Al subir en el canal Medicina, historia y sociedad un nuevo vídeo, «Fórceps obstétricos. Un poco de historia (I)«, voy a insertar el guión del anterior, el que dedicamos a Andrés Vesalio: «Andrés Vesalio (1514-1564). Una nueva forma de ver el cuerpo humano.
Guión
En esta ocasión nos vamos a ir a la época del Renacimiento. Bueno, ya sé que algunos me dirán que el Renacimiento no existió.
Fueron otras personas siglos después, especialmente el francés Jules Michelet y el suizo Jacob Burckhardt los que dieron forma al concepto “Renacimiento”.
Por supuesto hay que recordar que ese fenómeno no fue universal y afectó sólo a una parte del planeta, especialmente a Europa.
Unos lo consideran como una continuación o evolución de la época medieval y otros como una completa novedad en la que la persona, liberada del espíritu de la Edad Media se convierte en artífice de sí misma.
Otra manera de considerar al Renacimiento es como una transición crítica, como una dialéctica de dos formas de ver el mundo: la medieval y la moderna con muchas contradicciones internas.
No nos entretengamos en el asunto porque hay abundante literatura sobre el tema. Ocupémonos, aunque no se a fondo, de una de las figuras centrales y decisivas de la Historia de la Medicina: ANDRÉS VESALIO
Vesalio nació en Bruselas en 1514 en el seno de una familia en la que había habido médicos de cámara, es decir, médicos al servicio de emperadores alemanes durante generaciones.
Estudió en Bruselas y Lovaina y a los dieciocho años se trasladó a París para estudiar medicina. Estuvo durante tres años (1533-1536), en un ambiente en el que prevalecía el galenismo, siguió las enseñanzas de Jacobo Silvio y Günther von Andernach. El primero de ellos utilizaba el libro De usu partium de Galeno hasta la mitad; el resto –decía– era demasiado complicado para los estudiantes. Contrariado y seducido por la materia Vesalio trató de completar su formación osteológica con huesos sustraídos del cementerio de los Santos Inocentes. También realizó algunas disecciones ayudado por su compañero Miguel Servet.
El estallido de la guerra entre Francisco I y Carlos V le devolvió a Lovaina, donde permaneció por espacio de dos años (1536-1537). Allí le fue otorgado el grado de bachiller en medicina en 1537. Realizó disecciones y publicó su primera obra. Marchó después a Italia. Pasó primero por Venecia, donde conoció a su futuro colaborador y discípulo de Tiziano, Stefan Kalkar, y fue después a Padua para inscribirse en su escuela médica.
En Padua realizó su prueba doctoral el 5 de diciembre de 1537 y al día siguiente fue nombrado profesor de cirugía con la responsabilidad de explicar cirugía y anatomía. A los pocos días ya había llamado la atención entre alumnos y profesores ¿Por qué? Vesalio rompió con el método didáctico medieval: abandonó la enseñanza libresca de los glosadores de Galeno, bajó de su cátedra y se situó junto al cadáver, disecando y mostrando por sí mismo la parte a la que la explicación se refería.
Utilizó además dibujos que los alumnos le solicitaban y él creía adecuados. Este fue el origen de las Tabulae anatomicae Sex (Venecia, 1538). Los tratados de anatomía de entonces no solían contener ningún tipo de ilustración.
En 1539 con el fin de aportar claridad a una polémica sobre la sangría en las afecciones neumónicas monolaterales, el médico de Carlos V, Nicolás Florena, encargó a Vesalio una exploración disectiva del sistema venoso endotorácico. Descubrió así la vena azigos mayor y su desembocadura en la vena cava superior (si seguimos la idea galénica de la circulación de la sangre sería el origen y no el final). Publicó los resultados ese mismo año y también aceptó el encargo de la Giunta, una afamada casa editorial veneciana, para revisar la edición latina de varios escritos anatómicos de Galeno. Como se puede apreciar, nos encontramos con una de las características del Renacimiento: revisar y corregir. Concluyó el trabajo apenas un año después.
Su experiencia disectiva le demostró día a día que Galeno se equivocó en muchas ocasiones. El hecho de querer extrapolar a los humanos lo que veía en la disección de animales, le condujo a numerosos errores. Desde fines del siglo XIII algunos médicos europeos disecaron cadáveres humanos. Sin embargo, la tradición galénica pesaba tanto, que los disectores no lograban percibir la discrepancia existente entre lo que sus ojos veían y lo que su lengua y su pluma decían. Vesalio se comprometió a escribir un nuevo tratado de anatomía. En 1543 ya estaba redactado su conocido De humani corporis fabrica libri septem. Unos días después también terminó el Epitome, una especie de Fabrica compendiada para uso de los estudiantes.
