Homenaje a Darwin de los estudiantes de medicina de Valencia (1909). Parte 27

Insertamos tres notas y artículos de prensa más relacionados con el Homenaje que se tributó en la Universidad de Valencia a Darwin. En esta ocasión hacen referencia al acto en el que se descubrió la lápida conmemorativa.

«Los socios de la Academia Médico-Escolar obsequiaron ayer en el Hotel París al Sr. Unamuno con un espléndido banquete.

Los escolares manifestaron al sabio rector de la Universidad de Salamanca que le quedan altamente agradecidos, y que será en su vida grato recuerdo el de esta visita, que tanto les honra.

El Sr. Unamuno estuvo expresivo, elocuente y cariñoso con los escolares; les felicitó, porque al celebrar la fiesta en honor a Darwin habían realizado un acto de valor, despreciando hipócritas convencionalismos; además este acto enlatece a los universitarios de Valencia, porque es un acto serio, que se aparta de las fiestas y fiestecitas insustanciales.

Dijo que se pueden profesar todas las creencias y opiniones sin temor alguno, y que hasta es posible ejercer puestos oficiales sin necesidad de rendir culto a preocupaciones, ni hacer alarde de determinadas creencias.

Las palabras del Sr. Unamuno fueron acogidas con grandes aplausos».

El Mercantil Valenciano, 24 de febrero de 1909

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Homenaje a Darwin
«Esta tarde, a las tres, tendrá lugar en la facultad de Medicina el acto solemne de inauguración de la lápida que los escolares dedican a Darwin en el primer centenario de su nacimiento.

Al acto asistirán los catedráticos de dicha escuel y D. Miguel de Unamuno».

El Radical, 24 de febrero de 1909

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Homenaje a Darwin
«Ayer a la hora anunciada se verificó en la Facultad de Medicina el solemne acto de descubrir la lápida que los escolares dedican a Dawin.

Asistieron el señor cónsul de Inglaterra, el doctor Unamuno, gran número de profesores de dicha Facultad, algunos señores médicos y numerosa concurrencia de escolares.

La lápida, cubierta por las banderas inglesa y española, fue descubierta por el decano de la Facultad, Sr. Casanova, y en aquel momento sonó un nutrido aplauso.

Acto seguido leyó el doctor Bartrina las siguientes sentidas líneas, que fueron acogidas con entusiásticos aplausos, ciertamente merecidos, porque en menos palabras no es posible expresar tantas ideas buenas:

“Señores:

Esa lápida que acabáis de inaugurar representa la efigie venerable de uno de los mayores hombres de su siglo, centuria que, a su vez, fue de las más gloriosas de la historia.

Nacido en la tierra de las libertades, fue esclavo del trabajo, sumiso a la virtud, siervo de la ciencia y amante rendido de la humanidad.

Dio la vuelta al mundo, sabiéndolo mirar como ninguno, y a poco su nombre volvía a darla, venciendo por todas partes, con sus luces, las tinieblas de una noche secular.

Jamás inteligencia alguna fundó, sobre más amplia base de paciente observación, pirámide sintética de altura más portentosa; la torre de Babel no llegó al cielo; la síntesis de Darwin lo atravesó; y desde la cúspide pudimos descubrir la trama de aquella teleología misteriosa, que vista desde abajo semejaba Providencia. ¡Hermoso panorama! Lo que ya parecía perfecto, resultaba ser sólamente augurio de crecientes prodigios en sucesión ilimitada.

Al conjuro de Darwin, la infantil leyenda del origen milagroso de cada especie, confesión de insuficiencia de las leyes naturales, se disipó como un sueño, y la teoría transformista, única científica y más reverente con la Divinidad, si existe, explicó el proceso universal en sus múltiples actividades por la sola eficacia del primer impulso.

Tal revolución se debe a tal hombre. Fue, sin embargo, novador prudente, sereno y respetuoso. Construyó sin antes derribar; los viejos edificios se hundieron por sí solos a la sombra del suyo. Las supersticiones seculares intentaron luego amoldarse al darwinismo; Darwin no se preocupó nunca de adaptarse a ellas, y se hizo digno de la hoguera, aunque, felizmente, no alcanzó tal honor por impedírselo, más que el espíritu de los tiempos, el ambiente de los lugares.

Así, ese mármol, a la vez que homenaje al recuerdo de un gigante, es la lápida mortuoria del pasado carcomido, de la rutina de la patraña y de la intolerancia. Es también testimonio del valor con que los estudiantes de esta escuela se asocian a toda idea progresiva. ¡Ojalá cunda vuestro ejemplo! Recibid mi enhorabuena.  ¡Honor a Darwin! ¡Honor a vosotros!”

Una salva de aplausos premió la meritísima labor del doctor Bartrina.

Pronunció después un erudito y elocuente discurso el doctor Peset, condenando prejuicios y ensalzando las modernas doctrinas de la evolución. Extrañábase el doctor Peset que quienes pretenden poner en caricatura a Darwin acepten tranquilos y gozosos que la mujer venga de una costilla de … Adán.

Recordó antiguas glorias de nuestra Facultad, siempre progresiva mirando hacia adelante, y ensalzó el acto que se celebraba, porque demostraba que el espíritu progresivo subsistía y acrecentaba por la iniciativa de los alumnos y el impulso del profesorado (Grandes aplausos9.

Habló luego el digno decano doctor Casanova, congratulándose del acto que en aquellos momentos congregaba a maestros y discípulos, exhortando a estos, para que no miren con indiferencia la lápida colocada ni se olviden de que con ellos está, sino que la tengan como un estímulo para proseguir en el orden intelectual la actividad ahora demostrada. “Esa lápida —dijo— es a manera de escritura que habéis firmado comprometiéndoos a continuar la obra y seguir su ejemplo.” (Aplausos ruidosos).

A continuación hizo uso de la palabra el Sr. Unamuno, que aplaudió la actitud e los escolares valencianos más digna de loa, puesto que son los únicos en España que con tal esplendor festejan a Darwin, marcando desde jóvenes su personalidad, que es lo necesario para crear ciudadanos.

Recomendó el estudio de la persona de Darwin, porque si bien su doctrina ejerce verdadero influjo en todas las ciencias, el hombre es ejemplo digno de imitar por su tolerancia, altruismo y amor al trabajo (Aplausos).

El señor cónsul de Inglaterra se mostró satisfecho y agradecido, y dijo que daría cuenta oficial a su gobierno del acto con tanto esplendor realizado en Valencia, honrando a un sabio inglés.

Las palabras del ilustre representante del Reino Unido fueron acogidas con aplausos de satisfacción.

El decano de la Facultad pronunció breves palabras para dar las gracias a cuantos habían honrado el acto, y para agradecer especialmente al señor cónsul de Inglaterra su fina atención».

El Mercantil Valenciano, 25 de febrero de 1909.

Placa homenaje a Darwin (Valencia, 1909)

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