Seguimos con dos artículos largos sobre el ‘606’ redactados por médicos. Parece que es justo antes de que se realicen las primeras pruebas en España. Ambos autores, L. Álvarez Sáiz de Aja y Juan de Azúa, se refieren a varios aspectos del nuevo medicamento e insisten en que, a pesar de que ha demostrado su eficacia, es necesario no ser optimista en exceso.
Sobre el 606
Prematuramente lanzados a la publicidad los trabajos experimentales del tratamiento de la sífilis, fiebre recurrente, etc., por el dioxidiamidoarsenobenzol (606), han pasado a ser de público dominio cuantos detalles acerca de los mismos se consignan en los ya numerosos artículos consagrados a este asunto en la Prensa política. (llamémosla así).
Pero en todos aquellos la realidad de los hechos no aparece con toda la clarividencia necesaria, pues amplificadas las excelencias y callados los inconvenientes y parte de dificultades, se nos coloca a los especialistas españoles en una muy poco ventajosa posición.
Me explicaré; hoy día sabe la inmensa mayoría de gentes que saben leer y muchos que no saben, pero que lo han oído, que el 606 es un medicamento de efectos maravillosos en las enfermedades citadas; saben también que una sola inyección basta para obtener la curación; han podido leer que en unas horas se veía mejorar úlceras y otras lesiones sifilíticas, y que en pocos días la curación era radical. Por una parte, los médicos todos del hospital de San Juan de Dios y muchos más particulares (todos los especialistas) vamos a comenzar próximamente, en el próximo mes de Octubre, a usar inyecciones del 606.
Y, como es natural, los enfermos acudirán a nosotros creidos en que con una inyección que se les ponga van a curarse radical y rápidamente de su enfermedad. Pero cuando vean que las inyecciones son muy dolorosas y causan fiebre; cuando tarden dos, tres, cuatro semanas en curar de sus lesiones, y, sobre todo, cuando vean que a los cinco, seis o siete meses vuelven a tenerlas y a necesitar nueva inyección, por no verse libres de la sífilis, entonces tendrán derecho a pensar y a decir que se les ha engañado o que los médicos españoles no sabemos curar su enfermedad con dicho medicamento.
Y como todos los que de él han escrito están conformes en afirmar el pro y el contra, voy a hacerlo yo aquí brevemente para poner las cosas en su justo medio y para que enterado el público de las ventajas y molestias del nuevo tratamiento, sepa a qué atenerse y vaya a él con perfecto conocimiento de causa, para que de este modo nuestra labor sea útil y estimada en lo que valiere. De seguir las cosas como hasta aquí, las sorpresas desagradables para enfermos y médicos hubieran sido abundantísimas.
En primer lugar, hay muchos pacientes en quienes no debe usarse la inyección del 606: son los niños de corta edad, los enfermos de los riñones, aparato circulatorio, sistema nervioso, hígado y ojos. De cometer la imprudencia de inyectar el 606 a individuos incluidos en los grupos que he enumerado, hay peligro de muerte; varios niños de meses y gente adulta han muerto a los pocos días o pocas horas de la inyección.
Los entusiastas del procedimiento dicen que la muerte fue independiente de la acción del medicamento inyectado, y yo quiero creer que es así; pero es que hay casos (dos que yo sepa) en los cuales el paciente murió habiendo presentado todos los síntomas del envenenamiento por el arsénico. Además, Ehrlich ha publicado recientemente un extenso artículo en el que insiste acerca de las contraindicaciones de la inyección y añade un párrafo importantísimo, en el que dice que cuando en un enfermo sin otra lesión que su sífilis ha ocurrido la muerte es que en la preparación del fármaco para ser inyectado se habían usado productos (alcohol metílico, sobre todo) impuros.
Y por si todo esto no fuera suficiente, en algunas clínicas la inyección se pone subcutánea, con objeto de si se presentan síntomas de intoxicación poder extirpar el nódulo de la inyección, en el que está contenido el medicamento y del que se va absorbiendo poco a poco en el transcurso de muchos días.
En segundo término, hemos de advertir que es todavía muy pronto para hablar de curaciones radicales; pero desde luego puede afirmarse que en algunos casos las manifestaciones sifilíticas han reaparecido a los cuatro o cinco meses, y que en bastantes más antes de curarse las lesiones que tenían ha habido que poner una segunda inyección, por no bastar la primera para curar los síntomas existentes.
Las inyecciones puestas en la nalga, según la técnica primitiva, requieren que el enfermo guarde cama ocho días y reposo relativo cinco días más en su casa; duelen mucho, y a veces se ha tenido que calmar con repetidas inyecciones de morfina a los enfermos; producen fiebre (de 37,6 hasta 39, 5 grados), vómitos, mareos, fiebre, etc. La fiebre es el más seguro signo de la eficacia del 606 pues es debida a la destrucción del treponema (germen causante de la enfermedad); la prueba de esto es que inyectado a los que no son sifilíticos no les produce fiebre.
