Homenaje a Darwin de los estudiantes de medicina de Valencia (1909). Parte 29

Es continuación de la parte 28:

Es lo mismo que ocurre en el fraile —en cuyos goces no creo tanto como la generalidad de las gentes—. Lo único que hace es limitar sus necesidades para limitar el trabajo.

Y es esto, es un fraile lo que llevamos dentro.

Lo que importa es no molestarse mucho, no luchar.

Alguna vez hacemos como el salvaje que come inmoderadamente un día y luego duerme tres días en laboriosa digestión.

Como ocurre en los goces y diversiones. No son continuos y apacibles. Se producen con violentas intermitencias. Se baila localmente, salvajemente, durante los días de Carnaval y después se duerme en el resto del año.

Y algo de esto influye en la emigración, que para mí no es un mal como algunos creen.

Es de notar que emigrantes más en las regiones donde hay más frailes.

Advertir también, como en España disminuye el número de escolares en los seminarios, mientras aumenta en las Normales.

Es porque el Estado va preocupándose en pagar a los maestros y todos en mayor o menor escala encuentran medios de vida.

Claro está que este problema no es otro que el de la oferta y la demanda.

Mientras la carrera eclesiástica va hacia la quiebra, la del magisterio adquiere mejores condiciones de subsistencia, como antes ocurría a los primeros. Es una sencilla cuestión económica. Ni unos ni otros tenían ni tienen vocación.

He dicho que la emigración es ventajosa.

En primer término porque hay menos familias, es verdad, pero son más numerosas y hay por lo tanto mayores lazos de relación colectiva. Y además, porque los indianos que vuelven a la patria son elementos de progreso, no sólo por el dinero que traen consigo, sino también porque importan un espíritu de amplitud, de innovación, y con todo ello crean necesidades materiales y espirituales.

Aconsejaban pan y catecismo —esto no importa mucho— y yo digoque necesitamos carne y ciencia.

No es sólo la carne en el sentido material, sino en lo que influye en el orden físico, en cuya acción encuentra sin duda influjo lo espiritual.

Es de seguro poco atrayente —y poco limpio—la vulgaridad y pobreza de los muebles, el ridículo adorno de las habitaciones.

En muchas veréis un mal retrato, una vulgar pintura de San Antonio o de San Vicente junto a la de Mazzantini.

Falta un cierto refinamiento como falta mucho jabón para la limpieza y aseo del cuerpo.

A muchos debiéramos amarrarles a un poeta y rascarles con un estropajo y hasta a cañonazos.

En cuanto a la ciencia, hace falta, pero hay que andar con cuenta.

En las clases populares hay afán de aprender. Y esto tiene sus peros.

¿Qué lee el obrero?

Libros por los que las cosas de la ciencia llegan a él deformadas por la fe supersticiosa que es la misma y del mismo gérnero que la de los milagros.

Creen muchos en los de la ciencia.

Y esto me recuerda a un médico que en París ejercía de curandero.

Le denunciaron por lo ilícito de su oficio y enseñó el título, añadiendo que se anunciaba como curandero porque uno de estos es quien le quitaba toda la clientela cuando se exhibía como médico.

Y las misma fe se pone en la ignorancia que en la ciencia, cuando se considera a ésta como sobrehumana.

En una conferencia sobre Astronomía los oyentes quedaron anonadados al decirles los millones de distancia que medían entre una y otra estrella, creyendo cosa de misterio el estudio de tal extremo.

Cuando se les explicó cómo se medían tales distancias, viendo que en ello no había nada de sobrenatural despreciaron a la ciencia y al científico.

Es la superstición de los principios religiosos trasladada a la ciencia.

Así se lee a Kropotkin y a Haeckel.

Cogen cosas ‘ad probandum’ y creen que en ellas no hay enigmas.

Y quien diga que estos se han acabado, es un fanático o un contumaz.

Así se ha creado una pseudo-filosofía y una pseudo-ciencia de superstición.

‘La conquista del pan’ no resiste el más ligero examen, y sin embargo ha sido origen de superstición.

Y es que pasa de una cosa a otra que, aunque parecen distintas u opuestas, son lo mismo vuelto del revés. Esos son, como dijo Clarín, teólogos puestos patas arriba.

Dije en cierta ocasión que había que descatolizar a España. Y ahora digo que hay que cristianizarla.

Yo no puedo creer que la vida acabe, porque esto sería muy triste. Hay algo que alimenta el espíritu; y si no lo hubiera, yo quiero que lo haya.

Porque para la vida es necesaria la ciencia, pero también lo que se sueña.

Creo que la vida es una chispa entre dos eternidades de tinieblas.

Yo, pues, que allá en otra parte he dejado siete hijos que perpetuan mi memoria, dejo entre vosotros pedazos de mi alma para que mi vida perdure entre vosotros y entre vuestros hijos.

El eminente pensador fue aplaudido varias veces durante su brillante e intenso discurso, y al terminar oyó una ovación estruendosa, cariñosísima.

El Pueblo, 25 de febrero de 1909

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