la persona, con el deterioro físico y moral. Recordemos la existencia de la sífilis congénita y de que entonces la evolución natural de la enfermedad recorría los tres periodos llegando al último o periodo en el que se afectaba el cerebro, los nervios, los ojos, el corazón, los vasos sanguíneos, el hígado, los huesos y las articulaciones. Esto podía ocurrir muchos años después de la infección original no tratada. Aparte estaba también la neurosífilis o la afectación del cerebro y del sistema nervioso (los enfermos acababan sus días en asilos de alienados) y la sífilis ocular.

Desconocemos la tasas de sífilis en España porque no era enfermedad de declaración obligatoria. Aquí unas estadísticas de la mortalidad en Madrid y de los casos atendidos en el Hospital San Juan de Dios que era el lugar específico para el tratamiento de enfermedades venéreas y dermatológicas [Se muestran las estadísticas]. Están extraídas el libro de Antono Navarro Fernández, La prostitución en Madrid (1909).

A finales del siglo XIX la mentalidad etiológica, el estudio de las causas, tomó una extraordinaria relevancia en medicina. La microbiología por si sola pudo explicar la causa de numerosas enfermedades. En el caso de la sífilis. Elie Metchnikoff y Émile Roux demostraron en el Instituto Pasteur que la sífilis se podía transmitir de forma experimental al mono y algunas de sus lesiones al ojo del conejo. En 1905 Richard Shaudin y Paul Erich Hoffman pudieron descubrir que el Treponema pallidum  era el causante de la sífilis o avariosis

Sólo un año después, Albert Neisser y August von Wassermann desarrollaron una prueba de detección de anticuerpos en sifilíticos proporcionando la base para el desarrollo del serodiagnóstico de la infección sifilítica.

Wasserman, basándose en hallazgos científicos de Ehrlich como su teoría de las cadenas laterales, había comenzado en 1900 a trabajar en las reacciones de fijación del complemento e investigó la reacción toxinas-antitoxinas en la sangre.

Pero volvamos a fijar nuestra atención en Paul Ehrlich. Estudió medicina en Breslau, Estrasburgo, Friburgo y Leipzig. Trabajó en la Charité como asistente de Friedrich von Frerichs que le dejó que se dedicara a la investigación. Trabajó especialmente con los colorantes de los tejidos animales (histoquimia). Cuando murió Frerichs su sustituto obligó a Ehrlich a realizar práctica clínica. Como no le gustaba abandonó la Charité. Contrajo la tuberculosis. Una vez recuperado trabajó en su casa, luego en el Instituto de Robert Koch donde comenzó a investigar la inmunidad y las leyes por la que ésta se regía. Estudió, por ejemplo, la toxina antidiftérica. Dirigió después el Institut für Serumforschung und Serumprüfung que adoptó el nombre de Institut für experimentelle Therapie cuando fue trasladado a Frankfurt. Después se hizo cargo de la Georg Speyer Haus für Chemotherapie fundada para él por la viuda del banquero Speyer. Esto marcó la tercera etapa en la vida científica de Paul Ehrlich. Retomó uno de los aspectos de su tesis de doctorado: la necesidad de estudiar la relación existente entre la composición química de los fármacos y su modo de acción sobre el organismo y sobre las células del cuerpo a las que iban dirigidos. Igual que sucedía en inmunología, uno de sus propósitos era encontrar los productos específicos que tuvieran afinidad por los organismos patógenos. Él habló de «balas mágicas»: que actuarían sobre la causa de enfermedad dejando indemne al huesped.

Ehrlich utilizó el término “quimioterapia” para referirse a una parte de la terapéutica experimental, diferenciándola del término “farmacología”.

La terapéutica experimental, para Ehrlich, debía reproducir las enfermedades en animales para, más tarde, estudiar científicamente la acción de los fármacos. Las enfermedades infecciosas eran un ejemplo.

Tres áreas formaban para el médico alemán la terapéutica experimental: la Organoterapia (que incluiría más tarde el estudio de las hormonas), la Bacterioterapia y la Quimioterapia.

Contra la sífilis ya se usaba el atoxil –sustancia sistetizada por Pierre Antoine Béchamp en 1869–, pero tenía una alta toxicidad que lo hacía inviable.

Ehrlich trabajó con Sahachiro Hata (1873-1938), que era especialista en infecciones experimentales por Treponema pallidum en conejos y también había estudiado la eficacia de los derivados del atoxil.

El ‘606’ fue dado a conocer por Ehrlich en abril de 1910, en Wiesbaden, en el 27 Congreso alemán de Medicina interna.

La andadura del nuevo medicamento no fue, al principio, un camino de rosas. Farbwerke-Hoechst no esperó más ensayos y distribuyó 65.000 unidades de forma gratuita entre los médicos. El producto, en ocasiones, presentaba efectos secundarios y algunos adversarios no tardaron en importunar y criticar a Ehrlich; el cabecilla acabó en prisión.

A pesar de que se trató de retener el producto hasta que se hubiera probado en centenares de pacientes, Ehrlich no pudo evitar la demanda creciente del nuevo fármaco. El salvarsán también tuvo otro tipo de enemigos: la iglesia ortodoxa rusa, por ejemplo, sostuvo la opinión de que las enfermedades venéreas eran el castigo de Dios a la inmoralidad y no debían tratarse. La policía alemana también estuvo contra el salvarsán debido a los problemas que planteaba la prostitución. Fueron cuatro años difíciles hasta que Ehrlich sustituyó el 606 por el 914 o neosalvarsán, más soluble, fácil de usar y no perdía eficacia.

Ehrlich logró eliminar de esta manera a los gérmenes causantes de enfermedad sin lesionar al organismo mediante la inyección de un producto en la sangre. Es lo que antes hemos llamado «balas mágicas». Este conjunto de trabajos significó su gloria y el comienzo de una fase revolucionaria para la farmacología y, por tanto, para la terapéutica. En poco tiempo siguieron las sulfamidas y después los antibióticos, y toda una serie de productos orgánicos con eficacia terapéutica.

El hallazgo de Ehrlich se difundió tanto en las revistas profesionales como en la prensa general de todo el mundo. España no fue una excepción y sucedió todo lo contrario que con el premio Nobel de Cajal. Numerosos artículos explicaron qué era el 606 o salvarsán, cuál era su acción, qué efectos tenía, cómo de importante podía ser su toxicidad y comentaban los ensayos clínicos que se llevaban a cabo.

La noticia se difundió por todo el mundo y Frankfurt se convirtió en el lugar donde llegaban por decenas los representantes de países, instituciones y sociedades para hablar con Ehrlich, conseguir unas dosis del nuevo medicamento y aprender a utilizarlo.

En resumen,

–Al principio el salvarsán no fue bien en todos los casos de sífilis. En algunos produjo efectos secundarios.

–En otros, en cambio, resultó ser una cura casi milagrosa.

–Algunos médicos se pasaron de entusiastas y otros de críticos.

–Su administración implicaba no pocos problemas técnicos.

–Se probaron la vía intradérmica, la intramuscular y la endovenosa.

–Significó un empuje para la medicina de laboratorio.

–Ambos sexos se beneficiaron del mismo.

–Contribuyó a que se hablara con menos prejuicios de las enfermedades venéreas desde el punto de vista de la salud pública.

¿Cómo conoció España el Salvarsán? La respuesta en el próximo vídeo.

Bibliografía

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—Laín Entralgo, P. (1973), Farmacología, farmacoterapia y terapéutica general, En: Historia Universal de la Medicina (Dir.: Pedro Laín), Barcelona, Salvat, vol. 6, pp. 259-268.

—Lloyd, N.C.; Morgan, H.W.; Nicholson, B.K.; Ronimus, R.S. The composition of Ehrlich’s Salvarsan: Resolution of a Century-Old Debate. Angew. Chem. Int. Ed, 2005; 44: 941-944.

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—Neosalvarsán, solu-salvarsán. Su descubrimiento, su obtención y comprobación, la técnica de su empleo y las indicaciones. Barcelona, Bayer-Meister Lucius, sa.

—Rubin LP. Styles in scientific explanation: Paul Ehrlich and Svante Arrhenius on Immunochemistry. J Hist Med Allied Sci. 35(4):397-25,1980

—Parascandola, Paul Ehrlich’s Chemoterapy, J Hist Med and All Scien, 36 (1), 19-43, 1981.

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Más bibliografía

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Buchwalow, I.; Boecker, W.; Tiemann, M. (2015). The contribution of Paul Ehrlich to histochemistry: a tribute on the occasion of the centenary of his death. Virchow Arch., vol. 466, nº 1, pp. 111-116.

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Drews, J. (2004). Paul Ehrlich: magister mundi. Nat Drug Discov, vol. 3, nº 9, pp. 797-801.

Kaufmann, S.H. (2008). Paul Ehrlich: founder of chemotherapy. Nat Rev Drug Discov, vol. 7, nº 5, p. 373.

Sepkowitz, K.A. (2011). One hundred years of Salvarsan. N England J Med, vol. 365, nº 4, pp. 291-293.

Strebhardt, K.; Ullrich, A. (2008). Paul Ehrlich’s magic bullet concept: 100 years of progress. Nat Rev Cancer, vol. 8, nº 6, pp. 473-480.

Vernon, G. (2019). Syphilis and Salvarsan. Br J Gen Pract, vol. 69, nº 682, p. 246.

