Interesante carta de Orfila a su padre sobre la enseñanza de la Medicina en Valencia

La lectura de esta carta de Orfila de 17 de agosto de 1805 a su padre, me ha llamado la atención porque refleja muy bien la situación de la enseñanza universitaria en la España de principios del siglo XIX y en concreto en Valencia. La he encontrado publicada en castellano en La Vanguardia en 1906 por J. Fabré y Oliver. Aunque reproducida en otros lugares total o parcialmente, como fue escrita o traducida, quiero incluirla en este blog. Fabré dice que la misiva fue hallada en 1877 en la casa pairal de los Orfila en Mahón. Vea el lector si Orfila exagera algo o no, valore su edad, el mes en que fue escrita… Tras su lectura uno parece escuchar ¡Sáquenme de aquí!

«Estimado padre. Tengo extendido el certificado del premio y está ya legalizado por tres notarios; es muy honorífico y comprende el mérito de Química y Botánica, aunque de esta última no haya tenido premio, pero dijo el rector que viendo que los otros dos opositores de Química no querían contender conmigo, no se verificarían ejercicios, pues caballo que corre, siendo único, gana seguramente; y que ya veía se retraían ellos por acobardados y que, por consiguiente, se me concedían los honores como si hubiera luchado…

orfil

En la carta de usted de 18 de julio próximo pasado me decía: Mateo, en vista de que este diario ha hecho anuncio en ésta de tus talentos (si lo que dicen es verdad), opinan muchas personas que yerras en cursar Medicina, y dicen que tú serías un gran abogado, si estudiaras, etc., etc.; á ello me dice conteste, y digo: no tengo inconveniente en serlo, antes bien tendré en ello gran gusto, pues la causa de no hallarme inclinado á esto, desde el principio, fueron mis pocos años. Pero dejemos esto ahora.

Usted sabe que D. Hernández me aseguró que la Universidad de Valencia era la mejor de España, y quizás de Europa. Yo, como un cándido, lo creí. ¡Ah padre!, sólo tengo valor para decirle que prefiero antes morir que permanecer diez días más en esta Universidad; antes sería zapatero, sastre, tejedor, ¡que! mejor morir de hambre que quedarme perdiendo mi juventud entre bárbaros, como los que aquí habitan. En esta Universidad, en la cual hemos sacado el cómputo otros y yo, en la que se dan de 55 á 56 clases anuales, y si no cuente: desde 10 de mayo hasta el 4 de noviembre que tiene las puertas cerradas; quite un mes por Navidad, quite un mes de Pascuas, quite quince días por Carnaval, descuente los jueves, fiestas de misa y de precepto, todos los días fríos y lluviosos, y verá lo que queda del año; los días de escuela dura ésta tres cuartos de hora á lo más; unos fuman, otros hablan, otros cantan y los maestros aspiran á que los estudiantes queden tan asnos como son ellos; la lección es una pequeña hoja, y á veces se repite tres ó cuatro días, porque la mayoría no la aprende: el autor aceptado es de lo más indigno que se ha escrito y la causa es porque es fácil, pues si fuese difícil no sabrían explicarlo, y esto no les tiene cuenta: los catedráticos, todos, desde el primero al último, son unos pedantones, como sabe España entera, que no saben más que liar cigarros y fu-mar, visitar, si se ofrece, pues de otro modo morirían de hambre, porque la Universidad no les renta lo preciso para merendar; con todas estas circunstancias nos quedamos nosotros, infelices, sin aprender palabra. Usted me dirá: aprende en las casas particulares, pero ¿de qué modo si ninguno de los que pretenden enseñar sabe?