La preparación del líquido que ha de inyectarse debe ser inmediata al acto de la inyección, pues a los sesenta minutos la eficacia del remedio no es absoluta; sin embargo, se anuncia que prontamente una fábrica de productos químicos librará al comercio el producto ya preparado de modo que se evite al médico las manipulaciones de una preparación siempre delicada.
Fuera de los casos enunciados, y con las limitaciones y molestias expresadas anteriormente, los efectos del 606 son superiores a todo cuanto hasta aquí se ha conocido, y por ello en el Hospital de San Juan de Dios, de Madrid, comenzaremos a emplearle en cuanto recibamos las remesas que con fecha 15 de Agosto pedimos a Francfort del Mein y con las que los Dres. Castelo y Azúa traigan personalmente, pues ambos están comisionados para estudiar en las clínicas alemanas los resultados del nuevo medicamento.
Rechazaremos desde luego todo enfermo en quien la inyección puede determinar fenómenos tóxicos, y para ello sufrirán de antemano un escrupuloso reconocimiento. No pondremos las inyecciones en las nalgas, según la primitiva técnica, sino en la región escapular y subcutánea. Y los resultados que obtengamos serán publicados y discutidos en la Prensa y Sociedades profesionales.
La afirmación de que el serodiagnóstico, según el procedimiento de Wasermann, o alguno de sus derivados o simplificaciones, es la clave de la curación del proceso y dice si es cierta o no, si es absoluta o relativa, es completamente gratuita, pues de las serorreacciones hechas después de inyecciones de 606 con curación clínica se ha visto que unas veces la reacción se hace negativa, otras seguía lo mismo y otras se hacía más positiva todavía que en las pruebas hechas antes de inyectar el medicamento.
Creo haber cumplido un deber exponiendo al público que atentamente sigue este asunto, y sobre todo a los enfermos, las cosas que pueden ocurrirles, porque ocurren y han ocurrido a cuantos se ha inyectado el 606, y de este modo sepan lo que deben achacar a la inyección, sin culpar de ello a los médicos. (Cuanto aquí consta pueden comprobarlo los que tengan especial interés repasando la colección de este año de los siguientes periódicos profesionales: ‘Deutsche Med. Wochenschrift’, ‘Münchener Med. Wochenschrift’, ‘Semaine médicale’, ‘Revista clínica de Madrid’, y ‘Wiener Klinische Woch.’).
Sería de desear que el presidente del Colegio de Médicos convocase una sesión extraordinaria, en la que expusieran científicamente lo que de este asunto han visto cuantos compañeros han presenciado trabajos de esta índole en las clínicas extranjeras. Los médicos del hospital de San Juan de Dios oirían con sumo gusto a sus colegas e intervendrían en el debate, del que tantas enseñanzas obtendríamos todos.
L. Álvarez Sáinz de Aja. Heraldo de Madrid, viernes 23 de septiembre de 1910, p. 1.
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El 606 en San Juan de Dios
Preparativos.- Un caso a propósito.- La inyección por el Dr. BandelacPor activísimas gestiones del diputado visitador de San Juan de Dios se había adquirido material para poder realizar hoy hasta seis inyecciones en los enfermos específicos de este hospital, y a las nueve de la mañana ya se hallaban en el laboratorio los doctores Bombín, Polo, Serrano y Cuevas preparando todas las substancias antisépticas que pudiese necesitar el Dr. Bandelac.
Éste, acompañado de su ayudante, Sr. Bastas, llegó a San JUan de Dios a las nueve y media y marchó directamente al laboratorio.
Probetas, pipetas, morteros, estiletes y jeringas, todo lo necesario, en fin, para preparar y practicar la operación, se colocó cuidadosamente en la cesta del autoclave para someterlo a la presión de una atmósfera y esterilizarlo por completo.
Duró esta operación unos veinte minutos, y una vez terminada bajaron todos a la sala de operaciones, donde se habían colocado unas gradillas para que pudieran presenciar bien la operación todos los médicos que asistieron con tal objeto.
Allí estaba el secretario del Gobierno civil, Sr. Novella; en representación del gobernador; el Dr. Bejarano; Dres. Muñoz y Paraíso, comisionado por la Diputación de Zaragoza; Dres. Bombín, Hergueta, Mansilla, Pérez Obón, Lozano, Hernández Briz, Polo, Balsaín, Cuevas, Serrano y otros muchos.