 

El ‘606’ en El Imparcial (1910) (3)

Seguimos adelante con el seguimiento que hizo El Imparcial del nuevo medicamento de Ehrlich, el ‘606’. Después de la temprana noticia que proporcionó Verdes Montenegro, se publicó un artículo de otro de los protagonistas de la introducción del salvarsán en España. Como ya vimos al abordar el tema en otros diarios, se trata del doctor Bandelac de Pariente, que era médico de la Embajada de España en París. Veamos el artículo:

El 606 del profesor Ehrlich, de Francfort

Nuestro eminente colaborador científico, el doctor Verdes Montenegro, escribió en El IMPARCIAL un artículo que produjo impresión profunda en todas partes. Exponía el descubrimiento admirable y transcendental de Ehrlich para la curación de la ‘avariosis’.

Ayer hemos recibido un nuevo artículo sobre tan interesante asunto, escrito por el doctor Bandelac de Pariente, médico de la Embajada española en París. Insertamos a seguida esta nota científica.

Francfort, Septiembre
Hace dos meses aparecieron en las revista médicas las primeras comunicaciones sobre los resultados verdaderamente extraordinarios obtenidos en la curación de la sífilis por un nuevo procedimiento descubierto por el profesor Ehrlich, de Francfort.

Este procedimiento, según aparecía en las tales comunicaciones, violentaba de tal manera todos nuestros conocimientos sobre la terapéutica específica hasta hoy empleada, que hemos de confesar nuestro escepticismo ante ellas.

‘Una sola inyección del nuevo específico, y no ya los casos incipientes, sino las afecciones más antiguas y rebeldes a todo tratamiento mercurial o arsenal (incluso el atoxil); las manifestaciones más terribles del periodo, no ya secundario, sino del terciario; las gomas ulceradas y aun los principios de parálisis; en una palabra, los casos más desesperados, y ante los que la terapéutica era impotente, curábanse con una rapidez rayana en el milagro, puesto que asignaban periodos de cuatro a diez días para la cicatrización de estas lesiones, hasta entonces rebeldes a todo tratamiento’.

Por la misma exageración de los resultados, estas comunicaciones hubiéramos parecido uno de tantos ‘bluffs’ de los que se dan, por desgracia, casos frecuentes en los medios científicos, a no haber mediado en todo ello el nombre de Ehrlich, cuya honradez científica es universalmente proclamada, así como su grandísima ciencia; cualidades que hace dos años se vieron recompensadas por la concesión del premio Nobel, de ciencias médicas, que le fue atribuido en unión del sabio Metchnikoff, director del Instituto Pasteur de París.

Ante la dificultad de comprobar por nosotros mismos estos inverosímiles resultados, puesto que los ensayos habían sido hechos tan solo en una Clínica particular de Alemania, y en un pequeño número, hubimos de resignarnos a esperar que el tiempo confirmara estos anuncios, firmemente decidos a estudiarlos por nosotros mismos en cuanto se nos presentase un momento propicio, convencidos de que, en caso de ser ciertos estos vaticinios, para pocos países era de tan capital importancia el descubrimiento en cuestión como para el nuestro, puesto que todos sabemos hasta qué punto la terrible enfermedad es una plaga nacional y el lugar preferente que ocupa en la estadística de nuestra patología.

Han pasado dos meses desde los primeros anuncios, y no ya la Prensa médica, sino todos los periódicos europeos se vienen ocupando diariamente del prodigioso descubrimiento de Ehrlich, comunicando resultados no menos sorprendentes que los primeros obtenidos, y no en una sola clínica, como al principio, sino en las principales de Viena, Moscou, Bruselas y en el mismo París en la dirigida por el doctor Salmon, del Instituto Pasteur.

Consecuentes, pues, con nuestro primitivo propósito, creímos llegado el momento oportuno y hemos venido, a la misma cuna del descubrimiento a estudiar y a ver por nuestros propios ojos estas curas milagrosas que hasta ahora consideramos increíbles.

Apenas llegados a esta población, nos apresuramos a presentarnos al profesor Ehrlich, quien nos recibió con la amabilidad más cordial, manifestándonos la gran satisfacción que le causaba ver, por fin, a un médico español que venía estudiar personalmente su nuevo procedimiento, pues hasta ahora nuestro país no había parecido darle crédito.

El profesor Ehrlich nos explicó personalmente en qué consistía su famoso 606, fórmula de nombre cabalístico, así llamada por el número ordinal de las preparaciones que hasta aquí había ensayado sin resultado satisfactorio: es un ‘diamedo-arseno-benzol’ de cuya preparación se guarda el más absoluto secreto; el producto en cuestión tardará aún algunos meses en entregarse al comercio, y hasta ahora Ehrlich no ha confiado su aplicación más que a muy contados médicos especialistas; por estas mismas dificultades, nuestra gratitud hacia el ilustre profesor es mucho mayor por su amabilidad al entregarnos una cantidad de tubitos para que pudiéramos ensayar su procedimiento por nosotros mismos.

El tratamiento consiste en una sola inyección intramuscular, en dosis que oscilan entre ‘dos centímetro cúbicos’ para los recién nacidos, hasta ‘sesenta centigramos’ del específico inicial, según la edad, la resistencia y el grado de infección del paciente.

Al terminar nuestra entrevista con el sabio profesor, éste nos presentó y recomendó personalmente al profesor Herxheimer, el gran dermatólogo, en cuya clínica principalmente hemos podido, durante nuestra larga estancia, comprobar día a día el verdadero valor de este nuevo tratamiento.

Hoy podemos afirmar que cuanto se ha dicho de este famoso 606 es cierto, y que las curaciones obtenidas causan verdadera estupefacción, por la rapidez de sus resultados y por la igualdad de éstos en los más diversos casos.

Hemos podido comprobar curaciones de la enfermedad adquirida por el propio paciente, de la hereditaria en los recién nacidos y de las de los adultos hijos de sifilíticos, haciendo en todos los casos previamente la reacción de Wassermann con resultado positivo, siendo este negativo al proceder a un ensayo de nueva reacción a los dos meses de aplicada la única inyección en que, como hemos dicho, consiste este tratamiento.

Reservamos para una revista profesional todos los detalles clínicos, descripción de la evolución de las lesiones y sujetos curados, pues no creemos que tal estudio correspondiera a la índole de EL IMPARCIAL:

Doctor Baudelac de Pariente. El Imparcial, lunes 12 de septiembre de 1910, p. 5

El Imparcial, lunes 12 de septiembre de 1910, p. 1.

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Extranjero. París 12.— El ilustre doctor español Bandelac de Pariente, médico de la Embajada de España en París, ha marchado hoy a Alemania para realizar nuevos estudios el ya famoso 606, remedio hallado por el sabio profesor Ehrlich.

El Imparcial, martes 13 de septiembre de 1910, p. 1.

[Proyecto HAR2008-04023]

El ‘606’ en El Imparcial (1910) (2)

A los pocos días de publicarse la primera noticia en El Imparcial sobre el ‘606’, uno de los periodistas y comentarista más reputado de la época, Mariano de Cavia (1855-1920), se hacía eco de la misma. Cavia nació en Zaragoza en 1855, donde estudió derecho y comenzó a destacar en la prensa local. Marchó luego a Madrid y trabajó en los diarios más prestigiosos de la época; primero en El Liberal, después durante una década en El Imparcial tras una breve estancia el Heraldo, y más tarde en El Sol. En 1916 fue elegido académico de la Real Academia de la Lengua, aunque no tomó posesión debido a su precario estado de salud. Como nota curiosa, vivió siempre en un hotel y tenía un piso en el que guardaba su biblioteca.

Reproducimos, a continuación el artículo publicado bajo el título de su columna Cháchara:

Lo que es por falta de motes no se quedará el año que corre sin ocupar un puesto de los más salientes en la historia del siglo actual.

Se le puede denominar el año del cometa engañoso, el año del cólera discretito (al menos hasta ahora), el año de la ‘huelguitis’ crónica, el año de la exaltación de Don Dalmacio, y ante todo y sobre todo, ‘el año del 606’.

Número bendito, número afortunado, número milagroso, número digno de toda admiración y reverencia… Cuando halléis el 606 en un coche de punto, apresuraros a subir en el simón, aunque sea sin rumbo fijo, porque no podrá menos de conduciros hacia la Fortuna, hacia la Felicidad.

Si encontráis el 606 bajo la prosaica figura de un guardia de Seguridad, saludad a éste con toda la devoción que merece un verdadero ángel custodio del género humano. Contemplad y venerad en él una auténtica, excelsa y portentosa representación de la Providencia divina o de la Ciencia humana, según seáis deístas o positivistas.

Y principalmente, oh jugadores de la Lotería Nacional, proceded sin tregua ni descanso a la busca y captura del billete que ostente el privilegiado, el mágico, el deslumbrador número 606. Imposible que ese billete deje de trocarse en un puñado de los otros que emite el Banco de España.

Por de pronto, un efectivo premio gordo ha tocado a la Humanidad  con el celebérrimo 606 del doctor Ehrlich, si es cierto, como parece serlo, que ese preparado —más valioso que la misma piedra filosofal— cura de un modo definitivo aquella terrible dolencia que, según dicen, se vengó de sus descubridores y conquistadores europeos la que llamó Quintana ‘virgen del mundo, América inocente’.