Si es Viñes, es como los demás; y si se les pregunta sobre un punto difícil lo que dicen es: esto ya es cosa superior á lo que permite la proporción que tenemos en esta Universidad para enseñar y aprender. En el ramo de Química he tenido la suerte de estudiar con Cisneros, permaneciendo con él casi todo el día, aprendiendo con la gran fatiga que me cuesta. Pues sepa usted (aunque está mal que yo lo diga, pero es preciso) que los mismos catedráticos y mi propio catedrático están todavía instándome y rogándome para que les enseñe. ¡No me ha de causar esto un dolor considerar que un muchacho tenga que ir á aprender donde están tan atrasados! Cisneros es sujeto razonable é instruido y puede informar respecto á esta Universidad. ¿Por qué ha huido Hernández de esta Universidad? para no tratar con borricos; lo sé, pues públicamente lo decía á todos. ¡Ah, Hernández, seductor, como me engañaste para tus fines particulares! pero lee esta carta y mudarás de color; lee indigno. Duran los cursos 6 años, y dicen que son indispensables para aprender lo que so enseña: dije un día á los 3 catedráticos más antiguos (tan burros como los jóvenes): «Si yo en 10 meses no aprendiese lo que ustedes enseñan en 6 años, me dejaría cortar los miembros más interesantes del cuerpo; lo que sois aquí muy tardos y no hay quien haya estudiado jamás una hora seguida, y por ello todo os parece imposible. En el ramo de Anatomía (que es lo que debería estudiar el año próximo) he estudiado por mí mismo, sin profesor (pues aquí si algo quiere aprenderse debe ser por propio esfuerzo), lo tratado con algunos catedráticos hablándoles de dicha ¡ Anatomía, ¿y qué han sabido contestar? Higa; pues lléveos el demonio, ignorantes, confesad vuestra estulticia y no permitáis que los jóvenes estudiosos pierdan aquí tan miserablemente el tiempo. Son tan ciertas estas verdades, como es cierto que existe un Dios omnipotente. Pues, ¿quién, en vista de esto, podrá soportar quedarse entre estos bárbaros, gastando dinero en balde? No seré quien lo toque con las manos. Cuando pienso que Pistó, Pons y Climent podrían ser maestros de los de aquí, ¿no me destrozaré las manos á mordiscos? Cuando pienso que en mi acto dijeron todos los catedráticos… Todos nosotros debemos aprender de este joven, y al D. Jhs Boigues le dijeron: De las 60 partes que ha expuesto no conocíamos las 59; padre, ¿todo esto un muchacho de 18 años? ¿No he de estallar? Sí, á todos he dicho: Antes que quedarme aquí 10 días más me tiraré al mar, pues ya no puede llegar á más mi pena. Y por tanto, padre, al contestarme usted á ésta déme orden para partir á cualquier punto menos quedarme en España, pues si desde antiguo somos tenidos por bárbaros, efectivamente lo son todos: no considere obstáculo la guerra, pues con facilidad puedo librarme del enemigo (que con la ayuda de Dios no temo) y si quiere permanezca en España digo á usted dos cosas: la primera que en esta ciudad no ha de ser y la segunda que en donde estuviere no quiero me envié más dinero, pues no puedo consentir deber robarle el dinero sin aprovechamiento. Yo, en este caso, procuraré ganar algo enseñando (con lo cual estoy persuadido ganaré para vivir) y me mantendré de lo que gane; no quiero, repito, robarlo á mis hermanos y por tanto consulte estas verdades y vea lo que resuelva, que yo antes que quedarme aquí seré esclavo en Argel y si el Cielo permite que pueda arrancar las orejas á Hernández, le dejare sin ellas: si no contesta á vuelta de correo (sepa tengo vendido el ajuar) voy á Barcelona á pie, entro en la botica práctica de química, gano dos ó tres pesetas practicando y al menos paso la vida con hombres más instruidos que los de aquí; hombres que dan pruebas de serlo de los cuales habla la Gaceta todos los días por nuevos descubrimientos, cuando los de aquí no saben escribir ni leer; padre, terminemos. No trato de apesararle sino por obligación de revelarle la verdad y procurar mi bien. No hablo de ir á Mahón á estudiar con Juan Pons (cuando deba cursar Medicina), pues usted tendría en ello reparo por cierto asunto; esto es lo único que digo, pues abandóneme si precisa en tal cosa, pues desde quo pienso mejor que antes no he escrito ni pienso escribir aunque varios me han escrito para que escribiese; pero yo me hago el sordo; todo lo cual supondrá usted viendo en el correo que no había cartas y que, por consiguiente mi poca ciencia ha dominado las preocupaciones. Si debo estudiar para abogado (que más me conviene, me gusta y á usted también), de ningún modo puedo quedarme en España, pues en primer lugar se estudian 10 años; en segundo se sigue igual método que en la Medicina; en tercero, las leyes á que están sujetos los abogados de Mahón son distintas de las de España á causa de los varios Reyes que tuvo la isla, y, finalmente, por lo tontos que aquí son, como puede informar el doctor Gabriel Seguí. Por lo que, padre, resuelva, estudiaré con mucho gusto la abogacía, tanto por serme grato como para salir presto de gastos. Ahora, lejos de salir de gastos vamos entrando en ellos, pues, ó tengo que estudiar en París, ó debo ser sastre, ó zapatero, etc. No crea á los que afirman que no se puede actuar en la facultad de Derecho sin estar graduado en España. Vea usted á Uhler. Estudió en Llambías (hombre que no tiene rival en España), se hizo en Italia y se graduó al igual que los demás. Por tanto digo: En esta ciudad no he de permanecer un solo instante, pues está tan fatal que más no cabe. A madre recuerdos y á toda la familia.

Y usted, padre, tiene á su hijo.—Mateo Orfila. P. D…»

Fabré y Oliver sitúa la carta en el siguiente contexto. Dice que en un siglo la enseñanza universitaria en España había cambiado mucho. Recuerda muy brevemente los éxitos que alcanzó Orfila aunque, en nuestro país, –dice– no es una figura popular. Es más, no lo es ningún hombre de ciencia. Aquí –señala– se escribe y se ensalza a toreros, políticos, cómicos y dramaturgos. La prensa, si quiere tener una función más educativa, debe dedicar espacio a las personas de ciencia como Cajal.

Piense ahora el lector lo que sucede en la actualidad en los medios de comunicación.

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