Historia del otoscopio

Insertamos el guión del vídeo «Breve historia de los otoscopios» del Canal «Medicina, historia y sociedad«.

En el vídeo anterior mostramos el Otoscopio de Brunton y dijimos que dedicaríamos el próximo a una historia de los otoscopios.

Recordemos que este instrumento es un dispositivo que permite examinar los conductos nasales y auditivos.

El diseño de instrumentos para otoscopia y rinoscopia se desarrolló en paralelo y condujo temporalmente a soluciones casi idénticas, por lo que a veces cuesta identificar para qué fueron utilizados los más antiguos que se han conservado.

El papel que jugó el otoscopio y el rinoscopio, junto con el laringoscopio, fue de gran importancia en el desarrollo de la nueva especialidad de la otorrinolaringología. Su uso permitió la exploración y descripción de lesiones y la ampliación de conocimientos. Si la otología fue en principio una rama de la cirugía, la laringología comenzó como una especialidad conservadora de la medicina. En algunos países la especialidad cuajó a principios del siglo XIX. En España lo hizo bastante más tarde.

[CRÉDITOS]

Ya vimos que se atribuía a Guy de Chauliac (ca 1298-1368) el uso del primer otoscopio en 1363. En su Colección de cirugía habla de un instrumento que llamó Speculum ad solem para examinar, inspeccionar y expandir la nariz y el canal auditivo.

Fabricius Hildanus (1560-1634) incluyó en su obra la descripción de un speculum auris, espéculo bivalvo para extraer cuerpos extraños. Estamos hablando de 1646, siglo XVII.

En ese mismo siglo Cornelius van Solingen (1641-1687) describió un espéculo combinado para nariz y oído. Un extremo se utilizaba para explorar el oído y el otro, la nariz.

Otros autores se refieren a instrumentos ideados por Wilhelm Fabry en el siglo XVII y al espéculo nasal que el fabricante Jean-Jacques Perret ofrecía en su catálogo de instrumentos de 1772.

Desde el siglo XVII predominaron dos formas en los otoscopios: los de ramas o valvas, que se adaptaban a las dimensiones de cualquier canal auditivo, la presión que se ejercía no era dolorosa y eran regulables y controlables (como el de Bonnafont). Inconveniente: necesitaba de una de las manos del observador. Algunos otólogos denunciaron que con estos otoscopios no se podía dilatar ampliamente la parte cartilaginosa del conducto sin producir dolor.

La otra forma estaba constituida por los otoscopios o espéculos de forma cilíndrica, botella o cónicos, según su diseñador. Los había de varios tamaños, sus superficies reflejaban bien la luz, podían encajarse entre sí y se podían transportar fácilmente. Los hubo en forma de embudo, de goma –más ligeros y menos traumáticos–, pero que no reflejaban bien la luz.

Volvamos a los otoscopios de ramas. Uno de ellos fue Wilhelm Kramer (1801-1876) que diseñó un dispositivo que se basaba en el de Hildanus pero mejorado. Cuando estaba cerrado el extremo distal de sus ramas formaban un embudo, que se abría presionando las ramas del otro lado.

Otras variantes fueron los espéculos de Lincke y Schmalz. Triquet agregó una regla graduada para medir la anchura del Canal Auricular externo.

El otoscopio moderno se basa en el que creó Kramer a mediados del siglo XIX. Arthur Hartmann (1849-1931) creó un nuevo diseño en 1881. Tenía forma de pinza y sus ramas adoptaban una forma de botella, que se adaptaban mejor a las condiciones anatómicas del órgano auditivo (el de Hildanos y Perret eran de ramas rígidas y rectas).

En 1841 el médico rural Friedrich Hofmann (1806-1886) construyó un espéculo auricular en forma de embudo que podía abrirse mediante un mecanismo de tornillo con tres ramas o palas. También utilizó un espejo cóncavo de mano que concentraba la luz para poder observar mejor. El espéculo lo transformaron más tarde en un oftalmoscopio.

Pasemos ahora a los otoscopios no expandibles

En 1827, F. A. De Neubourg presentó un tubo cilíndrico como espéculo auricular. Su instrumento fue el origen de todos los espéculos auditivos tubulares que le siguieron. Este espéculo, en forma de embudo y de aproximadamente 8 cm de largo, además de introducirse en la porción membranosa del conducto auditivo externo, penetraba ligeramente en la porción ósea.

En 1838 Ignaz Gruber (1803-1872), aparentemente desconocedor del instrumento de Neubourg, sugirió un espéculo cilíndrico, pero redujo el tamaño, le dio forma cónica y lo construyó de metal.