La sencilla y clara denominación de «606» quedará para siempre. Es el mejor y más legítimo alarde que el doctor Ehrlich tiene derecho a hacer de su tesón a toda prueba; porque antes de acertar con el remedio que hoy constituye la gran actualidad médica y humanitaria, el profesor alemán se había ensayado con la friolera de otros seiscientos cinco productos análogos y conducientes al mismo fin.

No; en verdad que ante ese éxito sensacional no se dirá que ‘la obra estrenada se resentía de falta de ensayos’. Y si el estruendoso triunfo del profesor Ehrlich queda asegurado con toda la solidez que es de desear, a pocos hombres como a ese Alcides de laboratorio, vencedor de una hidra mucho más temible y cruel que la de Lerma, se podrá aplicar la sabida definición: ‘El genio es la paciencia’.

¡Hurra, pues, por el 606 y por su descubridor! ¡Y viva (toma carrerilla, lector, para lanzar este vítor) viva el biclorhidrato de diamidoarsenobenzol!… Tal es el nombre técnico del prodigioso preparado. Se comprende que el bueno de Ehrlich no haya querido imponernos tan molesto trabalenguas a los que tenemos expedita la dicción; si bien, en opinión del profesor Humbugman, el constante y metódico nombrar al ‘bicloridrato de diamidoarsenobenzol’ sería un excelente remedio para la tartamudez.

No hay mal que por bien no venga, y viceversa.

La verdad de ese aforismo vulgar viene a comprobarla otro eficacísimo ‘medicamento’, digámoslo así, contra el cólera, que en competencia con el suero de Mechnikoff y Salumbeni, preconizan un virtuoso general y un bizarro sacerdote, sin apartarse (¡fuera las teorías razonadas!) de los modestos límites del empirismo casero.

El general Thory ha comunicado a un diario parisiense la gran receta del padre Janin, vicario apostólico en Cochinchina. No dicen si el tal padre Janin tiene algún parentesco con el humorístico autor de ‘El asno muerto y la mujer guillotinada’.

¿En qué consiste la receta de este señor vicario, no menos empírico que el de Zarauz pasado ya de moda?… Pues en administrarse copiosos tragos de aquel dañino brebaje que ciertos poetas melenudos bautizaron (poca agua y mucho ajenjo) con el nombre de ‘la Musa Verde’.

Según el susodicho padre de almas., y de licores fuertes, el ajenjo, ampliamente libado, sienta como ‘mano de santo’, no ya , a hombres en pleno vigor, pero a mujeres, viejos y niños, atacados del cólera.

—Yo mismo (declaró el vicario al general) he tenido el cólera tres veces. En la primera, la enfermedad se manifestó de súbito con vómitos y deposiciones que me dejaron absolutamente aniquilado. Bebí un tercio de litro de ajenjo; me quedé dormido, y a media noche desperté curado del todo. Del segundo y tercer ataque me curé, tomando dos vasitos de ajenjo, como vasos para el vino de Burdeos, en una taza de té bien caliente.

No sé por qué, se me figura que el empírico tratamiento del padre Janin contra ‘el cólera de origen asiático’ va a encontrar más creyentes que la sabia medicación del profesor Ehrlich contra el otro ‘morbo’ de procedencia americana. Y es probable que, así como en las cervecerías ocupa lugar preeminente la efigie del rey Gambrino, se ponga muy pronto en los despachos de bebidas alcohólicas el retrato del padre Janín, bienhechor de la humanidad… y de la ‘Maison Pernod’.

Peligrosillo remedio, a decir verdad, el del vicario apostólico en Cochinchina; porque muchos de los curados del cólera, contraerían el funesto vicio del ajenjo, siquiera por gratitud. Y sería como salir de Malaguita para entrar en Malagón.

Lo dicho. No hay mal que por bien no venga, ni bien que no ocasione algún mal. También esta es filosofía empíricamente pura. Se la brindo, a las comadres, al general Thory y al vicario apostólico… del ajenjo.

Mariano de Cavia. El Imparcial, miércoles 7 de septiembre de 1910, p. 1

Mariano de Cavia

[Proyecto HAR2008-04023]

El ‘606’ en ‘El Imparcial’ (1910) (1)

Después de habernos ocupado de seguir la cobertura que el Heraldo de Madrid dio a la novedad del Salvarsán o ‘606’, vamos a recoger la que hizo otro diario de gran importancia en la época: El Imparcial. Frente a los diarios de partido éste se puede catalogar como ‘de empresa’. Fue fundado por Eduardo Gasset y Artime en 1867. Dejó de publicarse en 1933. Este diario fue muy apreciado por lo que hoy llamaríamos su ‘suplemento cultural’, conocido como ‘Los lunes de El Imparcial’, que recogió artículos de los mejores escritores de entonces. También incluyó una sección de divulgación científica durante muchos años.

El Imparcial fue uno de los primeros en recoger información sobre el nuevo producto. Lo hizo gracias a un artículo que envió el médico José Verdes Montenegro [y Páramo], colaborador habitual del diario, desde Berlín. Estaba bien informado y conocía la labor científica de Paul Ehrlich. Lo reproducimos a continuación.

La lucha contra la Avariosis
El 606 en Berlín

No imagine el lector, considerando el título, que haya caído en Berlín el premio grande de la lotería. Trátese de un importante progreso científico, llamado quizás a producir a la humanidad bienes considerables. El producto de que se trata es conocido con el título de ‘606’ porque tiene ese número de orden en el registro de los ensayos del Laboratorio de Ehrlich. Para llegar a él han sido precisas 605 tentativas infructuosas y veinticinco años de perseverantes esfuerzos.

El 606 constituye la más importante actualidad del mundo científico porque se cree que se ha dado con un medio extraordinariamente más activo que los actualmente conocidos para combatir la avariosis, una de las grandes plagas del género humano. Ateniéndonos a los hechos registrados por médicos serios a quienes Ehrlich ha hecho ensayar el producto, para huir de lo que en Berlín, como en otras capitales, exagera la opinión científica impresionada, todavía encontramos en esos hechos motivos de grandes esperanzas.

En una conferencia reciente acaba de declarar Ehrlich que tiene los resultados de observación de 3.300 enfermos de avariosis; y que en 200 casos, considerados como desesperados, una sola inyección había podido arrancar a los enfermos de una muerte próxima. Es la afirmación, como se comprende, de una importancia extraordinaria: de un lado, por la figura respetable del sabio que la lanza, y de otro, por las particularidades de la enfermedad de que se trata.

No voy a describir a Ehrlich, una de las grandes figuras de la ciencia experimental alemana, director del Instituto de comprobación oficial de sueros y vacunas; pero respecto de la avariosis sí he de hacer observar que tiene una marcha crónica y traidora. Combatidas, con más o menos facilidad, sus primeras manifestaciones, al cabo de algún tiempo aparecen otras más importantes y graves; dominadas éstas ‘en los casos en que es posible, poco o mucho después se presentan manifestaciones terciarias imponentes y comprometedoras; algunas veces la muerte suele ser consecuencia de estas lesiones, y de todos modos, sea la infección benigna o grave, el individuo que una vez la ha sufrido no se ve nunca libre de ella; todo en él toma el carácter y se muestra influenciado por la infección experimentada, y hasta su misma descendencia sufre los efectos de la plaga avasalladora.

Más o menos fácilmente, según las condiciones del enfermo y la virulencia de la infección, se combaten actualmente las manifestaciones de la enfermedad mediante un tratamiento que dura dos, cuatro, seis o más años. Con algunas inexactitudes indispensables para ofrecer una síntesis del asunto, este puede decirse que es el estado actual de la terapéutica de la avariosis. Mis queridos amigos los doctores Azúa, Pardo Regidor, Nonell, Sánchez Covisa y tantos otros dedicados al estudio de esta enfermedad, me perdonarán si el cuadro no es completamente exacto, teniendo en cuenta que yo no sigo la ciencia en este punto con la asiduidad que ellos lo hacen. El producto de Ehrlich, ¿supone un paso más en la lucha contra la avariosis, aun cuando no impleque su curación definitiva?

Para pronunciarse respecto de este último particular es pronto todavía. Trátese de una enfermedad de la cual pudiéramos decir que se sumerge, como el Guadiana, en lo profundo del organismo para aparecer, años adelante, cuando nadie lo esperaba, con mayor caudal y con mayores bríos, con manifestaciones más intensas y aparatosas. No es posible, por lo tanto, el ver desaparecer los síntomas con el 606, profestizar si desaparecerán para siempre o, pasados los años, retornarán de nuevo. Esta parte de la acción terapéutica tiene que quedra todavía en suspenso para todo espíritu serio.

Pero en cuanto a la eficacia del 606 para combatir las manifestaciones de la avariosis, parece indudable que es muy superior a todos los medios que actualmente se emplean. Las alteraciones desaparecen rápidamente a consecuencia de la inyección. En los gomas del periodo terciario —dice Pick— el 606 tiene una rapidez de acción tan maravillosa, que recuerda la de la quinina en el paludismo. Ehrlich dice, con la prudencia que conviene a una personalidad de su relieve en el mundo científico, que él no afirma hoy por hoy la curación absoluta y sin recidivas; pero que tiene por evidente que las alteraciones desaparecerán rápidamente con la inyección del 606 y que confía en que una sola inyección de una dosis suficientemente fuerte podrá curar definitivamente gran número de enfermos. El autor rechaza que se emplee el nuevo producto en los casos en que se han producido lesiones graves de los centros nerviosos, como en la parálisis progresiva o la ataxia locomotriz.

