A lo largo de la revisión de la prensa diaria que estamos realizado entre los años 1898 y 1930, hemos podido comprobar que los estudiantes universitarios protestaron, igual que sucede en la actualidad. Aunque este asunto no ha sido objeto directo de nuestro estudio, sí nos hemos detenido en los casos relativos a los estudiantes de Medicina en asuntos de la enseñanza. Unas veces se trata de protestas por reivindicaciones más que justificadas; otras, por cuestiones mucho menos importantes, como alargar los periodos de vacaciones.
En esta ocasión quiero traer un ejemplo muy llamativo. Se trata de las protestas de los estudiantes de doctorado de Medicina por la asignatura del doctor Simarro, ‘Psicología experimental’. Llegaron a ser tan intensas que trascendió a la prensa. Veamos cómo otro médico que más tarde adquirió gran relieve, José Verdés Montenegro, colaborador asíduo de El Imparcial, opinaba sobre el tema en portada en junio de 1907.
Simarro
Todos los años, llegada la época de los exámenes, un cierto número de alumnos de doctorado de Medicina reniega de Simarro, y pide la supresión de la asignatura que, para honor de la cultura española, explica el eminente profesor. Si pudiesen darse cuenta los que proceden de esa suerte de la aflicción que en la conciencia nacional produce la protesta, seguidamente se arrepentirían de formularla. Hay que advertírselo, por lo mismo, sin acritud, sin aspereza, como paternal amonestación, si se quiere; pero es preciso hacerles saber que para la intelectualidad española será siempre un motivo de tristeza el que la juventud se aparte de Simarro, que por su inteligencia, por su cultura, por sus maravillosas facultades docentes, es una gloria del profesorado del país.Como en otras muchas cosas sucede, cuando ya no podemos soportar más tiempo la vergüenza de que no hubiese en España cátedra alguna de Psicología fisiológica, habiéndolas en el extranjero a centenares, se creó la enseñanza oficial de esa asignatura en nuestra patria. Los que piden su supresión ignoran indudablemente esta historia, y no han pensado en lo que nos afrentaría en la opinión mundial el que se accediese a lo que solicitan.
No he de ocuparme en rebatir la pueril suposición de que la Psicología fisiológica carece de vínculos que la unan con los demás estudios médicos. Voy más allá: cualquiera que fuese la asignatura, a condición de que la explicase Simarro, merecería que los alumnos se dedicasen a ella con fervor. El contacto con los espíritus superiores eleva las almas, abriéndolas horizontes inesperados, despierta emulaciones, tonifica y ennoblece; y sólamente con haber puesto a la juventud en comunicación con Simarro, ha hecho el Estado una obra de cultura. Más quizás que su ciencia, ha querido el Estado que la juventud se asimile al espíritu del maestro, de una serenidad y de una flexibilidad portentosas, que revelan su aristocratismo intelectual, y que se contagien de su amor al estudio y de su fe en el trabajo, para ser orgullo de su país.
No es posible que la juventud reniegue de Simarro sabiendo quién es; seguramente los que tal hacen desconocen su figura, ignoran la alta representación que tiene en el mundo intelectual. Díganles quién es Simarro sus hermanos en vigor espiritual, sus compañeros en la lucha por la cultura. Giner, Azcárate, Cajal, Echegaray, Galdós, todos aquellos por quienes el nombre de España es pronunciado en el mundo científico, eviten con su autoridad que se repita ese periódico espectáculo de la protesta contra Simarro, que apena profundamente a cuantos se interesan por el progreso de su país.
El Sr. Martínez Sierra, pidiendo que se haga algo en honor de Simarro, ha tenido una iniciativa laudable. Nada mejor que hacer sentir a esos jóvenes mal inspirados la «presión social» que cohibe toda clase de manifestaciones infundadas, corrige errores y vuelve a su cauce los ríos desbordados.
Yo me hubiera dirigido exclusivamente a los médicos; pero Simarro es una gloria de la cultura general española, no de la clase médica en particular. A nosotros nos apena doblemente el hecho lamentable, no porque sea médico Simarro, sino porque son alumnos de Medicina los que piden que les crucifiquen a Jesús… y les suelten a Barrabás.
José Verdés Montenegro
Hoy la tecnología permite conocer opiniones sinceras de los estudiantes de Medicina en las redes sociales, sobre todo en épocas de exámenes. No es que sean las disciplinas más cercanas a las ciencias sociales o humanas el objetivo de su desagrado, la fisiología del aparato renal o del corazón, el parto o temas de salud pública les resultan ‘insoportables’ y ‘muy aburridos’. Independientemente de cómo se haya explicado la materia o del planteamiento de una disciplina concreta, resulta curioso este tipo de opiniones. Se puede pensar que esto se relaciona con las formas tradicionales de evaluación; es verdad, pero no siempre.
Simarro al microscopio. Óleo de Joaquín Sorolla. Legado Simarro. Fundación General. Universidad Complutense.
Hablo de memoria, pero lo cierto es que transcendió en la prensa. Simarro llegó a modificar sus hábitos de examinar en septiembre, alegando enfermedad, creo recordar que desde Paris. Posiblemente existió el trastorno, aunque el ministro de la Cierva (?) expresó dudas de que fuera cierta. Era una asignatura de doctorado, que cerraba el paso a oposiciones convocadas con una nueva normativa. Sí, lo cierto es que tuvo mucha oposición.