A continuación voy a reproducir un texto que se publicó en La Crónica Médica y en Las Provincias de 25 de febrero de 1907 en el que se hace balance de la primera etapa de Amalio Gimeno como ministro de Instrucción pública. Después, entre el 3 de abril de 1911 y el 12 de marzo de 1912, volvió a ocupar la cartera. En los mismos se recogen importantes aportaciones relativas al país y a Valencia que a menudo se olvidan. Quizás haya llegado el momento de recuperar este tipo de informaciones.
«El Dr. D. A. Gimeno y su balance en Instrucción pública
Ya vuelve a estar con nosotros. Ya casi podemos tutearle. Nuestro querido amigo y compañero ha dejado de ser ministro de Instrucción pública, y se ha reintegrado a sus patrios lares, en donde será de nuevo el regocijo de su familia, la satisfacción de sus amigos, el consuelo de sus clientes y la alegría de su biblioteca, en donde las horas de estudio, y el oejeo de sus libros, y la nota y el apunte para sus trabajos científicos sucederán a la vida agitada, a la preocupación de la ‘res publica’, a las citas cronométricas, a las recepciones oficiales, a las responsabilidades parlamentarias, y sobre todas estas ‘minucias’, a aquella avalancha incalculable de recomendaciones de todas clases que amargan a cada momento las dulzuras de la vida ministerial.Cuando el Dr. Gimeno fue llamado a los Consejos, ocupando el departamento de Instrucción pública para el que fue solicitado por sus amigos políticos y por la opinión del país, la España intelectual en masa aclamó como el escogido entre los mejores, y nosotros saludamos su advenimiento como una esperanza legítima para la patria. ¡Pero cuán fugaces son las glorias humanas en la vida ministerial de este país!
Desde el 10 de julio al 24 de enero, distribuido en dos etapas ministeriales, siquiera el interregno fuera de breves horas, y siempre combatida la labor ministerial por los descontentos e impacientes de la política, siempre los adversarios minando el terreno que pisan los ministros, siempre la fatídica palabra ‘crisis’ siendo como el ‘Mane Thecel Phanes’ del banquete Babilónico… ¡Qué plan ni qué pensamiento educativo de un país puede desarrollarse en estas circunstancias, siquiera el que hubiera de ponerlo en acción tuviera los arrestos intelectuales del amigo Gimeno?
Y sin embargo, hay que rendirnos a la evidencia; la gestión ministerial de nuestro compañero ha superado a toda previsión o esperanza.
Percatado nuestro ministro de que el problema pedagógico en España debía comenzarse a resolver por la primera enseñanza, inició sus reformas en las Normales de maestros y fundó de un solo golpe 222 escuelas, pagadas directamente por el Estado, con una nueva preparación para los maestros; ha aumentado a 555.000 pesetas la raquítica suma de 120.000 que había antes consignada para la construcción de edificios escolares, dejando así en los presupuestos una semilla fecunda de progreso escolar por nadie igualada desde Claudio Moyano hasta nuestros días.
Él hizo votar 30.000 pesetas para pensiones en el extranjero, organizando este servicio como no lo ha estado nunca, y por primera vez ha llevado al articulado de la ley de Presupuestos el aumento de sueldo de catedráticos, mediante la transformación de los derechos de exámenes, mejora que por la oposición de los conservadores, y especialmente del actual ministro Rodríguez Sampedro, no pudo ya sacar adelante en los últimos y ya angustiosos momentos de su discusión en el Senado.
La creación por real decreto de una Junta para el fomento de la educación nacional y otra no menos interesante para ampliación de investigaciones y estudios científicos, cuyo personal idóneo y competentísimo ha de ser la mejor garantía de su éxito, y la institución de la Caja para investigaciones científicas, que ha merecido el elogio de propios y de extraños, ¿no son datos elocuentísimos de una intensa labor del ministro sazonada con el jugo cerebral, producto de madurísimos estudios, que han abierto nuevos derroteros a la Instrucción pública en España?
Y no se diga de la predilección con que el eximio senador por esta Universidad ha correspondido a la confianza que este claustro tiene en él depositada.
No hace muchos años, el claustro de esta Universidad estaba exclusivamente reducido a las Facultades de Derecho y Medicina. Obra suya fue, por su mediación con su íntimo amigo el entonces ministro de Hacienda, el Sr. Canalejas, la creación de una Facultad de Ciencias de nueva planta, en su sección de Ciencias físico-químicas hasta la licenciatura inclusive, y poderosamente influyó también en la creación de la Escuela de Comercio cerca del ministro del ramo, Sr. Romanones, y durante su gestión ministerial él ha llevado a los presupuestos del Estado el mantenimiento de la Facultad de Letras, y de una sola plumada ha incluido en los mismos presupuestos toda una Escuela Superior de Industrias que no existía.
Las subvenciones con créditos del departamento de Instrucción pública a la ‘Enseñanza de la mujer’ en esta capital, a la Escuela de Sordomudos, a las Escuelas de Artesanos y a las de Cullera, ¿no son testimonios inequívocos de su amor por las cosas de Valencia? ¿Y su denodado esfuerzo y su decidido empeño, escasamente secundado por cierto, excepción hecha del entonces alcalde de esta ciudad, Dr. Sanchís Bergón, por conseguir terrenos en esta ciudad para construir un soberbio palacio que costara cuatro millones de pesetas al Estado, con destino a las Facultades de Medicina y de Ciencias, llevando a la ‘Gaceta’ el real decreto del concurso de planos arquitectónicos que dentro de poco terminará, no son datos irrecusables de patriotismo regional?
¿Hubo alguien que hiciera más o mejor en pro de los intereses generales del país en el ramo de enseñanza y de los locales de Valencia, siendo acusado por esta predilección por un diputado que intentó argüirle diciendo que como ministro no se había acordado más que de que era valenciano y médico…?
¡Lástima grande que la inestabilidad de los gobiernos de este país, no hayan permitido al doctor Gimeno desarrollar sus vastos planes de enseñanza y su bien meditado estudio de educación nacional!
Ello no obstante, esté tranquilo nuestro buen amigo, que partidarios y adversarios suyos han de reconocerle siempre el mérito de su labor ministerial; y cuando allá en el fondo de su alma quiera hacer apelaciones a sus recuerdos de seis meses al frente de la Instrucción pública en España, por encima de los contratiempos y luchas sostenidas en tan ardua empresa, flotará siempre la satisfacción del deber cumplido, que es el mejor galardón de los grandes espíritus y de las conciencias honradas».
M.C.
[Crónica Médica] y Las Provincias 25 de febrero de 1907, p. 1.
Proyecto de investigación HAR2008-04023 (La Medicina a través de la prensa diaria: El Imparcial y Las Provincias, 1898-1930)
Lo primero que ha venido a mi mente, al leer este texto, ha sido la copla manriqueña: «…cualquiera tiempo pasado fue mejor.» Desde luego, no hay comparación posible si pensamos en la categoría científica, política y personal del Dr. Gimeno y la de nuestros actuales dirigentes. Pero, el texto no induce al pesimismo (a mí, al menos) sino al ansia de superación.
Muchas gracias, Dr. Fresquet.