He aquí lo que, hoy por hoy, desapasionadamente puede decirse de una cuestión que ha despertado en el mundo científico curiosidad tan grande. Todo hace creer que se ha realizado un gran progreso en la lucha contra la avariosis.

Los límites de la eficacia de ese progreso no están aún, ni estarán en mucho tiempo, bien determinados.

José Verdes Montenegro, Berlín Agosto. El Imparcial, 28 de Agosto de 1910, p. 2

El ‘606’ en el ‘Heraldo de Madrid’, 1910 (y 5)

Finaliza la serie de artículos y noticias sobre el ‘606’ publicadas en el Heraldo de Madrid en 1910. Se trata de la reseña de una conferencia que Juan de Azúa impartió en el Colegio de Médicos de Madrid. El objetivo era demostrar qué tipo de inyecciones de ‘606’ era mejor, si la intramuscular o la intravenosa:

El 606
La conferencia de Azúa

El sabio especialista llevó ayer noche a la tribuna del Colegio Médico el tema interesantísimo de la superioridad de las inyecciones intravenosas sobre las musculares en el tratamiento de la avariosis por el salvarsán (nombre definitivo con que ha quedado bautizado el 606.

Las inyecciones musculares son siempre dolorosas y predisponen además a la acumulación del medicamento, haciéndolo así inócuo; las intravenosas carecen de estos inconvenientes y además ofrecen las ventajas de su rapidez de acción y de la necesidad de una menor dosis. El obstáculo a las mismas está en la poca práctica que hay en su realización conceptuándolas difíciles, cuando en realidad tienen una ejecución sencilla.

Con toda claridad, y desde un punto de vista práctico, hizo el Dr. Azúa la descripción de esta técnica, para la que emplea una jeringuilla especial, según hemos expuesto en la conversación que respecto a este asunto tuvo la bondad de de sostener con nosotros el ilustre médico hace unos días.

La conferencia tuvo un aspecto práctico, de gran interés, que consistió en la presentación de varios enfermos, entre ellos uno de lesiones meningo-mialitis y otro, de siete años de antigëdad, y que, rebelde a todo tratamiento, mejoró de un modo manifiesto con la inyección del 606.

Un público numerosísimo y distinguido llenaba el salón de actos del Colegio y premiaron con un cariñosa ovación la conferencia del Dr. Azúa.

El Heraldo de Madrid, 31 de diciembre de 1913, p. 1

[Proyecto HAR2008-04023]

El ‘606’ en el ‘Heraldo de Madrid’ (4)

Seguimos con esta serie de breves y artículos sobre el ‘606’ publicados en el Heraldo de Madrid, para el trabajo que estamos preparando. Ya que andamos en la tarea, creo que es interesante compartir estos artículos dentro del espíritu de la Web 2.0 y porque es una forma de recuperarlos para quien esté interesado.

En noviembre se publicó una interesante entrevista a uno de los protagonistas, el Dr. Azúa, que apareció en portada, con fotografía. Se la hizo el Dr. José de Eleizegui. Aquí la transcribimos:

El 606
Hablando con el Doctor Azúa

La experiencia personal desde que regresó de Francfort el doctor Azúa.— Veintiséis casos tratados.— Modificaciones prácticas.— Su juicio comparativo con los demás tratamientos.— ¿Adónde llegará el 606?— ¿Qué porvenir aguarda a la quimioterapia?

Sigue siendo la novedad científica del día el preparado de Ehrlich. Se suceden las publicaciones, se repiten las casuisticas, se propaga el método, y ya no solo la clase médica, sino la Humanidad entera, está pendiente de que la Ciencia dé su definitiva sanción. Escuchar a Azúa resultaba, pues, de un interés extraordinario. Los juicios del primer especialista español tienen para nosotros toda la fuerza de una sentencia irrefutable… porque, al exponerlos ahora, habla por propia cuenta, por investigación personal, resultado de sus trabajos en la clínica de San Juan de Dios.

Decididos, pues, a interrogarle, contábamos desde luego con su amabilidad, nunca desmentida, o invocando la necesidad de exteriorizar la labor de nuestros maestros en crédito de la cultura patria, sabíamos que era hacedero el que nos dedicase unos minutos. Y así fue. Nuestro deseo se cumplió ampliamente, y nos honramos dando al mundo la opinión documentada y terminante de Azúa acerca del 606.

Hela aquí, fielmente reproducida:

—Mis observaciones propias confirman la eficacia grande e inmediata del 606 para hacer desaparecer las manifestaciones genuinamente sifilíticas, en un tiempo mucho más corto que con la medicación mercurial y potásica. Justifican esta opinión los siguientes hechos: ayudado por los Dres. Nonell, Covisa, Aja y Serrano hemos practicado hasta la fecha 26 inyecciones, de las que 16 han sido intravenosas, 7 intramusculares y 3 por un procedimiento con mezcla de lanolina, petrovaselina y 606.

Entre los casos hay uno de un niño de pocos meses, con graves lesiones en la boca y garganta, que desde una semana antes de la inyección le impedían tragar y mamar, y en estado tan agónico al ser inyectado que ni siquiera sintió el pinchazo de la aguja. Murió a las ocho o diez horas. Se empleó el método Ht. Evidente es, dado su estado de muerte inminente, a causa, principalmente, de la falta de alimento, que ninguna responsabilidad alcanza al 606.

En la clínica de Herxheimer he visto un caso parecido con igual resultado, y es que no hay medicina alguna capaz de salvar agónicos. En cambio, otros muy graves, pero aún con resortes vitales, han obedecido al 606 con gran premura.

Un enfermo tabético no avanzado ha tolerado, exceptuadas las molestias locales, la inyección intramuscular sin contratiempo alguno. Quince días después sólo acusa ligeras mejorías sintomáticas, que aún no es tiempo de decidir si son verdaderas o puramente sugestivas.

Otro inyectado intravenoso por neuritis óptica específica el día 19, no presenta aún modificaciones apreciables en los tres días transcurridos.

En los 23 restantes, el resultado inmediato ha sido una franca mejoría claramente apreciable, tanto que en 14 de los 16 enfermos tratados por inyección intravenosa se hizo ostensible antes de las 24 horas.

Uno que cito expresamente  ‘sin más propósito que establecer la mayor intensidad de acción de la inyección intravenosa’, tenía grandes y viejas lesiones gomosas. Fue tratado por el Dr. Bandelac con inyección intramuscular de cinco decígramos de 606 y no se notó mejoría alguna. Persistiendo este estado, 25 días después de la intramuscular, inyecto en las venas 4 decígramos. Pasan tres días sin modificación importante objetiva, aunque sí con sensación subjetiva de bienestar, y desde el cuarto día se inicia rápido alivio que lleva camino de curación.

Los enfermos inyectados intramuscularmente por mí, han mejorado todos también muy rápidamente, y lo mismo ha sucedido a uno inyectado por el Sr. Aja. El método con lanolina y petrovaselina, ha sido seguramente eficaz, pero comienza un poco más lentamente y acrecienta su acción del segundo al tercero día.

En resumen: ningún efecto perjudicial, y exceptuado el tabético, aun en tela de juicio, efectos favorabilísimos en casos graves, algunos de los cuales han curado antes de doce días.

En inyección intramuscular  hemos puesto cinco y seis decígramos y usado el método de H, eficaz sin duda, pero doloroso. Con la fórmula de la lanolina, cinco y seis decígramos.

En inyección intravenosa, de tres a cuatro decígramos. No hemos tenido ningún fenómeno de infección. La fiebre ha sido, a veces, alta, pero pasajera. Algunos han tenido náuseas o vómitos y diarrea, sin dolores.

Impertinente sería hacer constar aquí ‘detalles descriptivos’ que abrillantasen el valor del 606, y reservo para una publicación técnica; pero en conjunto, de mis observaciones se desprende que las sífilis graves y precoces, las lesiones tercianas, incluso las óseas y articulares, las manifestaciones en las mucosas, tan peligrosas por los contagios que ocasiona, y la lesión inicial de la enfermedad se curan facilísimamente con el 606. También hemos curado una albuminuria por sífilis y aliviado transtornos de la vista y del oído. También hemos hecho tratamiento abortivo mediante la destrucción de la lesión inicial con aire caliente e inyecciones múltiples periféricas de 606 e inyección intramuscular.

—Y dígame, don Juan, ¡qué modificaciones ha hecho usted al procedimiento?

—Ahora verá. Schreiber, de Magdeburgo, que ha estudiado y sistematizado de un modo admirable el método de las inyecciones intravenosas, emplea para hacerlas una jeringa de disposición funcional muy ingeniosa, puesto que evita que sin conocimiento del operador se pueda inyectar el 606 fuera de la vena; pero es de manejo algo engorroso. He sustituido la jeringa por un inyector por presión de altura, que permite también comprobar cuando está bien colocada la aguja y es de más fácil manejo que la jeringa de Schreiber.

El aparato resultará de precio muy económico, de desinfección muy sencilla y con ayuda de una persona cualquiera, aunque no sea médico, podrá ser seguramente manejado, contribuyendo de esta manera a la difusión de la práctica de las inyecciones intravenosas de 606, método que en los casos graves y para hacer el primer ataque a la enfermedad, tiene una supremacía evidente sobre todos los demás.