El texto, al que se unieron trescientas planchas grabadas en madera por Kalkar, salieron en mula hacia Basilea al taller de Juan Oporino. Poco después vieron la luz los primeros ejemplares. La Fabrica iba dedicada al emperador Carlos V y el Epitome al que después sería Felipe II. Vesalio tenía entonces 29 años. La obra originó una reacción airada de algunos galenistas. Jacobo Silvio, su viejo maestro, le propinó calificativos como desvergonzado, impío, calumniador e ignorante.
Siguiendo la tradición familiar, Vesalio fue requerido por Carlos V para que formara parte de su servicio médico; por tanto, marchó a Bruselas. Allí se casó, ejerció la medicina y escribió. Tras abdicar Carlos V en 1556 pasó al servicio de Felipe II, lo que le obligó a trasladarse a Madrid en 1559. Su estancia no fue demasiado grata por cuestiones que no vienen al caso.
Ya hemos visto algunas novedades en la obra y la práctica de Vesalio: a) cambiar el método didáctico, b) el uso de ilustraciones, c) introducir correcciones a la obra de Galeno, y d) incorporar nuevos hallazgos. A esto hay que añadir que Vesalio vio de otra manera la anatomía o al cuerpo humano, una forma nueva que podemos llamar renacentista.
La Fabrica vesaliana muestra su idea descriptiva en su índice, en el orden sistemático que a su propia descripción quiso dar Vesalio. Comienza exponiendo la anatomía del esqueleto, lo que sustenta, las “vigas y las paredes de las casas”. El cuerpo es para él un edificio arquitectónico. Dedica el libro segundo a los ligamentos y músculos (lo que da forma al esqueleto y le permite moverse). Los libros tercero y cuarto a las venas, arterias y nervios (lo que une). En los libros quinto, sexto y séptimo se ocupa de los órganos que encierran la cavidad abdominal (instrumentos de la facultas naturalis), la torácica (instrumentos de la facultas vitalis) y la cefálica (instrumentos de la facultas animalis) y lo hace a la manera galénica, es decir, funcional.
Tres partes, por tanto:
- Sistemas edificativos o constructivos
- Sistemas conectivos o unitivos
- Sistemas animadores o impulsivos
La parte más brillante de la Fabrica es la que se refiere a la osteología. Se describe con detalle cada uno de los huesos. En la miología diferencia bien el ligamento del tendón, el nervio y el músculo, que hasta entonces era frecuente confundirlos. La parte dedicada a la angiología es bastante completa; niega rotundamente la existencia de la famosa rete mirabile. En cuanto a los nervios sigue clasificándolos en duros o motores y blandos o sensitivos. Niega la oquedad de los nervios de los sentidos y de forma especial la del nervio óptico.
Respecto a los órganos de la nutrición y generación sus descripciones de los genitales suponen un avance. Describe bien el peritoneo y el estómago, pero desconoce estructuras como el páncreas. Habla por vez primera de la estructura interna del hígado.
En lo que se refiere a los órganos de la cavidad vital o torácica merece ser mencionada la descripción del corazón. Niega la existencia de los “agujeros” interventriculares pero su esquema de la circulación de la sangre sigue siendo galénica.
La descripción de los órganos de cavidad animal o craneal es cuidadosa. Destruye la concepción errónea de los tres ventrículos del cerebro, y señala la diferencia entre la sustancia gris y blanca del encéfalo entre otras cosas.
En definitiva, Vesalio no sólo enseñó más y mejor la anatomía, sino que también enseñó a hacerlo de otro modo, un modo totalmente renacentista.
Es casi imposible encontrar entre los historiadores de la medicina una opinión sobre Vesalio que no sea la que hemos expuesto. Sin embargo, en 1994, el catedrático ya jubilado de anatomía de la Universidad de Valencia (España), Juan José Barcia Goyanes (1901-2003), publicó el libro El mito de Vesalio. En éste expone la idea de que, en cuanto a contenido anatómico, Vesalio hizo poco por el avance de la anatomía. Para Barcia éste no sólo se limitó a descubrir los errores de Galeno sino que hizo de ellos toda la razón de ser de su investigación anatómica. Esta obra no es fruto de la especulación sino que su autor trata de demostrar lo dicho a través de sus doscientas cuarenta y una páginas. Hay que señalar que el profesor Barcia era conocedor, al menos, de las mismas lenguas clásicas que Vesalio y entre sus obras destaca la Onomatologia anatomica nova, una compilación de los términos anatómicos que aparecen en los textos clásicos griegos y latinos y su evolución a lo largo de la historia; alcanza ésta una extensión de diez volúmenes. Una cosa es cierta, este libro nos hace reflexionar y nos hace ver lo importante que es considerar la ciencia como un producto en cuya realización contribuyeron y contribuyen muchas personas.
Bibliografía
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–Duffin, J. (2000). History of Medicine. Houndmills-London, Macmillan Press.
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