Los médicos todos de San Juan de Dios rivalizaron en dar facilidades al Dr. Bandelac para cumplir su misión, y sus peticiones eran atendidas inmediatamente, como acatadas sus órdenes respecto a los auxiliares que necesitaba.
Comenzó el Dr. Bandelac su preparado con la misma escrupulosidad que ayer, dando por resultado un líquido amarillo, aunque no de tono tan intenso como el que había resultado con los preparados del hospital.
Debemos hacer constar que la sosa empleada ayer por el farmacéutico de San Juan de Dios era de la casa Merk y por lo tanto inmejorable, y, según hemos oído, el distinto tope que ofrecía con la disolución que trajo hecha el Dr. Bandelac obedece a que sea más o menos concentrada y no sepa exactamente el Dr. Bandelac el tanto por ciento de sosa.
Preparado ya el líquido, se hizo entrar el primer enfermo, llamado Mariano Blanco, caso magnífico para la experimentación, puesto que del reconocimiento practicado por los Dres Mansilla, Espina y Hergueta resulta de buena constitución y sin ninguna lesión en órganos importantes, teniendo, además de la lesión primitiva de la avariosis, una adenitis supurada y recién operada y una sifílide generalizada.
Colocado el enfermo en decúbito prono sobre una mesa de operaciones, se le puso al descubierto la región glútea, en cuyo lado izquierdo se había dado previamente una embrocación de tintura de iodo.
El Dr. Bandelac prácticó la punción intramuscular y aplicó la jeringa con el preparado, inyectando despacio, porque debe emplearse en esta operación minuto y medio por lo menos.
La cantidad inyectada es de 60 centígramos del preparado en ocho centímetros cúbicos de líquido.
Dos enfermos más, uno de ellos en periodo avanzadísimo de avariosis, puesto que tiene necrosis del maxilar y de las costillas, esperaban el turno para ser operados; pero el Dr. Bandelac manifestó algún cansancio por el tiempo empleado en los preparativos y la operación, y se acordó que mañana continúen las experiencias en otros enfermos.
El enfermo inyectado hoy pesa 61 kilos, y ha dado reacción positiva en el examen previo.
El Heraldo de Madrid, 25 de septiembre de 1910, p. 1
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Ecos de Palacio
También recibió el Rey al Dr. Bandelac, quien le dio cuenta del curso de las experiencias que se viene realizando con la fórmula ‘606’El Heraldo de Madrid, 3 de octubre de 1910, p. 3
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El 606 en San Juan de Dios
Los tres enfermos a quienes se ha inyectado el 606 en el hospital de San Juan de Dios, Mariano Blanco, Gregorio Torres Soriano y Esteban Carratalá, continuaban en el mismo estado, sin que las manifestaciones de avariosis hayan sufrido transformación ninguna.Las lesiones, tanto primitivas como derivadas, continúan en igual estado, y únicamente se ha podido obervar en los tres enfermos una intensa cefalalgia y un copioso sudor, más acentuado en la cara que en el cuerpo.
La temperatura de todos ellos es normal.
Los tres han sido visitados por el doctor Bandelac, que se ha limitado a ordenar que sigan el mismo plan curativo.
El Heraldo de Madrid, 27 de septiembre de 1910, p. 3
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El ‘606’. Ehrlich aburrido
El autor del 606 ha regresado de Konnigsberg hoy, y apenas entrado en su instituto ha sido visitado, como todos los días, por numerosa cohorte de médicos de todos los países que le piden el 606 para retornar en triunfo enseñando la mágica ampollita, parcialmente llena de polvo de color amarillo, verdadera piedra filosofal que en sus manos se transformará en oro y salud. Pero así como Estévanez, cuando fue gobernador de Madrid, llegó a poner en la puerta de su despacho aquel famoso cartel anunciando no tenía paciencia, ni empleos, ni dinero que dar, Ehrlich dice no tiene ‘606, ni ganas, con sobrada razón, de visitas que le apartan de sus admirables trabajos.
Hemos tenido el honor de no figurar entre [no se lee] hoy, como hace muchos días, deshauciados peticionarios, esperando, con el respeto que tan grandes hombres merecen, llegue el momento oportuno en el que serán, como hasta ahora han sido, las clínicas de los hospitales preferentemente atendidas. Arrancan, de la escasísima producción [no se lee] del ‘606’, y ésta de lo engorroso de su fabricación, que requiere ser hecha en atmósfera de nitrógeno probablemente, según opina mi competentísimo compañero de comisión, Casares, a causa de la posible combustión al contacto del aire de algunos de los cuerpos que van engendrando en las combinaciones químicas necesarias para la obtención del producto final, el ‘606’.
