Homenaje a Andrés Vesalio en Bruselas

La historia de la medicina considera a Andrés Vesalio como el gran renovador de la anatomía humana. Quinientos años después de su nacimiento, Bruselas le dedica una exposición en el Antiguo Palacio Coudenberg, que estará abierta al público hasta el día 30 de agosto. Quizás se pueda ver en España posteriormente. La muestra forma parte del festival bruselense «Carolus V», que pretende poner de relieve el patrimonio histórico y cultural europeo en la época del Renacimiento con numerosas actividades. A través de imágenes, libros, instrumentos, etc. se presentan las contribuciones científicas del Renacimiento, las enfermedades de Carlos V y la figura de Andrés Vesalio. Participa la Fundación Academia Europea de Yuste, el Museo de Medicina de Bruselas en cooperación con el Palacio de Coudenberg, la Embajada de España en Bélgica, el Gobierno de Extremadura (España) y el Consorcio de Rutas Europeas del Emperador Carlos V. Puede visitarse en el Palacio de Coudenberg de Bruselas hasta el 30 de agosto de 2015.

Vesalio nació en Bruselas el 31 de diciembre de 1514. En esta ciudad y Lovaina realizó los primeros estudios. A los dieciocho años se trasladó a París para estudiar medicina. El estallido de la guerra entre Francisco I y Carlos V le condujo de nuevo a Lovaina, donde permaneció por espacio de dos años (1536-1537). Allí obtuvo el grado en medicina en 1537. Marchó después a Italia. Pasó primero por Venecia, donde conoció a su futuro colaborador y discípulo de Tiziano Jan Stefan Calcar, y fue después a Padua, que era la ciudad universitaria de la República Véneta, para inscribirse en su escuela médica. En esta ciudad realizó su prueba de doctorado el 5 de diciembre de 1537 y al día siguiente fue nombrado Explicator chirurgiae o profesor de cirugía con la responsabilidad de explicar cirugía y anatomía.

Vesalio rompió con el método didáctico medieval: abandonó la cátedra para bajar y situarse junto al cadáver, disecando y mostrando por sí mismo la parte a la que la explicación se refería. Utilizó también dibujos de lo que en el cadáver era difícil de observar. Esto supuso un cambio importante, tanto que tuvo un gran éxito entre sus colegas docentes y entre los estudiantes. Tuvo que editar sus propios dibujos junto con otros que encargó a Calcar. Este fue el origen de las Tabulae anatomicae Sex (Venecia, 1538). Las tres láminas osteológicas son de Calcar, las tres viscerales (hígado, porta y genitales; hígado y cava; corazón y aorta) son del propio Vesalio. Aunque sigue siendo galénico, el cambio que esto significó en la ilustración anatómica fue enorme. Hay que tener en cuenta que, aunque hoy resulte inaudito, los tratados de anatomía de entonces no solían contener ilustraciones.

En 1538 Vesalio publicó una revisión de las Instituciones Anatomicae de su maestro von Andernach, un manual de disección para sus estudiantes. En 1539 con el fin de aportar claridad a una polémica sobre la sangría en las afecciones neumónicas monolaterales, el médico de Carlos V Nicolás Florena, encargó a Vesalio un exploración disectiva del sistema venoso endotorácico. Descubrió así la vena azigos mayor y su desembocadura en la vena cava superior (si se sigue la idea galénica de la circulación de la sangre sería el origen y no el final). Publicó los resultados ese mismo año (Epistola docens venam axillarem dextri cubiti in dolre laterali secandam) y también aceptó el encargo de la Giunta, una afamada casa editorial veneciana, para revisar la edición latina de varios escritos anatómicos de Galeno. Concluyó el trabajo apenas un año después.

El estrecho contacto con Galeno a través de sus obras llevó a Vesalio a darse cuenta de que dejaba traslucir en sus escritos su experiencia disectiva con monos. Al comprobar personalmente en las disecciones tantos errores, Vesalio abandonó hasta entonces al indiscutible Galeno de la enseñanza de la anatomía. El hecho causó cierto revuelo en el claustro de Padua, pero Vesalio se comprometió a escribir un nuevo tratado de anatomía. En 1542 ya estaba redactado su conocido De humani corporis fabrica libri septem. Unos días después también terminó el Epitome, una especie de Fabrica compendiada para uso de los estudiantes. El texto, al que se unieron trescientas planchas grabadas en madera por Calcar, salieron en mula hacia Basilea al taller de Juan Oporino. Poco después vieron la luz los primeros ejemplares. La Fabrica estaba dedicada al emperador Carlos V y el Epitome al que después sería Felipe II. Vesalio tenía entonces 29 años. La obra originó una reacción airada de algunos galenistas. Uno de los que le atacó ferozmente fue su maestro parisino Jacobo Silvio quien le propinó calificativos como desvergonzado, impío, calumniador e ignorante.

Andrés Vesalio regresó a Padua, pero siguiendo la tradición familiar fue requerido por Carlos V para que formara parte de su servicio médico; por tanto, marchó a Bruselas. Allí se casó, ejerció la medicina y escribió. Publicó un opúsculo sobre el uso de la raíz de China o zarzaparrilla, donde aprovechó para defenderse de los que le atacaban por abandonar a Galeno. Mientras preparaba la segunda edición de la Fabrica (1555) también acompañaba al emperador en sus viajes; su función era la de médico “internista” y no la de cirujano.

Tras abdicar Carlos V en 1556 pasó al servicio de Felipe II traslandándose a Madrid en 1559. Su estancia no fue demasiado grata por un desgraciado acontecimiento con el infante, las relaciones con el resto de los médicos de la casa real y, quizás, por la ausencia de cadáveres para disección. Tuvo en España, sin embargo, ardientes defensores como Pedro Jimeno y Luis Collado, profesores en la Universidad de Valencia.

En Madrid recibió unas Observationes anatomicae (Venise, Marco Antonio Ulmo et Gratioso Perchachino, 1561) redactadas por Falopio en Padua en las que incluía rectificaciones a la Fabrica. Vesalio le contestó pero su escrito no llegó a manos de Gabrielle Falopio, que murió prematuramente en octubre de 1562. El escrito quedó en manos del embajador y no se imprimió hasta 1564 cuando Vesalio pasó por Venecia camino de Tierra Santa. No llegó a verlo impreso ya que a su regreso enfermó y murió en la isla griega de Zante, junto al Peloponeso.

José L. Fresquet, Universitat de València, España

 

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