Otra pequeña modificación consiste en la adaptación al 606 de la fórmula misma que sirve para preparar el aceite gris, salicilato de mercurio y calomelanos, con lanolina y petrovaselina. He comunicado esta técnica de preparación desde Francfort a la Sociedad Dermatológica Española en la sesión del 6 de octubre de este año. Posteriormente, los doctores Levi-Bing y Lafay han publicado el día 20 de octubre en la ‘Gazette des Hopitaux’ este mismo procedimiento, disminuyendo la cantidad de lanolina e indicando sería ventajoso sustituir la petrovaselina por el aceite de clavel coagulable.

He practicado tres inyecciones con la mezcla propuesta por mí; en dos casos apenas han molestado después de hacerlas, y en los días siguientes no han sido apenas incómodas. Pero en una mujer, la inyección ha sido dolorosa inmediatamente después de hecha, y ha continuado molestando varios días.

Kromayer, de Berlín, hace las inyecciones en parafina líquida, resultando una emulsión que dicen que no es dolorosa al inyectarla; pero nosotros hemos comprobado en la misma clínica de Kromayer que días después es dolorosa. Si las preparaciones hechas con lanolina y petrovaselina u otra grasa aceitosa resultase que no alteran el 606, podría encontrarse con ellas un método que, aunque no de acción tan intensa y rápida como la inyección intravenosa y la de Ht, fuese utilizable cuando las circunstancias no exigiesen tanta prisa o intensidad. Una disposición de la masa o o inyectar en tubos a estilo de cómo están los calomelanos Zambelieri, sería muy aceptable.

—¿Por manera que no hay exageración en decir que el 606 es maravilloso y superior a los demás tratamientos?

El tratamiento por el 606 produce la impresión, por sus inmediatos y bruscos resultados en los ‘casos que está indicado’ de un medicamento altamente específico , que destruye el germen de la enfermedad y regenera los tejidos con rapidez sorprendente, sin originar en el organismo más que alteraciones leves y pasajeras. Médicamente se palpa que la medicación aniquila el agente causal de la avariosis ‘en las lesiones en actividad’.

No es posible afirmar actualmente que el 606 extinga la enfermedad con una sola inyección, y en cuanto a la acción  de varias consecutivas, a través de meses o de años, no han pasado los bastantes para que sobre este punto se puedan hacer afirmaciones definitivas.

El tratamiento abortivo por destrucción de la lesión inicial, inyecciones periféricas a ella  o inyección intramuscular soluble, representa el máximum de garantías terapéuticas; pero sólo cuando los enfermos así tratados pasen años sin manifestaciones y sin reacción de Wasserman, podrá estimarse se consiguió la curación definitiva.

Seguro es se trata de un medicamento perfectamente específico, cuyo uso repetido, ‘si se demuestra no tiene inconvenientes’, nos debe conducir, dada su superioridad específica sobre el mercurio, a resultados que superen a los conseguidos con este también excelso medicamento. Pero todo depende de que sea o no posible hacer tratamientos crónicos con el 606. Si no son posibles, el mercurio persistirá con su envidiable acción específica para ser empleado después de los ataques hechos con el 606 en los casos en que éste resulte ineficaz o cuando esté contraindicado por condiciones del enfermo. Es un propósito muy razonables el asociar en una misma fórmula química los elementos activos del 606 ey el mercurio, y quizás esto ya se persigue por los maestros inventores de esta medicación.

—¿Y la noticia que ahora circula por la Prensa de modificaciones que ha hecho Ehrlich a su preparado?

—La acción divulgadora de la Prensa, usted lo sabe, querido Eleizegui, se corre ‘algunas veces’, y esto ha sucedido con el notición referente a la vieja novedad de que Ehrlich recomendaba las preparaciones solubles; quien trajo la noticia llegó con retraso. Ehrlich ha recomendado siempre como mejor tratamiento la inyección intravenosa, a lo menos para la primera intervención terapéutica, y claro es que las inyecciones intravenosas han sido y son en disolución perfecta. Así las han ejecutado Iversen y Scheiber desde el principio de la experimentación, y así las hacemos nosotros. Por otra parte, los procedimientos de Ht, de Duhot, de Taiges y otros, ya dados a conocer algunos hace tiempo, son también disoluciones del 606.

En resumen: que la anunciada última novedad no lo es, porque desde hace tiempo ya se realiza.

—¿Tiene usted fe en la quimioterapia?

—Mi opinión respecto de la quimioterapia es la de una profunda admiración hacia unos estudios que llevan camino de hacer pasar el arte de curar, un tanto aventurero a veces, a la categoría de ciencia da curar, precisa y consciente en sus determinaciones, y realizadora de la máxima perfección terapéutica: curar sin producir perjuicio alguno. A los sabios nunca bastante venerados como Ehrlich que orientan la ciencia por esos derroteros llenos de esperanza, la humanidad actual nunca los recompensará bastante. Los hombres del porvenir los harán santos, si para entonces los santos están de moda.

Los enfermos esperaban. Los minutos que se distraiga a Azúa son otros tantos perjuicios para el paciente que aguarda. Era necesario poner punto final a una conversación tan interesante y definitiva, Interesante porque el 606 ha llegado a apasionarnos a los médicos; definitiva porque, al menos para mí, en estas cuestiones D. Juan es un oráculo,

Dr. José de Eleizegui

Heraldo de Madrid, 22 de Noviembre de 1910, p. 1

Reproducción parcial de la portada en la que aparece la entrevista

[Proyecto HAR2008-04023]

El ‘606’ en el ‘Heraldo de Madrid’ (3)

Sigo reuniendo información de la introducción del 606 en España a través de la prensa diaria. Continuamos con las notas, noticias, anuncios y artículos aparecidos en el Heraldo de Madrid relacionados con el tema. En esta ocasión se aprecia hasta qué punto se popularizó la nueva sustancia mientras transcurrían los primeros meses de su aplicación en humanos. Unos versos, una viñeta y un apropósito (breve pieza teatral de circunstancias), que se estrenó en el Royal-Kursaal, de Madrid.

Ha regresado de Francfort, donde fue comisionado por el Excmo. Ayuntamiento de Madrid para estudiar el ‘606’, el Dr. Jacinto Navarro y Samín

Heraldo de Madrid, 12 de octubre de 1910, p. 5

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Mañana a las diez de la noche dará una conferencia en el Ateneo de Madrid el señor D. Juan Azúa sobre ‘El estudio médico del 606’. Habrá tribuna pública y entrada libre para médicos.

Heraldo de Madrid, 19 de octuibre de 1910,  p. 5

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Cosquillas

Consejo que en Valdechufas
le ha dado de buena fe
ayer un pobre labriego
a su sobrino ezequiel:
-Vete a Madrid, hijo mío,
con don Pacomio Soler,
y que el doctor que a él le cura
te aplique el 606.
Pero dale solamente la mitad de lo que dé
por su inyección don Pancomio,
que está de fondos muy bien.
Sí; dale la mitad sólo,
al menos por esta vez;
todo será que el doctor
te aplique el 303.

Heraldo de Madrid, 19 de octubre de 1910, p.6

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Diario del teatro
Royal-Kursaal. Mañana sábado, en la sesión de las diez y media, se estrenará el apropósito de actualidad ‘¡Dale con el 606!
El debut de la bella Crisantema ha sido un acontecimiento; María Manzano interpreta el cuplé: La Pulga con tanto arte como picardía, y la bella cupletista Margot es cada día más aplaudida.

Heraldo de Madrid, 21 de octubre de 1910, p. 3

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Congreso
… Especifica el Sr. Burell, diciendo que el decreto sólo es aplicable para casos urgentes.

Cita el caso en que España era el único país no representado en las experiencias del ‘606’, y no podía ser legalmente representado por no funcionar la Junta correspondiente. Entonces, asumiendo yo toda responsabilidad, nombré y envié dos médicos.

Por tiquis miquis administrativos no podía arrostrarse tal responsabilidad.

Queda terminada la interpelación.

Heraldo de Madrid, 28 de octubre de 1910, p. 3

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—Eso del «606», créame usted a mí, es una solemne patraña…
—¿Es usted médico especialista?
—No, señor, soy dueño de una casa de huéspedes en Archena

Heraldo de Madrid, 25 de septiembre de 1910, p. 1

[Proyecto HAR2008-04023]

El ‘606’ en el ‘Heraldo de Madrid’ (2)

Seguimos con dos artículos largos sobre el ‘606’ redactados por médicos. Parece que es justo antes de que se realicen las primeras pruebas en España. Ambos autores, L. Álvarez Sáiz de Aja y Juan de Azúa, se refieren a varios aspectos del nuevo medicamento e insisten en que, a pesar de que ha demostrado su eficacia, es necesario no ser optimista en exceso.

Sobre el 606

Prematuramente lanzados a la publicidad los trabajos experimentales del tratamiento de la sífilis, fiebre recurrente, etc., por el dioxidiamidoarsenobenzol (606), han pasado a ser de público dominio cuantos detalles acerca de los mismos se consignan en los ya numerosos artículos consagrados a este asunto en la Prensa política. (llamémosla así).

