Homenaje a Darwin de los estudiantes de medicina de Valencia (1909). Parte 26

Viene de aquí: Parte 25

Continuamos insertando nuevos artículos sobre la repercusión del Homenaje de los estudiantes de medicina de Valencia a Darwin. Este fue publicado en El Radical el día 25 de febrero de 1909:

Filosofías para todo

El Sr. Unamuno, que tan bien ganada tiene su justa fama de gran filósofo, aquí donde tanto escasean los que se toman la molestia de pensar, ha pronunciado dos conferencias y un solo discurso, pues que, según dijo él y todos oímos, la segunda fue continuación de la primera.

En el mejor extracto que nos fue posible publicamos su discurso, que ha tenido la virtud, rico valor, de preocupar a muchos.

Cosas formidables ha dicho Unamuno que bien merecen la atención de los que aún no se han dejado absorber por la superficialidad de moda.

Algo muy grave ocurre en la vida española, que Unamuno expresa con estas palabras: ‘Crisis del liberalismo’. De esto se viene ocupando el célebre pensador en distintas conferencias de algún tiempo a esta parte. Dentro de algún tiempo será triste, como él ha dicho, el espectáculo que ofrecerá España con la muerte del liberalismo. Podríamos decir que el espectáculo de tristeza se ofrece ya, porque ese enfermo que se resigna a morir en su pobreza de sangre hace meses que no ve el sol, oculto en triste alcoba que naie visita. Es como esos enfermos que duran mucho y de quienes pregunta la gente: ¿Pero aún no se ha muerto?

Sin embargo, lo que aquí muere no es el verdadero liberalismo, que significa, en fin de cuentas, al instinto de la vida propia, la lucha por esa misma vida, ampliándola y exaltándola. Lo que muere sin remedio, lo que está sentenciado sin apelación, es el viejo, falso y ruin concepto que en España se ha tenido del liberalismo desde largos años.

El liberalismo en nuestro país ha sido siempre una paradoja lamentable, más tradicional que la tradición misma, más conservador que los rabiosos conservadores de una hora equivocadamente egoístas; que también el egoísmo es vehículo de grandeza cuando se pone en él pasión de almas fuertes, desligadas unas de otras, individualistas en el camino y armónicas al fin, que la armonía es perfecta cuando es infinita la variedad. Y el liberalismo del país español ha sido todo lo contrario. Estático como una roca, no ha podido resistir las mareas del tiempo. Fue charca en vez de manantial, y sus aguas se pudrieron a tiempo.

Unamuno, sin decir que es un remedio, predica el remedio: la exaltación de la individualidad. De ahí la guerra que cree necesaria del hombre consigo mismo, con los demás y hasta con Dios mismo; principalmente consigo mismo, por ser más difícil vencerse que vencer.

Es el remedio único, pero Unamuno no lo presenta como a tal porque sabe cuán enormes son las dificultades que la multitud opone al hombre en los pueblos meridionales, y en el nuestro más que en todos.

¡País personalista el nuestro! El filósofo de las transcendentales contradicciones lo ha expresado con claridad. En el país más personalista en apariencia es precisamente donde menos respecto hay para las personas. Y es que en realidad no hay aquí tal personalismo. La multitud pide que el hombre le diga lo que ella quiere, no lo que el hombre siente y piensa. No dar gusto a la colectividad es condenarse al aislamiento. Se glorifica a la personalidad mientras ésta se limita a reflejar el medio ambiente., amoldándose al pensamiento común. Cuando esa personalidad quiere poner en su vida el sello de su espíritu, pone en la opinión general un gesto de contrariedad.

Aquí se cultiva a la maña y se olvida al individuo. Unamuno quiere hacer hombres, hombres enteros que tengan el mismo valor solos que agrupados: noble tarea digna de un coloso, pero dolorosa por lo poco que fructifica. Es la educación de la voluntad lo que pide el filósofo con la valentía de altísimo pensamiento. Quisiera él encontrar en cada hombre un gran caudal de terquedad, una gran fuerza propia, una voluntad, en fin, capaz de sostenerse siempre frente a todas las imprecisiones, con brío suficiente para imponer su idea, sea como sea.

Y la semilla que arroja Unamuno cae en tierra de indiferentismo. La filosofía de la picardía y la de la tontería, que tan oportunamente ha citado, son las primeras que aquí se aprenden; podríamos decir las únicas. Los filósofos de la tontería están sobre todo; se han forjado una serie de razonamientos, con sus consiguientes consecuencias, para justificar la indiferencia, la manía de no tener manías, la idea de no tener ideas, la moda de no apasionarse por nadie ni por nada: ni por ellos mismos.

Claro que frente a esta filosofía de tontos o de imbéciles, se alzan aún los temperamentos enérgicos o flexibles, pero indomables, personalistas y luchadores. Son pocos, pero exiten. Benavente en el teatro, Baroja en las novelas, Soriano en la política, el propio Unamuno en la filosofía son buenos ejemplos de que hay personalidades en España, hombres inconfundibles que tuvieron constancia suficiente para ir varios de toda ‘la vieja tabla de los valores morales’, sufriendo a veces la angustia de verse atacados por los que se arrastran; pero compensado todo por la íntima satisfacción con que regala al hombre la convicción de su propio valer.

Aquí se han construido filosofías para todo. Sin embargo, ahora, como siempre, los espíritus rectilíneos siguen triunfando, y la multitud se entrega, al fin, aun contra su voluntad.

La labor de Unamuno no es siembra para todos. Los intermitentes espirituales no dejarán de serlo. Pero no faltará quien aprenda que la continuidad vence a las intermitencias , y labora más y mejor un pigmeo con constancia que un gigante con momentáneo esfuerzo.

Conferencias como éstas, de tan rico contenido, no pueden ser estériles.

Bernardo Merino
El Radical, 25 de febrero de 1909

Technorati Tags: Charles Darwin, Homenaje, Universidad de Valencia, Historia de la medicina

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