William R. Wilde (1815-1876), otólogo de Dublín, había visto los embudos auditivos de Gruber e informó sobre ellos en 1844 en el «Dublin Medical Journal» (34, 35). En los años siguientes experimentó con diferentes variantes del modelo básico: tamaño, ángulo de inclinación del cono, superficies mates o pulidas por dentro, y tres tamaños de embudos que se podían anidar «para mayor comodidad de poder llevarlos en el bolsillo”.

Después de un viaje a Inglaterra e Irlanda el oftalmólogo y otólogo alemán Anton von Troeltsch (1829-1890) los popularizó en su tierra. Troeltsch prefirió una forma diferente, parecida a un simple embudo de agua. También utilizó el sistema de iluminación de Hofmann. [En 1855 presentó un espejo cóncavo con una abertura central para otoscopia. Su principal preocupación era utilizar luz natural en lugar de luz artificial. tenía la desventaja de que el observador debía posicionarse a una distancia tal que su cabeza no interfiriera con la iluminación del tímpano y al mismo tiempo le permitiera distinguir los detalles y características de esta membrana. que las dos manos del examinador estaban ocupadas (una para sostener el espejo cóncavo y la otra para sostener el espéculo auricular), lo que imposibilitaba la realización de otros procedimientos. En el futuro, la intención sería liberar ambas manos del observador].

Josef Gruber (1827-1900), también otorrinolaringólogo en Viena, y sin relación con el anterior, describió un nuevo otoscopio en su libro de texto.

Johann Czermak (1828-1873) propuso sujetar el espejo cóncavo a una correa ajustable a la cabeza del examinador. Así nació el espejo frontal, característico de la especialidad de Otorrinolaringología.

Los espéculos en forma de embudo no expandibles fueron muy criticados por algunos. Por ejemplo en 1860 Jean-Pierre Bonnafont (1805-1891) afirmó que su calibre limitaba el campo de visión y que el contacto con las paredes del oído era doloroso. Por otro lado, el espéculo de ramas requería de una mano para sostener. Introdujo entonces una cremallera. Una vez colocado en el Conducto auditivo externo, se podía liberar la mano.

Adam Politzer (1835-1920), a finales del siglo XIX, propugnaba el uso de espéculos auditivos en forma de embudo pero de goma, más ligeros, menos traumáticos y que evitaban la sensación de frío que provocaban los espéculos metálicos. La superficie de goma no reflejaba la luz. La politzerización, también llamada maniobra o método de Politzer, es un procedimiento que consiste en inflar el oído medio soplando aire por la nariz durante el acto de tragar. A menudo se realiza para reabrir la trompa de Eustaquio e igualar la presión en los senos nasales. Fue un estudioso de la histología del hueso temporal.

Los espéculos expandibles dejaron de usarse prácticamente en el siglo XX. Ahora tocaría introducir aquí el Otoscopio de Brunton al que dedicamos el vídeo anterior. El enlace aquí arriba.

Mencionamos ahora el Otoscopio de Emil Siegle (1833-1900). Se trata de un espéculo en forma de cono cerrado por un cristal en el extremo del observador, que en el lateral contenía una adaptación a un sistema neumático. Este espéculo permitió evaluar la integridad y movilidad de la membrana timpánica en respuesta a variaciones de presión en el conducto auditivo externo. Es lo que se conoce como otoscopia neumática.

Se introdujeron después en 1921 el microscopio quirúrgico monocular por el otólogo sueco Carl-Olof Nylén (1892-1978). La Casa Zeiss en los años cincuenta del siglo XX fabricó ya los microscopios binoculares.

La otomicroscopía permite la visualización e inspección cuidadosa del oído externo y la membrana timpánica con todos sus detalles anatómicos, así como la realización de procedimientos instrumentales con fines diagnóstico-terapéuticos.

Sin embargo, tiene limitaciones que se deben a la incapacidad de este instrumento para proporcionar diferentes ángulos de visión.

En los años 40 Georg von Békésy (1899-1972) ideó un endoscopio para determinar la movilidad del estribo. En 1967 Bruce Mer (1935-2023) creó un otoendoscopio para visualizar las estructuras anatómicas de la cavidad timpánica abriendo las puertas a la cirugía otológica mínimamente invasiva.

A pesar del uso de estos procedimientos más complejos, en el día a día se utilizan los otoscopios con un mango, una fuente de luz y lupa integrada de 3 aumentos y ocho espéculos reutilizables.

Nos vemos en el próximo vídeo.

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