Pero en todos aquellos la realidad de los hechos no aparece con toda la clarividencia necesaria, pues amplificadas las excelencias y callados los inconvenientes y parte de dificultades, se nos coloca a los especialistas españoles en una muy poco ventajosa posición.

Me explicaré; hoy día sabe la inmensa mayoría de gentes que saben leer y muchos que no saben, pero que lo han oído, que el 606 es un medicamento de efectos maravillosos en las enfermedades citadas; saben también que una sola inyección basta para obtener la curación; han podido leer que en unas horas se veía mejorar úlceras y otras lesiones sifilíticas, y que en pocos días la curación era radical. Por una parte, los médicos todos del hospital de San Juan de Dios y muchos más particulares (todos los especialistas) vamos a comenzar próximamente, en el próximo mes de Octubre, a usar inyecciones del 606.

Y, como es natural, los enfermos acudirán a nosotros creidos en que con una inyección que se les ponga van a curarse radical y rápidamente de su enfermedad. Pero cuando vean que las inyecciones son muy dolorosas y causan fiebre; cuando tarden dos, tres, cuatro semanas en curar de sus lesiones, y, sobre todo, cuando vean que a los cinco, seis o siete meses vuelven a tenerlas y a necesitar nueva inyección, por no verse libres de la sífilis, entonces tendrán derecho a pensar y a decir que se les ha engañado o que los médicos españoles no sabemos curar su enfermedad con dicho medicamento.

Y como todos los que de él han escrito están conformes en afirmar el pro y el contra, voy a hacerlo yo aquí brevemente para poner las cosas en su justo medio y para que enterado el público de las ventajas y molestias del nuevo tratamiento, sepa a qué atenerse y vaya a él con perfecto conocimiento de causa, para que de este modo nuestra labor sea útil y estimada en lo que valiere. De seguir las cosas como hasta aquí, las sorpresas desagradables para enfermos y médicos hubieran sido abundantísimas.

En primer lugar, hay muchos pacientes en quienes no debe usarse la inyección del 606: son los niños de corta edad, los enfermos de los riñones, aparato circulatorio, sistema nervioso, hígado y ojos. De cometer la imprudencia de inyectar el 606 a individuos incluidos en los grupos que he enumerado, hay peligro de muerte; varios niños de meses y gente adulta han muerto a los pocos días o pocas horas de la inyección.

Los entusiastas del procedimiento dicen que la muerte fue independiente de la acción del medicamento inyectado, y yo quiero creer que es así; pero es que hay casos (dos que yo sepa) en los cuales el paciente murió habiendo presentado todos los síntomas del envenenamiento por el arsénico. Además, Ehrlich ha publicado recientemente un extenso artículo en el que insiste acerca de las contraindicaciones de la inyección y añade un párrafo importantísimo, en el que dice que cuando en un enfermo sin otra lesión que su sífilis ha ocurrido la muerte es que en la preparación del fármaco para ser inyectado se habían usado productos (alcohol metílico, sobre todo) impuros.

Y por si todo esto no fuera suficiente, en algunas clínicas la inyección se pone subcutánea, con objeto de si se presentan síntomas de intoxicación poder extirpar el nódulo de la inyección, en el que está contenido el medicamento y del que se va absorbiendo poco a poco en el transcurso de muchos días.

En segundo término, hemos de advertir que es todavía muy pronto para hablar de curaciones radicales; pero desde luego puede afirmarse que en algunos casos las manifestaciones sifilíticas han reaparecido a los cuatro o cinco meses, y que en bastantes más antes de curarse las lesiones que tenían ha habido que poner una segunda inyección, por no bastar la primera para curar los síntomas existentes.

Las inyecciones puestas en la nalga, según la técnica primitiva, requieren que el enfermo guarde cama ocho días y reposo relativo cinco días más en su casa; duelen mucho, y a veces se ha tenido que calmar con repetidas inyecciones de morfina a los enfermos; producen fiebre (de 37,6 hasta 39, 5 grados), vómitos, mareos, fiebre, etc. La fiebre es el más seguro signo de la eficacia del 606 pues es debida a la destrucción del treponema (germen causante de la enfermedad); la prueba de esto es que inyectado a los que no son sifilíticos no les produce fiebre.

La preparación del líquido que ha de inyectarse debe ser inmediata al acto de la inyección, pues a los sesenta minutos la eficacia del remedio no es absoluta; sin embargo, se anuncia que prontamente una fábrica de productos químicos librará al comercio el producto ya preparado de modo que se evite al médico las manipulaciones de una preparación siempre delicada.

Fuera de los casos enunciados, y con las limitaciones y molestias expresadas anteriormente, los efectos del 606 son superiores a todo cuanto hasta aquí se ha conocido, y por ello en el Hospital de San Juan de Dios, de Madrid, comenzaremos a emplearle en cuanto recibamos las remesas que con fecha 15 de Agosto pedimos a Francfort del Mein y con las que los Dres. Castelo y Azúa traigan personalmente, pues ambos están comisionados para estudiar en las clínicas alemanas los resultados del nuevo medicamento.

Rechazaremos desde luego todo enfermo en quien la inyección puede determinar fenómenos tóxicos, y para ello sufrirán de antemano un escrupuloso reconocimiento. No pondremos las inyecciones en las nalgas, según la primitiva técnica, sino en la región escapular y subcutánea. Y los resultados que obtengamos serán publicados y discutidos en la Prensa y Sociedades profesionales.

La afirmación de que el serodiagnóstico, según el procedimiento de Wasermann, o alguno de sus derivados o simplificaciones, es la clave de la curación del proceso y dice si es cierta o no, si es absoluta o relativa, es completamente gratuita, pues de las serorreacciones hechas después de inyecciones de 606 con curación clínica se ha visto que unas veces la reacción se hace negativa, otras seguía lo mismo y otras se hacía más positiva todavía que en las pruebas hechas antes de inyectar el medicamento.

Creo haber cumplido un deber exponiendo al público que atentamente sigue este asunto, y sobre todo a los enfermos, las cosas que pueden ocurrirles, porque ocurren y han ocurrido a cuantos se ha inyectado el 606, y de este modo sepan lo que deben achacar a la inyección, sin culpar de ello a los médicos. (Cuanto aquí consta pueden comprobarlo los que tengan especial interés repasando la colección de este año de los siguientes periódicos profesionales: ‘Deutsche Med. Wochenschrift’, ‘Münchener Med. Wochenschrift’, ‘Semaine médicale’, ‘Revista clínica de Madrid’, y ‘Wiener Klinische Woch.’).

Sería de desear que el presidente del Colegio de Médicos convocase una sesión extraordinaria, en la que expusieran científicamente lo que de este asunto han visto cuantos compañeros han presenciado trabajos de esta índole en las clínicas extranjeras. Los médicos del hospital de San Juan de Dios oirían con sumo gusto a sus colegas e intervendrían en el debate, del que tantas enseñanzas obtendríamos todos.

L. Álvarez Sáinz de Aja. Heraldo de Madrid, viernes 23 de septiembre de 1910, p. 1.

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El 606 en San Juan de Dios
Preparativos.- Un caso a propósito.- La inyección por el Dr. Bandelac

Por activísimas gestiones del diputado visitador de San Juan de Dios se había adquirido material para poder realizar hoy hasta seis inyecciones en los enfermos específicos de este hospital, y a las nueve de la mañana ya se hallaban en el laboratorio los doctores Bombín, Polo, Serrano y Cuevas preparando todas las substancias antisépticas que pudiese necesitar el Dr. Bandelac.

Éste, acompañado de su ayudante, Sr. Bastas, llegó a San JUan de Dios a las nueve y media y marchó directamente al laboratorio.

Probetas, pipetas, morteros, estiletes y jeringas, todo lo necesario, en fin, para preparar y practicar la operación, se colocó cuidadosamente en la cesta del autoclave para someterlo a la presión de una atmósfera y esterilizarlo por completo.

Duró esta operación unos veinte minutos, y una vez terminada bajaron todos a la sala de operaciones, donde se habían colocado unas gradillas para que pudieran presenciar bien la operación todos los médicos que asistieron con tal objeto.

Allí estaba el secretario del Gobierno civil, Sr. Novella; en representación del gobernador; el Dr. Bejarano; Dres. Muñoz y Paraíso, comisionado por la Diputación de Zaragoza; Dres. Bombín, Hergueta, Mansilla, Pérez Obón, Lozano, Hernández Briz, Polo, Balsaín, Cuevas, Serrano y otros muchos.

Los médicos todos de San Juan de Dios rivalizaron en dar facilidades al Dr. Bandelac para cumplir su misión, y sus peticiones eran atendidas inmediatamente, como acatadas sus órdenes respecto a los auxiliares que necesitaba.

Comenzó el Dr. Bandelac su preparado con la misma escrupulosidad que ayer, dando por resultado un líquido amarillo, aunque no de tono tan intenso como el que había resultado con los preparados del hospital.

Debemos hacer constar que la sosa empleada ayer por el farmacéutico de San Juan de Dios era de la casa Merk y por lo tanto inmejorable, y, según hemos oído, el distinto tope que ofrecía con la disolución que trajo hecha el Dr. Bandelac obedece a que sea más o menos concentrada y no sepa exactamente el Dr. Bandelac el tanto por ciento de sosa.