La grandiosa fábrica de Meister-Luclas (verdadero monumento de la industria química), estudia, según nos manifestó al visitarla uno de sus 216 químicos, la manera de llegar rápidamente a la producción en grande. Fijan ahora para Noviembre la fecha de poder atender los pedidos. Antes fue el primero de Octubre el día anunciado para la expedición del Mesías contra la avariosis, como ahora se dice para excitar más la curiosidad de los que no saben lo que es.
En tanto llegan los deseados polvos, bueno es apaciguar la ansiedad pública, poniendo las cosas en su punto. Nadie en Alemania cree puede hoy afirmarse que el ‘606’ cura la sífilis definitivamente; esto es, extingue la enfermedad para siempre. Para alcanzar la certidumbre de la curación total es preciso esperar sentado, pues el tipo de evolución de la enfermedad permite obervar muy frecuentemente manifestaciones de la misma (cinco, diez, quince, treinta y más años después de su principio, y de pasar los enfermos [no se lee] todas las más perfectas manifestaciones de la salud.
Los médicos todos, que conocemos esto, tenemos que dejar transcurrir estos primeros fantásticos tiempos, en los que el mundo [no se lee] ha creído podía ser lavado de sus [no se lee] con el elixir d’amore terapéutico descubierto por el gran Ehrlih.
No, a medida que pasan más semanas se afirman en todas las clínicas de seria experimentación varias cosas:
1º La curación intensa y rápida, sin llegar a lo sobrenatural, que la medicación nueva sirve en las manifestaciones ordinarias o graves de la avariosis.
2º Que a veces estos éxitos se dan en enfermos tratados y no curados con mercurio aunque sobre estos hechos innegables conviene proyectar, para precisarlos, los esclarecimientos resultantes del conocimiento de la forma y condiciones en que fueron hechos los tratamientos anteriores.
3º Que las recidivas, o sea la vuelta de las manifestaciones de la enfermedad, van comprobándose en mayor proporción a medida que el número de los casos tratados y el tiempo transcurrido van siendo mayores.
4º Que se habla de casos en los cuales, a pesar de estar indicada, no ha producido efectos curativos la medicación.
5º (No matar). Que prescindiendo de las molestias dolorosas consecutivas a la inyección del ‘606’, comienzan a sombrear el esplendor curativo de éste algunos casos desgraciados de accidentes graves o muertes, probablemente dependientes de manejos imprudentes del nuevo medicamento, que, como todos los de acción fuerte, puede ser ocasionalmente peligroso.
6º Y esto es importantísimo y debe ser tenido en cuenta por los interesados que en dolientes caravanas buscan el ‘606’ su curación. Las enfermedades paralíticas constituidas, y especialmente el grandídimo grupo de los más o menos perturbados mentales por la enfermedad llamada parálisis general, y los enfermos medulares denominados tabéticos, así como los enfermos de la vista por lesiones del fondo de ojo, no tan solo no se curan con el ‘606’, sino que ni siquiera se puede intentar hacerles medicación, por los perjuicios casi seguros de ella. Que no se van, pues, y quedan al calor del hogar familiar, con menos molestias que las naturales de los viajes. Seguir este consejo les conviene siempre, pues, aunque se descubra en lo porvenir su panacea, ésta, dada la lentitud de marcha de su enfermedad, les llegará siempre a tiempo por lejos que vivan del horno terapéutico donde se fabrique.De esto, que es la realidad misma de hoy, al concepto arrullador fabricado por la gente hay un relleno de asperezas que a muchos lastimarán. Desquiciar e inflar los hechos científicos aminora después en el común de las gentes, que se llaman a engaño, el mérito inmenso de muchos descubrimientos que, cual el de Ehrlich, son desde luego de colosal trascendencia científica y de muy importantes aplicaciones en la práctica.
Téngase además en cuenta que la enfermedad de que se trata no es la difteria, ni el cólera, ni la pulmonía, ni la meningitis, ni la fiebre tifoidea, etc., que marchan en plazos breves a la curación o a la muerte, sino de una en la que los meses y las semanas son plazos corrientes, sin peligros inminentes fuera de casos excepcionales de aparato nervioso (que están reñidos con el ‘606’), y se comprenderá bien como, si ese número llega a ser el talismán deseado, pueden sin inquietud esperarse los próximos envíos de la fábrica de Meister-Luclas a todas las farmacias. Cuando eso suceda, comenzará su ensayo general, mediante su uso con una jeringuilla como las de morfina, pero bastante más grande, pues con este instrumento, aplicado a una u otra parte, estamos los médicos jeringando a la Humanidad desde remotos tiempos.
Otro día hablaré para los técnicos.
Dr. Juan de Azúa. El Heraldo de Madrid, Domingo 9 de octubre de 1910, p. 4
[Proyecto HAR2008-04023]