Preparado ya el líquido, se hizo entrar el primer enfermo, llamado Mariano Blanco, caso magnífico para la experimentación, puesto que del reconocimiento practicado por los Dres Mansilla, Espina y Hergueta resulta de buena constitución y sin ninguna lesión en órganos importantes, teniendo, además de la lesión primitiva de la avariosis, una adenitis supurada y recién operada y una sifílide generalizada.

Colocado el enfermo en decúbito prono sobre una mesa de operaciones, se le puso al descubierto la región glútea, en cuyo lado izquierdo se había dado previamente una embrocación de tintura de iodo.

El Dr. Bandelac prácticó la punción intramuscular y aplicó la jeringa con el preparado, inyectando despacio, porque debe emplearse en esta operación minuto y medio por lo menos.

La cantidad inyectada es de 60 centígramos del preparado en ocho centímetros cúbicos de líquido.

Dos enfermos más, uno de ellos en periodo avanzadísimo de avariosis, puesto que tiene necrosis del maxilar y de las costillas, esperaban el turno para ser operados; pero el Dr. Bandelac manifestó algún cansancio por el tiempo empleado en los preparativos y la operación, y se acordó que mañana continúen las experiencias en otros enfermos.

El enfermo inyectado hoy pesa 61 kilos, y ha dado reacción positiva en el examen previo.

El Heraldo de Madrid, 25 de septiembre de 1910, p. 1

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Ecos de Palacio
También recibió el Rey al Dr. Bandelac, quien le dio cuenta del curso de las experiencias que se viene realizando con la fórmula ‘606’

El Heraldo de Madrid, 3 de octubre de 1910, p. 3

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El 606 en San Juan de Dios
Los tres enfermos a quienes se ha inyectado el 606 en el hospital de San Juan de Dios, Mariano Blanco, Gregorio Torres Soriano y Esteban Carratalá, continuaban en el mismo estado, sin que las manifestaciones de avariosis hayan sufrido transformación ninguna.

Las lesiones, tanto primitivas como derivadas, continúan en igual estado, y únicamente se ha podido obervar en los tres enfermos una intensa cefalalgia y un copioso sudor, más acentuado en la cara que en el cuerpo.

La temperatura de todos ellos es normal.

Los tres han sido visitados por el doctor Bandelac, que se ha limitado a ordenar que sigan el mismo plan curativo.

El Heraldo de Madrid, 27 de septiembre de 1910, p. 3

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El ‘606’. Ehrlich aburrido

El autor del  606 ha regresado de Konnigsberg hoy, y apenas entrado en su instituto ha sido visitado, como todos los días, por numerosa cohorte de médicos de todos los países que le piden el 606 para retornar en triunfo enseñando la mágica ampollita, parcialmente llena de polvo de color amarillo, verdadera piedra filosofal que en sus manos se transformará en oro y salud. Pero así como Estévanez, cuando fue gobernador de Madrid, llegó a poner en la puerta de su despacho aquel famoso cartel anunciando no tenía paciencia, ni empleos, ni dinero que dar, Ehrlich dice no tiene ‘606, ni ganas, con sobrada razón, de visitas que le apartan de sus admirables trabajos.

Hemos tenido el honor de no figurar entre [no se lee] hoy, como hace muchos días, deshauciados peticionarios, esperando, con el respeto que tan grandes hombres merecen, llegue el momento oportuno en el que serán, como hasta ahora han sido, las clínicas de los hospitales preferentemente atendidas. Arrancan, de la escasísima producción [no se lee] del ‘606’, y ésta de lo engorroso de su fabricación, que requiere ser hecha en atmósfera de nitrógeno probablemente, según opina mi competentísimo compañero de comisión, Casares, a causa de la posible combustión al contacto del aire de algunos de los cuerpos que van engendrando en las combinaciones químicas necesarias para la obtención del producto final, el ‘606’.

La grandiosa fábrica de Meister-Luclas (verdadero monumento de la industria química), estudia, según nos manifestó al visitarla uno de sus 216 químicos, la manera de llegar rápidamente a la producción  en grande. Fijan ahora para Noviembre la fecha de poder atender los pedidos. Antes fue el primero de Octubre el día anunciado para la expedición del Mesías contra la avariosis, como ahora se dice para excitar más la curiosidad de los que no saben lo que es.

En tanto llegan los deseados polvos, bueno es apaciguar la ansiedad pública, poniendo las cosas en su punto. Nadie en Alemania cree puede hoy afirmarse que el ‘606’ cura la sífilis definitivamente; esto es, extingue la enfermedad para siempre. Para alcanzar la certidumbre de la curación total es preciso esperar sentado, pues el tipo de evolución de la enfermedad permite obervar muy frecuentemente manifestaciones de la misma (cinco, diez, quince, treinta y más años después de su principio, y de pasar los enfermos [no se lee] todas las más perfectas manifestaciones de la salud.

Los médicos todos, que conocemos esto, tenemos que dejar transcurrir estos primeros  fantásticos tiempos, en los que el mundo [no se lee] ha creído podía ser lavado de sus [no se lee] con el elixir d’amore terapéutico descubierto por el gran Ehrlih.

No, a medida que pasan más semanas se afirman en todas las clínicas de seria experimentación varias cosas:

1º La curación intensa y rápida, sin llegar a lo sobrenatural, que la medicación nueva sirve en las manifestaciones ordinarias o graves de la avariosis.
2º Que a veces estos éxitos se dan en enfermos tratados y no curados con mercurio aunque sobre estos hechos innegables conviene proyectar, para precisarlos, los esclarecimientos resultantes del conocimiento de la forma y condiciones en que fueron hechos los tratamientos anteriores.
3º Que las recidivas, o sea la vuelta de las manifestaciones de la enfermedad, van comprobándose en mayor proporción a medida que el número de los casos tratados y el tiempo transcurrido van siendo mayores.
4º Que se habla de casos en los cuales, a pesar de estar indicada, no ha producido efectos curativos la medicación.
5º (No matar). Que prescindiendo de las molestias dolorosas consecutivas a la inyección del ‘606’, comienzan a sombrear el esplendor curativo de éste algunos casos desgraciados de accidentes graves o muertes, probablemente dependientes de manejos imprudentes del nuevo medicamento, que, como todos los de acción fuerte, puede ser ocasionalmente peligroso.
6º Y esto es importantísimo y debe ser tenido en cuenta por los interesados que en dolientes caravanas buscan el ‘606’ su curación. Las enfermedades paralíticas constituidas, y especialmente el grandídimo grupo de los más o menos perturbados mentales por la enfermedad llamada parálisis general, y los enfermos medulares denominados tabéticos, así como los enfermos de la vista por lesiones del fondo de ojo, no tan solo no se curan con el ‘606’, sino que ni siquiera se puede intentar hacerles medicación, por los perjuicios casi seguros de ella. Que no se van, pues, y quedan al calor del hogar familiar, con menos molestias que las naturales de los viajes. Seguir este consejo les conviene siempre, pues, aunque se descubra en lo porvenir su panacea, ésta, dada la lentitud de marcha de su enfermedad, les llegará siempre a tiempo por lejos que vivan del horno terapéutico donde se fabrique.

De esto, que es la realidad misma de hoy, al concepto arrullador fabricado por la gente hay un relleno de asperezas que a muchos lastimarán. Desquiciar e inflar los hechos científicos aminora después en el común de las gentes, que se llaman a engaño, el mérito inmenso de muchos descubrimientos que, cual el de Ehrlich, son desde luego de colosal trascendencia científica y de muy importantes aplicaciones en la práctica.

Téngase además en cuenta que la enfermedad de que se trata no es la difteria, ni el cólera, ni la pulmonía, ni la meningitis, ni la fiebre tifoidea, etc., que marchan en plazos breves a la curación o a la muerte, sino de una en la que los meses y las semanas son plazos corrientes, sin peligros inminentes fuera de casos excepcionales de aparato nervioso (que están reñidos con el ‘606’), y se comprenderá bien como, si ese número llega a ser el talismán deseado, pueden sin inquietud esperarse los próximos envíos de la fábrica de Meister-Luclas a todas las farmacias. Cuando eso suceda, comenzará su ensayo general, mediante su uso con una jeringuilla como las de morfina, pero bastante más grande, pues con este instrumento, aplicado a una u otra parte, estamos los médicos jeringando a la Humanidad desde remotos tiempos.

Otro día hablaré para los técnicos.

Dr. Juan de Azúa. El Heraldo de Madrid, Domingo 9 de octubre de 1910, p. 4

[Proyecto HAR2008-04023]

El ‘606’ en el ‘Heraldo de Madrid’

El Heraldo de Madrid fue uno de los diarios más importantes de España y de mayor tirada. Comenzó a publicarse en 1890 y terminó de hacerlo en 1839. En 1893 fue adquirido por José Canalejas y su grupo que ocupaban una posición de izquierdas dentro del Partido Liberal. En 1906 lo fue por la Sociedad Editorial Española de la que ya formaban parte tanto El Imparcial como el El Liberal.

El Heraldo de Madrid dio cumplida noticia en 1910 de la llegada del ‘606’ y publicó varios artículos al respecto. Contiene datos que, por el momento, no hemos visto en otras publicaciones.

Hoy reproduzco el que apareció en agosto de 1910, redactado por Luis Bonafoux, que habla de la polémica Doyen-Ehrlich (Francia y Alemania) sobre la nueva sustancia, seguidos de otros más breves que aparecieron hasta el 21 de septiembre.

París al día. El duelo Doyen-Ehrlich

Si yo no estimara profundamente —en su calidad de sacamantecas de la Ciencia— al doctor Doyen, buena ocasión sería esta para ensañarme en su personalidad de sabio.

‘Le Journal’ publicó la noticia tan importante para la Humanidad, de que el profesor alemán Ehrlich había descubierto un remedio, el ‘606’, para curar, en los más de los casos, a ciertos enfermos. desde luego, notaba el más lego que el informe contenía errores y equivocaciones, debido o a ignorancia del reporter o a la precipitación con que se hacen los trabajos periodísticos de información; pero el buen doctor Doyen se abalanzó a la primera columna de la primera plana de ‘Le Matin’, rival de ‘Le Journal’, para consignar, sin más, que

606—0

Luego la emprendió con el profesor Ehrlich por su ‘nota extraordinaria’ y su ‘opinión prematura’, y con el Dr. Koch, y con el Dr. Behring, y con ‘la patriotería científica de los sabios alemanes’, y terminó con un toquecito político contra los que dijeron que debía bajarse a tiros los aeroplanos franceses que pasaron la frontera. ¡Todo un sabio ocupándose, en un artículo científico, de una botaratada de un periodicucho alemán, que hizo una frase por hacer un reclamo!

He dicho que había terminado el doctor Doyen, y he dicho mal: el doctor terminó su estupendo análisis de un remedio que, según él, se titula ‘606’ ‘para excitar con su apariencia misteriosa la curiosidad pública’, aconsejando el tratamiento de la sífilis por su ‘Micolisina’, cuyas dos primeras sílabas escaman a cualquiera.

Así las cosas, y cuando los más de los lectores juzgaban que el ‘606’ era una camama y el profesor Ehrlich un impostor, el citado ‘Le Matin’, cumpliendo deberes de información y de justicia, ha tenido que afirmar la verdad del descubrimiento del sabio alemán, ‘reconocida —dice aquel diario— por sabios de Berlín. Petersburgo, Moscou, Bucarest, Roma, Melbourne, Tokio, Chicago, Lyon, y por el Dr. Thomas, del Instituto Pasteur, de París’.

El profesor alemán, después de explicar las condiciones de su suero —servido gratis a quien lo pide—, que llamó ‘6060’ porque le precedieron, sin éxito, 605 fórmulas, combinadas por él en veinticinco años de trabajo, se extraña de que el doctor Doyen ‘prefiere inspirarse en el error de un periodista a enterarse de las múltiples publicaciones científicas que han tratado del remedio’.

—Por lo demás— añadió—, yo he observado algo así como una paridad internacional, no haciendo distinción entre franceses, alemanes, rusos o americanos, a todos los cuales he entregado gratuitamente mi remedio.

Ahora sólo falta —para colmo de parisinismo— que el Dr. Doyen le mande los padrinos al profesor Ehrlich, proponiéndole, para zanjar la desavenencia científica, un duelito, con puntazo, cinematógrafo y 606 bombos en los periódicos.

Luis Bonafoux

Heraldo de Madrid. Miércoles 24 de Agosto de 1910, p. 1

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Comentarios breves. El de la suerte

El de la suerte, queridos lectores, para los infelices de sangre envenenada es el 606. Yo no pensaba hablar del 606, ni de Ehrlich, el sabio autor de la fórmula, al que no había oído citar en mi vida, ni de Doyen, su contradictor irrespetuosísimo, al que conozco mucho tiempo gracias a Bonafoux, ni a los amigos a los que interesa que el remedio sea verdaderamente eficaz.

Pero yo no pensaba hablar del 606 porque creía —¡infeliz de mí! — que a la gran masa del público teníala sin cuidado el acierto  o el desacierto del doctor alemán. ¡Sí, sí, Percebea!… La gran masa charla por los codos en los tabernuchos, en las sacristías, en los Casinos, en los cafés, en los teatros, discutiendo la virtud curativa del 606 o afirmando que sus efectos son milagrosos; la gran masa espera que lleguen a Madrid los tubitos de Ehrlich como si estuviese hambrienta y aguardase el maná; la gran masa, revolucionados los nervios y epiléptica de ansiedad, devora cuanto se refiere a Ehrlich y a su descubrimiento. ¿Procede así la gente por desinteresada y noble curiosidad, por amor a la Ciencia?… No; procede así por egoísmo, por terror, por esperanza. La tercera parte de los españoles —ahora se ha demostrado— necesita inyectar en sus venas el preparado de Ehrlich; hay muchos miles de litros de sangre azul podrida —alégrense los rojos—, y muchos millones de litros de sangre roja envenenada —alégrense los azules—. España, en esto, es completamente europea, y su corrupción puede compararse con las más civilizadas currupciones. Caprínez, el valiente bohemio, no está más podrido que Percebes, el notable artista, y Percebea no tiene más fango en la sangre que Cacumendi, el piadoso burgués. Millones de criaturas que están muriéndose a chorros piden a gritos el 606, y salúdanse con simpatía ante la inyección igualitaria.

¡El 606! ¡Un remedio que cerrará las llagas de las víctimas del amor y que les pondrá en condiciones de volver al dulce combate! ¡Un remedio que afirmará unas narices que se desprendían, que dejará terso y limpio un cutis rugoso y manchado, que restablecerá los bríos de una juventud que se amustiaba!…Aunque fuera peligrosa la aplicación del preparado —que no lo es, según Ehrlich— convendría arriesgarse. Porque más vale morir con esperanza, que ‘doblar’ desesperado a los pies de un especialista, que no os cura y que os varea.

Parmeno
Heraldo de Madrid, miércoles, 21 de septiembre de 2010, p. 1

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Noticias sueltas. El 606

El Dr. Bandelac visitará pasado mañana el hospital de San Juan de Dios, con objeto de elegir los enfermos a quienes ha de aplicar el famoso ‘606’.

En la visita será acompañado por el ministro de la Gobernación

Heraldo de Madrid, miércoles, 21 de septiembre de 2010, p. 2

[Proyecto HAR2008-04023]

El ‘606’ en ‘Madrid científico’

A continuación reproduzco la información que proporcionó la revista de divulgación científica Madrid científico. Revista ilustrada de Ciencias, ingeniería, Electricidad, Artes, Industrias, Automovilismo, Curiosidades, etc. Esta publicación vio la luz a finales del siglo XIX y se mantuvo hasta la guerra civil; creo que entre 1894 y 1936. No poseo muchos datos sobre la misma, sólo que fue una iniciativa de dos estudiantes de la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, de Madrid: Augusto Krahe y Francisco Granadino, a los que posteriormente se unió Federico de la Fuente.

El preparado 606

El Dr. Ehrlich, médico alemán, residente en Francfort, ha descubierto, en colaboración con un colega nipón, un preparado que al parecer ataca victoriosamente a la sífilis y aun otras enfermedades de carácter microbiano, el paludismo, por ejemplo. El Dr. Ehrlich y su fiel colaborador han buscado y variado hasta lo infinito, con una constancia admirable, los compuestos arsenicales para encontrar al fin el que, matando el virus sifilítico, no fuese tóxico para el organismo humano. El número ‘606’, indica que antes de encontrar la combinación definitiva, fueron probadas otras 605. Y la fórmula hoy encontrada es exactamente un clorhidrato de dioxi-diamido-arseno-benzol. Los métodos de obtención permanecen secretos.

Autor de la teoría tan importante en química de las ‘cadenas laterales’, que permite coordinar y explicar los hechos de inmunización y esterilización del organismo animal, el profesor Ehrlich habíase impuesto la tarea de encontrar una substancia que destruyera la mayoría de los microbios patógenos que infectan nuestra sangre, esterilizando así ésta de todo virus, sin perjuicio para nuestro organismo. Pero estos resultados no se limitan al descubrimiento de su medicamento antisifilítico: esta substancia mata igualmente los agentes patógenos del tifus recurrente, es decir, los espiroquetes, y los de la enfermedad del sueño, tan frecuente en el África Central, llamados tripanosomos, microorganismos emparentados con los treponemos de la sífilis.

Son ya más de 4.000 los enfermos sometidos con éxito al tratamiento del ,’606’. Según todas las presunciones, por tanto, débese a Ehrlich y a su colaborador Hataimo de aquellos descubrimientos médicos más importantes que registra la ciencia.

Según noticias publicadas por algunos médicos especialistas, en la prensa diaria, el ‘606’ se presenta en la forma de un polvo amarillo semejante a la flor de azufre. La dosis es de veinte a sesenta centigramos de ese polvo, en forma de inyección, para lo cual ha de obtenerse el número correspondiente de centímetros cúbicos de una emulsión. Las manipulaciones son muy delicadas, pero no difíciles. Como la emulsión no se conserva arriba de una hora, es preciso repararla al tiempo de hacer su aplicación. Antes deben ensayarse las reacciones específicas y adquirir certeza de que no hay contraindicaciones peligrosas.

El ‘606’ tardará todavía algunos meses en entrar en el comercio de farmacia, porque todavía no se ha podido montar su producción en escala suficiente. Sin embargo, el Dr. Ehrlich ha suministrado algunas muestras que han llegado a España, y con ellas se comenzarán, de un dia a otro, las convenientes experiencias comprobatorias en el Hospital militar de Carabanchel.

Madrid científico, Año XVII  (1910), Núm. 679p. 516

[Proyecto HAR2008-04023]